El bailarín Carlos Alonso debutará como solista en el ballet de Nueva York tras haber sufrido 'bullying'
Apura sus últimos días en Madrid mientras espera ansioso el nacimiento de su sobrina. "Ojalá que nazca pronto, que quiero disfrutar un poco de ella", cuenta emocionado. Porque el 3 de septiembre, este joven bailarín madrileño, del barrio de Vallecas, pone rumbo a la ciudad de los rascacielos para comenzar una nueva etapa de su vida en el New York Theatre Ballet, donde debutará como solista en El Cascanueces, en el mes de diciembre.
Está encantado con todo lo que está sucediendo, a pesar de que el papeleo le ha traído un poco de cabeza. "Aunque me voy el día 3, no me puedo incorporar a la compañía hasta que no tenga el visado y los papeles de la seguridad social. De momento, iré a clase en mi antigua escuela y voy a buscarme un trabajo de camarero para poder mantenerme yo solo. En la nueva compañía tendré un contrato de 20 horas semanales, pues no tengo permiso para más (necesitaba más experiencia, fundamentalmente para extender el contrato) y con ese sueldo solo puedo pagar la vivienda. No quiero tener que pedir dinero a mis padres o a mis hermanos, que bastante han hecho ya para que yo pudiera estudiar en Nueva York", cuenta a El Huffington Post.
Como todos los bailarines españoles que han despuntado en este difícil mundo, al terminar sus estudios en el conservatorio, Carlos se vio obligado a salir fuera de España. Primero disfrutó de una beca en el Finnish National Ballet de Helsinki y el año pasado estudió en el Joffrey Ballet School de Nueva York, una de las más prestigiosas escuelas de danza del mundo.
¿Es difícil ser bailarín en España?
En España las compañías cuentan con poco presupuesto porque no hay cultura de ballet y los sueldos, aún en las más famosas, son bajos y apenas te dan para vivir. Todos aspiramos a entrar en la Compañía Nacional de Danza pero es muy difícil. Es la más importante de España y las plazas son limitadas, entre otras cosas porque no tienen muchas subvenciones, ni públicas ni privadas.
Disfrutaste de una beca de formación en Finlandia, ¿Europa es un buen trampolín?
En Europa se apuesta por una danza muy técnica y no tan artística. En mi caso, soy más artístico, aunque mi técnica no es mala. Otro problema para mí allí fue la altura y mi físico: mido 1,80 y no tengo altura suficiente, y soy muy delgadito. A las chicas las quieren bajitas y delgadas para que los bailarines, altos y más fuertes, hagan virguerías con ellas. En Estados Unidos están más abiertos a todo tipo de bailarines.
El año pasado ya viviste en Nueva York, mientras estudiabas en la Joffrey Ballet School, y allí parece que te quedarás una temporada. ¿Te gusta estar allí?
Me gusta mucho, me encanta. Aunque también es cierto que me gustaría estar más cerca de casa. Son ocho horas de avión y las visitas no puede ser muy frecuentes e improvisadas. Pero es un país increíble, donde conviven muchas culturas en un ambiente total de respeto. Allí me encuentro muy bien.
¿Dónde vas a vivir ahora?
En El Bronx… Estoy un poco nervioso por eso, la verdad. El año pasado vivía en una residencia que estaba situada en Manhattan, muy cerca de la escuela. Ahora tardaré en llegar al teatro una hora y media. Y cuando vuelva de madrugada en el metro... ¡Uf!
Todo lo que hasta ahora has conseguido se lo debes, en parte, a tus profesores en España que han creído en ti y han apostado por ti
Sí, hay dos profesores que me han apoyado siempre muchísimo: Víctor Álvarez, que fue bailarín solista en el The Royal Ballet, y África Guzmán, que fue primera bailarina en la Compañía Nacional de Danza. Yo fui a Finlandia porque Víctor me lo consiguió y a Nueva York porque África se acordó de mí. Por ella estoy en Nueva York.
Empezaste a bailar con 9 años pero hasta ese momento no lo pasaste muy bien. Hay una historia dura detrás, ¿no?
Sí, como la de otros muchos chicos. Sufrí bullying durante mucho tiempo. Me insultaban y me despreciaban, y me costó un tiempo entender bien por qué. Se burlaban de mí hasta porque daba las gracias o pedía perdón. Yo era un chico al que no le gustaban lo que hacían el resto de los chicos, especialmente porque me encantaba bailar, algo que solo era cosa de chicas.
¿Crees que las cosas han cambiado?
No, sigue habiendo acoso en los colegios. Solo hay que ver las noticias. Hace poco leí un estudio que predecía que de aquí a 2020 iba a seguir aumentando. Y respecto a los bailarines, la sociedad aún tiene muchos prejuicios. Si eres bailarín, eres gay. Y claro que los hay, pero hay otros muchos que no lo son… Además, ¿qué importa?
En España ya te han bautizado como el Billy Elliot español. ¿Te gusta?
Yo, como otros muchos bailarines, me siento muy identificado con el protagonista de esa historia porque he pasado por circunstancias parecidas. Es una película de referencia para casi todos los que nos dedicamos a la danza. Pero aún no me considero Billy Elliot. Me queda mucho por recorrer para llegar a ser como él.
Además en tu historia hay algunas diferencias porque tú siempre has contado con el apoyo de toda tu familia...
¡Siempre! Muchas veces he querido tirar la toalla, porque este es un mundo duro, exige mucho esfuerzo físico y hay mucha presión —que si estás gordo, que si eres alto...—, y ellos siempre han estado ahí para animarme y aguantarme. Además, todos han hecho grandes esfuerzos porque yo estudiase fuera de España. Mi hermano, que es 14 años mayor que yo y ejerce de segundo padre, y mi hermana han renunciado a cosas por ayudarme a cumplir mi sueño. ¡Tengo una familia maravillosa!
¿Cómo te sientes ahora? Con 20 años, ¿crees que has cumplido tu sueño?
Sí, creo que estoy empezando a cumplirlo. Pero esto, de lo que de verdad me esta sirviendo, es de aliciente para no rendirme, para seguir esforzándome y para seguir luchando. De pequeño quería ser millonario, ¡ya ves! Cuando empecé a bailar, cambié mi deseo por llegar a los escenarios de Nueva York y ya lo tengo. Ahora aspiro a seguir evolucionando y entrar en una compañía más grande: Miami, Los Ángeles o Europa. Mi sueño es poder vivir del baile, el lugar me da igual.