PP-Ciudadanos: del desprecio al amor de conveniencia
Durante el anterior debate de investidura, Albert Rivera subió a la tribuna de oradores del Congreso y pronunció unas palabras en catalán. Desde la bancada del PP le gritaron y abuchearon. Una extraña sensación. Luego comentó a sus compañeros que no había visto tanta hostilidad durante los nueve años que había estado en el Parlament de Cataluña, según confiesa una de las personas que le acompañaba ese día en el Hemiciclo.
Han pasado más de cuatro meses de aquella sesión, los españoles han ido de nuevo a votar, España sigue sin Gobierno. Pero ahora aquellos días del pacto de El abrazo -suscrito por Pedro Sánchez y Albert Rivera- parecen ya una foto vintage. Una polaroid de instituto. Ciudadanos se acerca al Partido Popular por, justifican desde el partido, sentido de Estado y para que el país pueda afrontar los retos pendientes.
En la campaña electoral escuchamos hasta la saciedad decir a los naranjas que no apoyarían un Gobierno liderado por Mariano Rajoy. Y en apenas un mes hemos visto una de las evoluciones políticas más comentadas: del ‘no’ a la abstención y, previsiblemente, a un 'sí' final condicionado a seis grandes requisitos.
EL DESHIELO
El deshielo de las relaciones entre los populares y los naranjas comenzó tras el pasado 26 de junio. El propio PP se sorprendió con los resultados conseguidos: 137 escaños, catorce más que en las anteriores elecciones. Aquella noche Mariano Rajoy saltaba en el balcón alegremente junto a las personas de su confianza.
Entonces tenía en mente un plan que pasaba por la abstención del PSOE. Presionar y esperar a que Sánchez no tuviera más remedio que dejarle formar Gobierno por el aliento ansioso tras su nuca de los poderes económicos y sociales, además de por las navajas afiladas de varios de los barones socialistas.
Rajoy y Rivera
Ese plan A no se ha materializado en estos meses ante el empeño de Sánchez de decir ‘no’, que está recogido en un documento del Comité Federal del partido. La siguiente opción del PP era ir por el ‘sí’ de Ciudadanos. Esto no supone tener los votos suficientes pero sí llegar a las puertas. Entre los dos tienen 169 escaños -137 el PP y 32 Ciudadanos-. La mayoría absoluta está en 176 de los 350 diputados.
Esa hoja de ruta se va cumpliendo. El menospreciado Rajoy ha conseguido aguantar y su figura ya no es cuestionada. ¿Por qué? El PP ha conseguido identificar que decir ‘no’ a Rajoy es decir ‘no’ al rey, que le ha designado personalmente candidato a la investidura. Sería un feo al monarca, algo que Rivera no querría hacer. El líder de Ciudadanos ha proclamado su buena sintonía con el rey, a quien ve como una figura capaz de liderar la nueva España que surgió tras la abdicación y el fin absoluto del bipartidismo en las elecciones europeas de 2014.
Además, Ciudadanos ya no juega a ser el partido mayoritario que soñó por las fallidas encuestas que precedieron a las elecciones del 20 de diciembre. Aquellos días la figura de Rivera tenía un halo hasta presidenciable. Pero las dos citas con las urnas le colocaron en la cuarta posición de la liga política, a decenas de escaños incluso del tercero -Podemos-. Por lo tanto, se ha avenido a jugar el papel de condicionador, de contrapeso, de elemento renovador para los grandes partidos. Como repite el líder naranja, el que elige entre “lo malo y lo menos malo”.
Rivera y su equipo
LA DIGESTIÓN
Ahora el PP y Ciudadanos están en una fase de acercamiento y de digestión. No es fácil para los dos ahora hacerse las fotos con las manos cruzadas. Los populares veían al principio con indiferencia a Ciudadanos. Su salto nacional les pilló desprevenidos y no le dieron excesiva importancia. Cuando fueron ganando eco mediático pasaron a ser los “naranjitos” -término acuñado por Rafael Hernando- y la estrategia respecto a ellos dividía a los miembros de la calle Génova. Acercamiento para posibles pactos o ir al cuello directamente para que no les robaran el electorado.
Una persona del círculo de Rajoy decía en conversación privada antes de las elecciones que el desafío era que calara entre la gente que “si quieres en el billar que entre la bola azul, no empujes a la naranja para que luego entre la azul”. Había temor a ese voto ‘cool’ a Ciudadanos, como decían en la intimidad en Génova.
Y el azul se fue anaranjando también. El fantasma de Ciudadanos estuvo muy presente en la remodelación que hizo Rajoy en junio de 2015 de la dirección del PP. Era el momento de desterrar a Carlos Floriano y su equipo, a los que les había “faltado piel”. Llegaba la época de introducir nuevas caras, más frescas, más ciudadanas, sin rémoras, sin mochilas. Entonces desembarcaron en las plantas nobles Javier Maroto, Fernando Martínez-Maillo, Pablo Casado y Andrea Levy. Detrás de estos movimientos y consejos estaba Jorge Moragas, un hombre que conoce bien el fenómeno naranja pues los vio crecer en Cataluña.
