Pablo Iglesias, de la cal viva a las sonrisas del 26-J
"Uno es lo que hace", dijo Pablo Iglesias este domingo, a una semana de las elecciones, a la periodista Ana Pastor en El Objetivo de LaSexta.
Respondía así a la pregunta de si era o no comunista, como se había definido hace unos años en un programa de Intereconomía. No era una respuesta sólo a esa cuestión, sino a la incógnita de si el Pablo Iglesias que hemos visto en los últimos dos meses es el Pablo Iglesias real o producto de una situación nueva que podría llevarle a La Moncloa.
Desde que el 20 de diciembre las urnas dejaran un panorama político complejo, con una aritmética difícil de encajar, Iglesias se ha ido moviendo de la dura crítica a la mando tendida a los socialistas, en un camino que culminó en su comentario sobre la "cal viva", que escoció mucho en el partido de Pedro Sánchez.
Ese instante pareció convertirse en un punto y aparte para Iglesias quien, desde entonces, ha ido evolucionando hacia un semblante más tranquilo y sosegado, con un tono más moderado en sus intervenciones públicas.
El líder de Podemos comenzó apostando fuerte tras los comicios del 20-D con una propuesta de Gobierno 'a la valenciana' al PSOE, con Sánchez de presidente y él, de vicepresidente. Tras el rotundo 'no' de los socialistas y el pacto de Sánchez con Ciudadanos, llegó el momento más tenso entre ambos partidos: cuando Iglesias, en pleno debate de investidura, recordó a Felipe González y a los GAL.
Aquello fue un punto de inflexión, no sólo entre PSOE y Podemos, sino también en el seno de la formación morada. Hace unos días, en una entrevista para El Español, Íñigo Errejón, número dos del partido de Iglesias, reconoció que aquello no le gustó: "En ese debate, de hecho, se hizo famosa una cierta expresión en mi cara. Pero tengo que reconocer que hay que estar en esa situación y que era una situación en la que el clima se estaba enrareciendo y se estaba crispando por todas partes. Y cuando luego hicimos la evaluación, yo le dije que había cosas en las que teníamos que haber estado quizás más finos y más seductores".
En esos días de principios de marzo, la música de fondo apuntaba a un enfrentamiento interno entre partidarios de Iglesias y de Errejón, que culminó, semanas después, con el cese de Sergio Pascual como secretario de Organización. Una decisión de Iglesias que Errejón no compartió, tal y como expresó tras varios días de silencio y reflexión. "Es obvio que no lo comparto, pero no comparto todas las decisiones de mi secretario general y sigue siendo mi secretario general", dijo entonces.
A principios de esta semana, en una terraza junto a la periodista de la Cadena SER, Pepa Bueno, Iglesias recordó aquellos días: "Nunca dejamos de hablar, pero es verdad que cuando tienes una amistad construida con alguien durante muchos años y cuando hay, además, esa compenetración intelectual, un desencuentro político severo duele. Y nos dolió. Pero creo que hemos salido reforzados a partir de ahí. Creo que las desavenencias se resolvieron correcta y democráticamente, que tampoco pasa nada por disentir con un compañero y creo que la cicatriz nos ha hecho estar más fuertes".
Aprovechando ese momento interno en Podemos, desde el PSOE comenzó a lanzarse la idea de que sería más fácil negociar con Íñigo Errejón, interlocutor habitual en el Congreso como portavoz, que con Pablo Iglesias como líder del partido morado. También contestó a esto Iglesias a Pepa Bueno: "Yo no voy a consentir que le sitúen ahí porque le hacen daño a él y hacen daño a Podemos. Ya le gustaría al PSOE tener a Íñigo Errejón, pero le tenemos nosotros", aseveró Iglesias.
El fracaso de la investidura y la repetición de elecciones dio una segunda oportunidad a la confluencia de izquierdas que finalmente llegó en mayo, con el anuncio de la candidatura de Unidos Podemos. La coalición entre Podemos e Izquierda Unida se cerró con dos imágenes representativas: el abrazo entre Pablo Iglesias y Alberto Garzón y el posterior brindis con botellines entre ambos.
Era un avance de la campaña amable que han ido construyendo ambas formaciones desde que anunciaron su unión. Una campaña llena de sonrisas y tono sosegado, que el propio Iglesias ha tratado de personificar en sus intervenciones públicas. "Hemos relajado el tono y eso nos viene bien. Uno evoluciona, los años se notan y hemos madurado a golpes. Me siento muy a gusto con un tono moderado que funciona", dijo esta semana en declaraciones a 20Minutos.
Un cambio de registro que también tiene que ver con lo que comenzaron a apuntar las encuestas desde el anuncio de la confluencia, ya que todos los sondeos apuntan al 'sorpasso' de Unidos Podemos al PSOE, lo que podría acercar a Iglesias a la Presidencia del Gobierno.
"En estos dos años he hecho callo y he ensanchado espaldas. Eso me ha preparado para ser más sobrio y poder ser presidente", reconocía a Pepa Bueno un Iglesias tranquilo que, sin embargo, admitía lo siguiente: "si pierdo la capacidad de emocionarme, enfadarme o descojonarme, habré perdido algo fundamental".
Amén del tono, la confluencia también ha permitido a Iglesias dejar espacio a otros actores de la candidatura durante la campaña, como el propio Alberto Garzón o figuras destacadas como Mónica Oltra, Ada Colau e Íñigo Errejón. "Eso me permite dedicar más tiempo a preparar entrevistas y apariciones en medios que son enormemente difíciles", reconocía hace unos días.
En esas entrevistas, uno de los temas recurrentes ha sido qué es Pablo Iglesias: ¿comunista o socialdemócrata? "Nos hacemos mayores y cuando uno es candidato a la presidencia del Gobierno tiene que decir las cosas que puede hacer", respondía a Ana Pastor sobre este asunto.
Iglesias reconocía sentirse "orgulloso de haber sido un joven comunista" pero que "como candidato a la Presidencia del Gobierno" no se sentía comunista. "Cuando uno aspira a ser presidente del Gobierno en un país en el marco de la UE y de la economía de mercado, no se puede permitir ciertas provocaciones que se podía permitir cuando era enfant terrible", explicó.
Si uno es lo que hace, en los últimos meses Pablo Iglesias se ha hecho un político presidenciable que se ve tocando con los dedos la posibilidad de hacer historia este 26 de junio. Las urnas tendrán la última palabra.