Por qué hay miles de niños en centros de acogida a la espera de una familia en España
“Todo niño necesita al menos un adulto que esté loco por él”. El psicólogo Urie Bronfenbrenner simplificaba en 12 palabras un elemento clave para cualquier persona: el amor es la base de la salud mental.
Esta realidad es sólo una quimera para los entre 13.000 y 18.000 niños que viven en centros de acogida en España y que, pese a haber más de 30.000 familias en nuestro país inmersas en procesos de acogimiento o adopción nacional e internacional, ven cada día más difícil encontrar un hogar. ¿Qué motiva esta aparente incoherencia?
Por un lado están quienes acusan al Gobierno en funciones de bloquear los procesos con su inacción. Por otro el Ejecutivo, que achaca la lentitud de las adopciones a que casi todas las familias quieren bebés sanos y a la ralentización mundial de los procesos de adopción.
Entre los primeros, una de las voces más críticas es la de la jurista y presidenta de la asociación Familia de Colores, Susana Morales, quien culpa a la Administración de impedir las adopciones con su Ley de la Infancia, carente de desarrollo y presupuesto. “El Gobierno en funciones, ante la dificultad legislativa del asunto, piensa que lo haga el que venga detrás”, clama la jurista.
El Ejecutivo niega la mayor y achaca el problema a una cuestión cultural y no legal. Salomé Adroher, directora general de Servicios para la Familia y la Infancia, plantea una paradoja: España tiene una tasa muy alta de menores en “residencias” mientras que, en paralelo, es el segundo país que más adopta fuera de sus fronteras.
Por ello, Adroher ve necesario un “cambio cultural” que potencie el “acogimiento familiar” de los niños frente a su ingreso en “residencias”. El acogimiento familiar otorga la guarda de un menor a una familia que tiene la obligación de cuidarlo, alimentarlo y educarlo por un tiempo. Se busca así integrarlo en una vida familiar que sustituya temporalmente a la suya. A su juicio, este es el espíritu de la nueva Ley de Infancia, que facilita y acelera la entrega de los niños a las familias al llevarla por la vía administrativa y saltarse la judicial.
Sin embargo, el acogimiento familiar no convence a la presidenta de Familias de Colores, quien defiende que “los niños tienen derecho a que una familia se haga cargo de ellos y les ceda sus apellidos“.
CARENCIA DE BEBÉS SANOS
El objetivo del 90% de las familias adoptantes son los bebés sanos, según datos del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. Sin embargo, el perfil de los menores de los centros de acogida en España es muy diferente. El 90% de los niños tiene más de seis años, son grupos de hermanos o sufren alguna patología. Este desequilibrio lleva a que los procesos de adopción nacional duren, en el mejor de los casos, entre los siete y los diez años.
Para Morales, este escenario es culpa de la Administración que no promueve las adopciones de menores de más de seis años: "Crecen solos en los orfanatos y cuando cumplen 18 años los echan a la calle con una pensión de orfandad de 300 euros”, lamenta la presidenta de Familias de Colores.
La directora general de la Familia apunta que “bebés sanos ya no los hay ni en España ni en el extranjero”, por lo que reconoce que “hay que hacer un esfuerzo para explicarlo” y potenciar el acogimiento familiar. En este sentido, Adroher defiende que esos chicos de 18 años que pasan su vida en un centro de protección son una “asignatura pendiente” fruto de haber priorizado, precisamente, el acogimiento residencial frente al familiar.
‘BOOM’ DE LA ADOPCIÓN INTERNACIONAL
España se subió muy tarde al tren de la adopción internacional pero, en diez años, se puso a la cabeza del mundo. Este incremento, unido al bajón de niños disponibles para la adopción internacional, ha desembocado en que los procesos sean interminables en nuestro país.
La presidenta de Familias de Colores culpa de esta tendencia a la “dejadez de las autoridades”, que mantienen cerrados a la adopción 45 países donde sí actúan Alemania, Francia o los países nórdicos. España tiene abiertos ahora 35 países para la adopción internacional, si bien el 89% de los niños que llegan vienen de ocho: China, Rusia, Vietnam, Filipinas, Etiopía, Colombia, India y Bulgaria.
"Es una vergüenza que haya niños muriéndose en países del tercer mundo mientras que aquí 33.000 familias no tienen dónde adoptar”, lamenta Morales, quien recuerda a los políticos que los últimos seis meses de negociación estéril “está perjudicando a miles de menores”.
En este punto, Adroher defiende que cuando España no firma un convenio con otra nación es porque faltan garantías y recuerda el episodio de niños robados que vivió nuestro país entre 1950 y 1990. “Si criticamos lo que nos sucedió no podemos ahora, como Administración pública, dirigirnos a lugares donde la adoptabilidad del niño no sea clara”, explica.
Por contra, la directora general de la Familia cree que el problema está en la sobredimensión de una estructura diseñada en pleno boom de las adopciones internacionales y que no responde a las necesidades actuales. “Las 40 Entidades Colaboradoras de Adopción Internacional (ECAI) —intermediarias entre las familias adoptantes y los países de origen de los niños—, entre ellas Familias de Colores, pero las otras 39 también, tienen serios problemas de viabilidad”, destaca Adroher.
UN CALVARIO PARA LAS FAMILIAS
“España está llena de habitaciones vacías y Etiopía está llena de orfanatos llenos”. Beatriz y Gastón, una pareja de Madrid padres de una hija biológica de 11 años, llevan cinco subidos en la montaña rusa que supone adoptar a un bebé etíope.
El proceso de adopción internacional sólo es posible a través de una ECAI, con las que se firma un contrato por obra y servicio por una cantidad de dinero que, a priori, era la adecuada cuando los procesos con Etiopía duraban dos años.
El problema es que su adopción ya se alarga un lustro, lo que mantiene estrangulada económicamente a su ECAI, que invierte los recursos aportados por las familias en proyectos en los países de origen para mantener los flujos de adopción en marcha. De los 12.000 euros que, por ejemplo, vale por contrato un proceso de adopción de un niño etíope, el 30% se abona por las familias al inicio del proceso y el resto cuando se produce la asignación.
Esa cantidad es con lo que la ECAI lleva subsistiendo cinco. “Lo peor es que no podemos adelantarles más dinero porque la ley no lo permite, por lo que sobreviven más por voluntad que por otra cosa”, resalta Gastón.
En esta situación límite, la única alternativa de financiación para que las ECAI no tengan que tirar la toalla pasa por organizar actividades benéficas. “No estamos pidiendo que nos paguen nuestra adopción”, afirma Beatriz, quien reclama a los políticos que tengan en cuenta otras fórmulas de familia a la hora de repartir ayudas: “Estamos tratando de niños que ya existen, que requieren ayuda, y de familias que los necesitamos [...], tener aquí a nuestro niño es completar, por fin, nuestra familia”, destaca.
”Es cierto que hay muchas familias esperando”, asume Adroher, quien reitera que el problema es de la estructura sobredimensionada que durante años inundó de solicitudes a los países: “Salían un 1% de los niños, lo que ha generado mucha frustración”, argumenta.