Ahora el ambiente en Génova es mucho mejor que cuando estaban Floriano y González Pons, comentan fuentes del Partido Popular. De hecho, los vicesecretarios suelen comer juntos todas las semanas tras las reuniones y en muchas de estas ocasiones se suma a la mesa el propio Moragas, el hombre que susurra directamente al oído a Rajoy. Estas caras son mucho más asumibles para Ciudadanos.
Rajoy y su equipo
Rivera tiene como una de sus bazas para poder justificar un acuerdo el hecho de que pueda influir directamente en la regeneración del Partido Popular. Dentro de esos movimientos se enmarca que se haya filtrado que se negó a apoyar como posible presidente del Congreso a Jorge Fernández Díaz o a María Dolores de Cospedal y que dio el visto bueno final a Ana Pastor para ese puesto.
Este acercamiento tiene también como argumento la situación que se vive en Cataluña. Ciudadanos es el líder de la oposición en el Parlament frente a la coalición de Junts pel Sí. Sobre la mesa en las negociaciones está la posibilidad de firmar un Pacto por España, cuyo principal fin sería dar respuesta al desafío independentista que llega desde el Parque de la Ciutadella al haberse aprobado las conclusiones de la comisión constituyente que abren la posibilidad de la declaración unilateral de independencia. A este pacto quieren que se sume también el PSOE.
Las elecciones catalanas del 27 de septiembre supusieron también un terremoto interno en el Partido Popular al ver el espectacular crecimiento de los de Inés Arrimadas, mientras que el PP se quedaba en una posición residual. José María Aznar reapareció aquellos días para avisar de que los populares habían perdido el liderazgo del sector más unionista frente a los naranjas. Y eso que su partido había apostado por la línea dura del exalcalde de Badalona Xavier García Albiol. No obstante, en Génova ven alguna línea de mejora en esta autonomía al haber aumentado sus votos este 26 de junio respecto al 20 de diciembre incluso con Fernández Díaz como ‘número uno’.
LA EXPERIENCIA MADRILEÑA
¿Cómo pueden encarrilar esta nueva relación PP y Ciudadanos? El propio Rivera ha puesto como ejemplo el pacto en la Comunidad de Madrid suscrito por Cristina Cifuentes e Ignacio Aguado. Los naranjas optaron por el PP frente a una candidatura de Ángel Gabilondo (PSOE) apoyado por Podemos. No es secreto que la presidenta madrileña tiene una excelente relación con el líder de Ciudadanos. Ambos coincidieron en una etapa de corredores de fondo en las tertulias de televisiones digitales, cuando todavía no eran políticos de primer nivel. La popular ha llegado a confesar ante las cámaras que era una pena que Rivera no estuviera en su partido. Una muestra máxima de esa buena sintonía fue cuando la moradora de la Puerta del Sol acudió en plena campaña electoral a un desayuno informativo protagonizado por el barcelonés. En muchos sectores del PP escoció.
Por lo tanto, se abre la vía de un pacto a la madrileña, dando C’s apoyo externo al Gobierno del PP y votando algunas medidas en contra con el resto de la oposición. Ya parece lejano que se aplique el modelo de La Rioja, donde Ciudadanos facilitó que el PP gobernase a cambio de sustituir al candidato. Esto supuso la marcha in extremis de Pedro Sanz y la llegada de José Ignacio Ceniceros.
Ignacio Aguado y Cristina Cifuentes
Los pactos a nivel local y autonómico han sido objeto de crítica por parte de los populares en conversaciones privadas. Muchos dirigentes creen que los de Rivera son más exigentes con ellos -como la petición de la cabeza de Sanz- que con el PSOE. Dicen, por ejemplo, que C’s se lo pone más fácil a Susana Díaz en Andalucía que a Cifuentes en Madrid, donde el pacto estuvo a punto de romperse por el caso de la imputación del diputado Daniel Ortiz en el marco de la operación Púnica.
Algunos nombres incómodos para Ciudadanos forman parte del Comité Ejecutivo Nacional del PP que votará el próximo miércoles si acepta las condiciones de Rivera. Entre ellos están el expresidente de la Comunidad de Madrid Ignacio González y la exalcaldesa de Valencia Rita Barberá, dos figuras que ha criticado duramente el partido naranja. En esa reunión los más de noventa populares que componen este órgano deben decidir sobre los requisitos: no puede haber imputados en el Gobierno ni en en el Parlamento; reforma de la ley electoral; fin de los aforamientos; acabar con con los indultos por corrupción política; limitación de mandatos y creación de una comisión de investigación sobre el caso Bárcenas.
De votar afirmativamente, llegará el momento de fijar la fecha de la investidura y de nombrar a los equipos negociadores. Entrarían entonces en la fase de debatir sobre otras cuestiones de índoles económico y social. Si se cumple el guión, los naranjas podrían dar en las próximas semanas su ‘sí’ a Rajoy. En esa sesión de investidura ya no abuchearían a Rivera. Del desprecio al amor de conveniencia.