Los cuatro evangelistas
Los españoles vuelven a las urnas el próximo 26 de junio tras el fracaso de los políticos en la brevísima legislatura. Parecía que todo estaba visto en esta nueva campaña, pero los electores han vivido por primera vez esta noche un debate electoral ‘a cuatro’. Y los protagonistas -Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Albert Rivera y Pablo Iglesias- han vendido sus conocidos evangelios entre codazos, pullas, ironías y dardos.
Todos tenían desde el principio un dato en la cabeza: un 32% de españoles no sabe todavía lo que va a votar. A pesar del cansancio que muestran los ciudadanos ante el bloqueo político, estos quince días serán determinantes para configurar otro Congreso con una aritmética parlamentaria endiablada en la que alguno de los bloques -ya no vale con uno mismo- debería salir vencedor. Escaños arribas, escaños abajo. Los aspirantes se han comprometido, por lo menos, a que no habrá terceras elecciones.
En este cuadrilátero los boxeadores han tenido que lanzar ganchos a izquierda y derecha, arriba y abajo, contra el más cercano y el más lejano. Las nuevas reglas del cuatripartidismo. La guerra de este 13 de junio ha estado dominada por las críticas económicas al Gobierno del PP, el bloqueo de los pactos y los casos de corrupción -momento en el que ha subido la temperatura en el plató-.
Una velada en la que se ha visto a un Rajoy vendiendo experiencia (“aquí no se viene a hacer prácticas”), a un Sánchez en busca de los votos de socialistas que le han dado la espalda y pueden provocar el sorpasso (“usted votó no” le decía al candidato morado), un Iglesias presionando al PSOE para forzar un Ejecutivo de izquierdas (“la mano tendida”, “el adversario es Rajoy”) y un Rivera queriendo distanciarse del PP -más bien de su líder- pero atacando con más vehemencia a Podemos (“el modelo griego no lo queremos para España”).
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“NO SOY YO, PEDRO”
¿Cómo se ha traducido este nuevo formato? El ritmo ha sido totalmente distinto al visto en los debates a dos a los que estaban acostumbrados los españoles. Los cuatro candidatos han salido desde el principio a no cometer errores, con un tono sobrio, dureza calculada. Todo encorsetado. La primera hora y media ha sido hasta monótona a ratos, solo animada cuando se interrumpían de vez en cuando. “No soy yo, Pedro”, le decía Iglesias al secretario general del PSOE cuando este le reprochaba que hubiera rechazado su investidura. Pero nadie llevaba un conejo en la chistera o una propuesta como golpe de efecto.
El debate -organizado por la Academia de la Televisión y moderado por los periodistas Vicente Vallés, Ana Blanco y Pedro Piqueras- se ha tensado después de más de una hora a raíz de la corrupción. “No nos tiremos los trastos”, le decía Rajoy a Sánchez como amenaza por los ERE. Rivera pedía “una reflexión” (su cabeza, se podría traducir) a Rajoy por su supuesta implicación en los papeles de Bárcenas. Sánchez contestaba con Juan Carlos Monedero y la beca de Íñigo Errejón cuando el líder de Podemos hablaba de los consejos de administración de socialistas como Elena Salgado. “Usted debería estar calladito” espetaba Rivera a Iglesias y le achacaba estar financiado por Nicolás Maduro. El ‘morado’ le comparaba con Manos Limpias. “Mentalidad inquisidora”, clamaba Rajoy sobre el naranja minutos después. Todos contra todos. La nueva y la vieja política se entienden muy bien en esa dimensión.
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Palabras… y mucha imagen. En un debate todos los aspectos cuentan, y algunas veces más que las frases rimbombantes. Rajoy ha ocupado el atril -a modo de púlpito evangelizador- en el extremo izquierdo, mientras que Pablo Iglesias estaba en el lado más derecho. En cambio sí se correspondían su posición geográfica con su ideología en los casos de Sánchez (centro izquierda) y Rivera (centro derecha). Los nuevos se han dejado la corbata en casa, en tanto que Sánchez y Rajoy sí han optado por este complemento (cada uno con el color de su partido, rojo socialista y azul pepero). Pistas para los votantes.
DUELOS A DOS, A TRES Y A CUATRO
Todo ello en un escenario que jugaba con los grises y azules atravesado con cuatro líneas con los colores de los partidos. Como si fueran gráficos de encuestas. ¡España es un constante sondeo! Y en esos barómetros ahora está de moda el sorpasso. La relación entre el PSOE y Podemos ocupa todas las portadas. Sánchez lo ha tenido claro: atacar a Iglesias por su ‘no’ a la investidura. En el PSOE confían en que muchos de sus votantes desanimados acudan in extremis a las urnas ante el miedo de que los morados les superen y tengan que hacer presidente a Iglesias. En cambio, el emergente ha intentado llevar hasta las cuerdas a Sánchez para lograr una promesa de coalición. No lo ha conseguido.
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Si ellos se enzarzaban por este asunto, Rajoy ha solicitado al resto que dejen gobernar al más votado. Su táctica pasa por un apoyo o abstención del PSOE después del 26-J. Desde Ciudadanos, se ha llamado a una gran coalición con socialistas y populares para hacer frente a los populismos. Muchas palabras, pero la ecuación sigue sin resolverse. Ni antes los focos.
Había gran expectación por la presencia de Rajoy. En las anteriores elecciones, el candidato del PP había rechazado este formato al entender que su rival era solo Sánchez. En esta ocasión, ha cedido dentro de su estrategia de polarizar la campaña entre la “sensatez” de su partido y la posible llegada a La Moncloa de los “radicales” de Podemos. El presidente del Gobierno en funciones ha sacado su lado más socarrón para enfrentarse al socialista. Contra Rivera ha arrojado el arma que más le gusta: la solicitud de rescate que proponía Luis Garicano. Y frente a Iglesias ha pronunciado en varias ocasiones el ejemplo de Grecia. Detrás de estos argumentos están los consejos de Pedro Arriola, Jorge Moragas y Carmen Martínez Castro.
En este juego, Iglesias ha rebajado el tono de sus mítines y ha suavizado las formas. Este 26-J Unidos Podemos quiere mostrar un lado más sonriente, eliminar los sesgos radicales que le achacan sus rivales. Las palabras más altas las ha empleado en el momento de la corrupción. Ahí sale a ganar sin dificultades ante los viejos partidos. También se siente cómodo en este terreno Rivera, al que se ha visto con más tablas que en su trémula intervención en Atresmedia el pasado 8 de diciembre.
Rivera ha llegado más motivado a este encuentro. Durante el trayecto hasta el Palacio Municipal de Congresos, ha estado escuchando el himno del Sevilla interpretado por El Arrebato. Cosas que influyen y no saben los espectadores. Sánchez lucía en su muñeca una bandera arcoíris como muestra de solidaridad a las víctimas de Orlando. Y Rajoy llevaba -para no perderse- pósits con las ideas.
Los cuatro evangelistas han vuelto a hablar a España, que ya ha experimentado un nuevo formato de debate. Los ciudadanos saben lo que les prometen desde los púlpitos políticos. Lo que ignoran es quiénes pactarán y gobernarán el país a partir del 27-J.