De Carabanchel a Pekín sobre dos ruedas... y sin billete de vuelta
De vez en cuando descubrimos historias de gente especial, de gente valiente y con ganas de hacer cosas que impresionan al resto de los mortales. La de David Barrionuevo es una de ellas. ¿Su hazaña? Viajar desde Carabanchel, un barrio de la zona sur de Madrid, hasta Pekín en bicicleta.
De esto hace ocho años ya y David aún no ha regresado. Se ha instalado en China donde, lejos de quedarse quieto, ha emprendido numerosos proyectos profesionales y humanitarios: da clases de golf, ha creado su propia marca de ropa ciclista, aprende inglés y chino, colabora con algunas ONG, se ocupa de su web ruedascuadradas.com, es árbitro de fútbol y escribe para revistas de deporte en español.
Con él hemos hablado para tratar de descubrir qué se esconde detrás de alguien para el que parece no existir la palabra "imposible".
Decidiste marcharte en bici a Pekín para asistir a los Juegos Olímpicos de 2008. ¿Por qué? ¿Cuál fue el motivo?
Fue una decisión tomada durante el verano anterior, el de 2007. Soy entrenador nacional de judo en España y, a través del Comité Olímpico, conseguí entradas para ver la competición en los juegos en Pekín. Tenía un amigo que vivía allí desde 2005 —y alguna experiencia anterior de largos viajes en bicicleta— y cuando le hablé de la posibilidad de ir en bicicleta me dijo: "No tienes huevos". No hizo falta más. El proyecto ya estaba en marcha. Aquel verano viajé a Escocia en solitario como pequeño entrenamiento. Y en los meses posteriores empecé a preparar material, visados y solicité un permiso temporal en mi trabajo —por aquel entonces era profesor de golf en un club de Madrid— de seis meses. La fecha de reincorporación era el 1 de octubre de 2008. A 14 de julio de 2016 aún estoy en China. Ahora vivo en Shanghái, después de siete años residiendo en Pekín.
¿Era la primera vez que hacías un viaje de dimensiones similares en la bici?
Sí. Fueron 12.514 kilómetros cruzando nueve países: España, Francia, Italia, Grecia, Turquía, Georgia, Azerbaijan, Kazajistán y China. Casi cinco meses de viaje en solitario.
¿Nunca habías barajado la posibilidad de quedarte? ¿Qué te hizo cambiar de planes?
Un viaje a través de medio planeta cambia el modo de ver las cosas. Tenía mi vuelta y la reincorporación pactada. Cuando llegué a Pekín pude presenciar las competiciones de judo, gimnasia, baloncesto, triatlón, balonmano, hockey, ciclismo... Disfruté como un niño en un parque de atracciones.
Cuando terminaron los Juegos, me marché a Japón: 50 horas de viaje en barco desde Tianjin a Kobe. Y recorriendo la isla nipona en mis últimos días de excedencia tomé la determinación de quedarme en Asia. Asesorado y ayudado por mi amigo de Pekín, decidí probar. "Si no te gusta, te vuelves, si España va a estar ahí".
Llevas ocho años allí, ¿cómo es tu vida en ese país? ¿Tienes pensado marcharte?
El día que llegue a Tiananmen mi blog pasó de llamarse Carabanchel to Beijing 08 a Beijing-Carabanchel, sin ruta ni fecha. Y en esas estamos. Por ahora, prefiero dedicarme a conocer lugares, a recorrer carreteras con Milana, mi bicicleta, a conocer personas de otras religiones, países, idiomas extraños… A que los días sean diferentes. Mi vida en China, como te puedes imaginar, en un país donde la cultura, el protocolo y las relaciones sociales son totalmente distintas a las europeas… pues es diferente. En el futuro, ya veremos. No tengo mucho más planeado que de aquí al próximo martes 19, que me marcho a recorrer la cordillera del Pamir.
Te sigues dedicando al golf, ¿verdad?
Sí, claro... Cuando me licencié en INEF (grado en Ciencias del Deporte), entré en el Instituto de Deportes de Madrid como profesor de judo y natación, aunque ya estaba un poco loco por el golf. Pasó de ser un deporte que practicaba a una especie de obsesión. En fin, que dejé mi plaza fija en el Ayuntamiento de Madrid para irme como trabajador autónomo a un club de golf. Estuve ocho años enseñando este deporte en Madrid. Precisamente, hace unos meses estuve en el club y supe que siempre sería bien recibido; dejé muchos amigos allí.
Cuando llegué a Pekín, no hablaba inglés, ni mucho menos chino. Me apunté a una academia de chino pero las clases eran en inglés; tocaba empezar de cero. Un día me presenté en la escuela australiana de golf en Pekín y, sin casi entenderme, les dije que no se preocuparan, que yo me buscaba mis alumnos. Comencé la campaña de promoción en restaurantes, consulados y embajadas de todos los países castellanohablantes. Tuve alumnos de Argentina, Chile... España. Después me atreví a dar clases en inglés: me compré vídeos de enseñanza de golf en inglés y, al principio, me aprendía y repetía de memoria las frases. Han pasado ocho años y sigo aprendiendo inglés y chino todos los días.
