Alberto Garzón, "el republicano"
Cuando Alberto Garzón pisó por primera vez la sede de Izquierda Unida en Rincón de la Victoria (Málaga) solo había una mesa de madera y una silla de plástico. Algunos compañeros fueron al vertedero a por muebles, otros pidieron a amigos y empresas material. El calendario marcaba 2003. Izquierda Unida estaba en un proceso de reconstrucción.
El 'institutero' Alberto siempre llevaba los apuntes en una carpeta con las pegatinas de su universo: la icónica imagen del Che, el “No a la guerra”, una bandera republicana, alegorías del ejército zapatista, una viñeta de apoyo al pueblo palestino y símbolos antifascistas.
Por aquel año, Garzón no se perdía ni una columna de Javier Ortiz en El Mundo, devoraba los textos de Robert Fisk y escuchaba constantemente la Cadena Ser. Participaba activamente en las movilizaciones contra la intervención de España en Irak y su único contacto con el mundo de la política había sido con organizaciones anarquistas. Las ganas de cambiar el mundo ya le corrían por las venas.
Sus padres -un profesor de Geografía e Historia y una farmacéutica- no eran activistas de ningún partido, pero habían inculcado a sus hijos a lo largo de los años principios basados en la fraternidad y en la justicia social. Garzón (Logroño, 1985) sacaba aquellos días buenas notas especialmente en Informática y en Historia.
LAS TARDES DEL TIEMPO Y LA MEMORIA
Una tarde a punto de llegar el verano de 2003, sin saberlo, le cambiaría el rumbo de la vida. Quedó con dos militantes de IU, Nines y Concha, para que le explicaran cómo funcionaba Izquierda Unida. Desde entonces, empezó a participar en las asambleas de la federación en el municipio, comenzó a levantar aquella agrupación, que acaba de conseguir un concejal en las municipales. Con el tiempo, sus compañeros empezaron a llamarlo “el republicano”.
Si muchos jóvenes van atemperando con el tiempo sus ideas, Garzón fue afianzando sus postulados sobre la injusticia del actual sistema capitalista durante sus largas horas de estudio posteriormente en la universidad. Cuando en 2006 terminó de leer El tiempo y la memoria, de Julio Anguita, tomó otra decisión que marcaría su vida: afiliarse al Partido Comunista de España (PCE).
Han pasado justo diez años, y Garzón no se imaginaba entonces lo que va a pasar este fin de semana: asciende a lo más alto de Izquierda Unida como coordinador federal. Va a ocupar el mismo puesto que en su día tuvo su venerado Anguita, al igual que Gerardo Iglesias, Gaspar Llamazares y Cayo Lara.
Garzón toma las riendas de la federación a escasos días de que comience la campaña electoral para el 26-J y en un momento clave para la izquierda española. Tras el fallido intento del pasado mes de diciembre, Izquierda Unida y Podemos concurrirán juntos con la intención principal de dar el ‘sorpasso’ al PSOE y convertirse en la principal alternativa progresista frente al Partido Popular.
La llegada de Garzón hasta la cima ha sido un proceso correoso, sobre el magma de Izquierda Unida, en el que conviven familias cainitas y removido voluptuosamente por el futuro de su relación con Podemos. ¿Desaparecerá Izquierda Unida? ¿Debe evitar a los morados? ¿Confluir solo electoralmente? Han sido preguntas que han recorrido a la organización desde la aparición de los de Pablo Iglesias y su fulgurante irrupción en las elecciones europeas. Y la tensión no ha faltado.
Desde algunos sectores de Izquierda Unida se ha acusado a Garzón de “vender” a esta histórica federación a Podemos. Él siempre ha defendido la supervivencia de la misma, pero a la vez ha remarcado la necesidad de unir fuerzas con otros partidos y movimientos en un momento de crisis y de reinvención de la sociedad. Aplausos y pitos internos.
Al final, los militantes han apoyado el camino de Garzón. El 84,3% de los afiliados dio su visto bueno a unirse con Podemos en las listas -el nuevo líder irá como número cinco por Madrid- y el 74,7% ha respaldado a su equipo para renovar la dirección de Izquierda Unida en la consulta previa.
"UNA IU MÁS PEGADA A LOS CONFLICTOS SOCIALES"
Según comentan a El Huffington Post fuentes cercanas a Garzón, en esta nueva etapa se va a buscar una “organización más pegada a los conflictos laborales y sociales, no tan volcada en las instituciones y en los procesos electorales”. Hay que ir directamente “a las necesidades de la ciudadanía”.
Estas ideas han impregnado siempre el discurso de Garzón, que ganó relevancia precisamente por su participación en el 15-M. Formó parte de la comisión de economía de Sol -aunque casi siempre no de forma presencial- y fue uno de los rostros más visibles de las charlas en la plaza de la Constitución de Málaga.
Otro de los momentos que han marcado su trayectoria fue cuando le llamaron para participar en el programa 59 segundos de TVE en un especial dedicado a la juventud. Lo hizo como representante del movimiento ATTAC y su vinculación con el 15-M. Un vídeo con sus intervenciones hablando de economía en aquel espacio televisivo se hizo viral y su nombre empezó a sonar entre distintos compañeros de IU para que encabezara la lista al Congreso por Málaga en las elecciones de noviembre de 2011. Era el momento del salto a la política institucional.
Se convirtió en el diputado más joven de aquella legislatura (2011-2015) y su popularidad comenzó a crecer. Sus intervenciones eran seguidas con atención y además tenían gran repercusión en las redes sociales. Como los políticos de su generación, entendió rápidamente la importancia de estar presentes en los medios y ha sido habitual verlo de contertulio en los programas políticos.
Paralelamente a su crecimiento en la vida parlamentaria, extramuros se fue creando Podemos. Él es amigo personal de Pablo Iglesias, que fue asesor precisamente de Izquierda Unida y con el que ha mantenido largas y profundas conversaciones sobre la política y el futuro de la izquierda. Esto también le ha costado muchas críticas internas. “No se puede entregar IU en un piso en Lavapiés”, dice una fuente de Izquierda Abierta -el sector liderado por Gaspar Llamazares-.
Garzón ha reconocido que nunca pensó que Podemos pudiera alcanzar tanta potencia. De hecho, ha confesado que ni los propios miembros morados lo creían. Sólo uno le dijo que iba a ser un partido rompedor, Juan Carlos Monedero. Alberto iba con su pareja, Anna, por el barrio madrileño de Lavapiés cuando se lo encontraron y les dio su pronóstico: Podemos superaría en diputados a IU y el siguiente paso sería evitar la desaparición de la federación.
Ahora Iglesias y Garzón vuelven a remar juntos. Garzón lo hace desde el quinto puesto de la lista y con la fuerza de ser el político mejor valorado por los españoles -según el Centro de Investigaciones Sociológicas-. Pero con la asunción del liderazgo también tendrá que saber manejar la siempre explosiva IU.
“A Alberto nunca lo he visto enfadado, ni dice malas palabras. Es muy diplomático, a pesar de que lo han criticado desde sectores de IU, y también desde fuera. El PP lo ha llegado a llamar payaso y jabalí. Aunque le hayan provocado e insultado, jamás ha tenido una expresión fuera de tono. La gente valora a un dirigente así, con este talante y ese respeto”, comenta una de las personas que conforman su círculo más íntimo.
Sus allegados destacan algunos de sus rasgos: “coherencia, compromiso, formación y responsabilidad”. “La ciudadanía lo percibe. Desarrolla una política responsable. Cuando ha tenido reuniones con personalidades con las que hay una discrepancia total, como la casa real o de partidos en las antípodas, todos reconocen sus educación y su criterio. A la gente le genera mucha confianza, siempre explica y razona cualquier decisión que toma. Te explica el fondo de filosofía política y de economía que hay detrás, aporta seguridad al votante”, dicen desde su entorno.
Arranca ahora una nueva etapa de Izquierda Unida en la que también la media de edad de la dirección bajará con la llegada de Garzón. Junto a él, toma la sala de máquinas un círculo de dirigentes fieles en el que sobresalen nombres como Marina Albiol, Toni Valero, Clara Alonso, Sira Abed e Ismael González.
Aquel joven compañero llamado “el republicano” ya tiene en sus manos Izquierda Unida. Y su futuro.