Meses después, empecé a trabajar en una agencia de viajes y, en 2011, nació www.dbgolf.es, un puente de unión entre el golf occidental y el asiático-chino. En DBGOLF organizamos torneos de golf, clinics [clases colectivas de iniciación al golf], presentaciones de productos, sistemas de entrenamiento y buscamos un lugar en el mercado chino para productos españoles, especialmente artículos de lujo relacionados con el mundo del golf. Incluso somos corresponsales de medios españoles.
Nunca dejaré el golf como deporte pero, poco a poco, comienzo a moverme por otros derroteros. Desde hace año y medio intento desarrollar mi propia marca de ropa para ciclismo urbano, Milana. La idea nació en un taller de Madrid, donde mi madre me cosía bolsillos de colores con los restos de tejidos en las camisetas de algodón. Esa es la filosofía: reutilizar materiales y tener una camiseta de la que sólo hay una en el mundo. La marca se distribuye en Madrid, Barcelona, Pekín y Shanghái, y va creciendo poco a poco, sin prisa pero sin pausa, leal a sus valores, luchando contra las grandes multinacionales que ofrecen ropa de serie para gente igual.
Y la bici, ¿te has bajado de ella? En el sentido de que ya no haces grandes viajes...
Una vez me preguntaron: "Bueno, ¿cuando vas a dejar de viajar? Porque tendrás que sentar la cabeza…". No pude contestar, me quedé paralizado. Einstein decía que la vida es como una bicicleta: "Si se queda sin impulso, se cae". Pues así me quedaría yo sin ella. En cambio, tengo un amigo, con el que comparto muchos valores, que me dice: "Pues claro que quiero tener una familia, pero mi familia puede vivir en un árbol". Otro siempre contesta: "Mi casa es una tienda de campaña pero el mundo es mi jardín".
Con estas amistades ¿qué puedes esperar? Tengo amigos en Australia, en Argentina, otro de camino a Europa, otro en el norte de Suecia, anoche cenó en mi casa un italiano que ha hecho mi misma ruta, en sentido contrario, y el día 3 de agosto marcha a Japón sin fecha de vuelta… Y tengo un amigo en Burgos, que tiene casi 60 años y se ha llevado a sus dos nietos a recorrer Portugal en bicicleta este verano.
Desde 2008 que vivo en China he visitado Tíbet dos veces, he atravesado el desierto de Gobi y de Taklamakan, he rodado en Japón, en Mongolia, en Corea del Sur, Vietnam y he hecho más de 20.000 kilómetros en ruta en China. Por ahora no tengo idea de bajarme de la bicicleta, ni de parar de viajar. Aunque no siempre lo hago en bici, también de forma convencional. Durante estos años he estado en Londres, Lisboa, Vitoria, Burgos, Taiwan, Hong Kong, Dalian y el Sur de China con mi novia —porque no llega el día en el que arranque con ella en bicicleta—.
¿Grandes viajes? Se pueden catalogar de muchas formas, por recorrido, por distancia, por tiempo... pero la mejor clasificación es la interior. Es la importancia que le demos. Puedo ir con mi madre dos días a visitar una ciudad en China y disfrutar como un enano. O pasar un día con mi sobrina en El Retiro, en Madrid… Ese también es un gran viaje. Asia es como quiero que sea la vida, como un gran viaje. Mi cabeza sufrió un cambio radical en esos cinco meses de recorrido en solitario. Desde entonces vivo la vida como un viaje, con las ganas que ponemos cuando somos turistas.
En dos días pones rumbo a la cordillera del Pamir, y visitarás Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán. ¿Qué vas a hacer allí?
Pasar frío, sueño y hambre. Además de estar rodeado de nómadas y de paisajes montañosos de ensueño. Subir picos de 4.000 metros de altura con la bicicleta. Rodar 3.000 kilómetros desde Almatý, en Kazajistán, hacia Biskek. De allí rodar en paralelo, por valles, a la carretera M41, la que une Afganistán con Rusia, que se denomina la Carretera del Pamir. Llegar a Murghab, en Tayikistán, y visitar el Bajistán. Regresar por el lado este de Kirguistán hacía Issik Kul. Dormir en el Cañón Charin para coger el avión de vuelta a Shanghái y empezar a trabajar el primer fin de semana de septiembre como árbitro de fútbol en una liga china, que es lo que hago últimamente los fines de semana.
¿El motivo de este viaje?
Pues a comienzos de este año conocí a Pilar, una señora que, tras vivir en España y Estados Unidos, ha regresado a China, su país de origen, que por razones políticas su familia tuvo que abandonar hace muchos años. Ahora Pilar trata de ayudar trabajando para la ONG Willfound Foundation y ha formado una familia con doce niños, todos con alguna discapacidad y recogidos de orfanatos de todo el país. Yo la ayudo en las labores domésticas y enseñando a los niños. Aunque, si te soy sincero, son ellos los que me enseñan a mí la mayor parte del tiempo. Un día charlando sobre mis viajes en bicicleta, surgió este proyecto. Vamos a promocionar mi viaje, que serán 3.000 kilómetros por El Pamir, y trataremos de conseguir 3.000 amigos que se hagan cargo de cada uno de los kilómetros, de esta manera obtendremos fondos para la fundación. Es un proyecto muy bonito. Yo hago mi viaje en bicicleta, que de todos modos iba a realizar, pero también consigo difusión y repercusión para Willfound.