Cruz Roja alerta al mundo de los "sistemáticos y deliberados" ataques contra centros sanitarios
Este 8 de mayo, domingo, es el Día de la Cruz Roja. Una jornada para recordar lo hecho y reivindicar lo que falta por hacer. Para hablar de la pelea de la organización que va de lo micro a lo macro, de la asistencia a personas sin recursos o prostitutas en cualquier ciudad española a la intervención en los grandes conflictos armados del planeta.
Este año la jornada llega con un logro importante sobre el papel, que ahora tiene que ponerse en práctica con urgencia: la aprobación de una resolución en el Consejo de Seguridad de la ONU para proteger los centros sanitarios (hospitales, consultorios, ambulancias...) de ataques en zonas de conflicto. El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) ha conseguido, junto a Médicos Sin Fronteras (MSF), que por unanimidad se dé luz verde a un texto que exige a los combatientes que respeten las normas internacionales y protejan los servicios sanitarios en las guerras, abiertas o soterradas, y recuerda a los gobiernos la responsabilidad que tienen de hacer que estas normas se cumplan.
Su exigencia se produce, más allá de en su día anual, en un contexto de enorme indignación internacional por los ataques que se están conociendo contra infraestructuras sanitarias, esenciales en zonas de combate. Los dos últimos han causado la muerte de al menos 64 personas en dos ataques a hospitales de Alepo (Siria), uno de ellos asistido por MSF.
Cruz Roja ha hecho balance, sin embargo, y la conclusión es clara: no estamos ante una excepción, sino ante una regla, ante ataques "sistemáticos y deliberados", "sostenidos", contra servicios esenciales para los civiles inocentes.
2.400 ATAQUES
Sólo entre 2012 y 2014, y en 11 países diferentes, el CICR ha documentado 2.400 ataques contra miembros de personal sanitario, pacientes e instalaciones y medios de transporte médicos. En un informe redactado por su presidente, Peter Maurer, y remitido a Naciones Unidas, se explica que "está generándose una peligrosa tolerancia" respecto a estos ataques, que comienzan a ser vistos como una "norma", algo inevitable en tiempo de guerra.
Ante la "complejidad" de los conflictos actuales, indica, "tanto la población como las infraestructuras civiles son objetos de ataque", incluyendo lugares que antes se consideraban casi santuarios, fortalezas en las que los civiles podían guarecerse o incluso lograr servicios esenciales, como es el caso de las instalaciones de salud, las escuelas, los mercados... Ahora, denuncia Cruz Roja, se están convirtiendo en "objetivos válidos".
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La estadística de Cruz Roja se planta en 2014, porque aún no hay datos realmente verificados del tiempo transcurrido desde entonces. Sin embargo, Maurer indica en su texto, firmado junto a Joanne Liu, presidenta de MSF, que sólo en 2015 65 hospitales y ambulatorios de esta última ONG han sufrido hasta 106 bombardeos y ataques de mortero.
Más aún: la Organización Mundial de la Salud (OMS), un organismo de la ONU, sostiene que 654 trabajadores sanitarios han sido asesinados en Siria desde que comenzó el conflicto en marzo de 2011 -primero con manifestaciones sofocadas violentamente por el régimen y, luego, en una guerra abierta entre opositores a Damasco y tropas leales, más grupos islamistas surgidos en paralelo-. Hoy, casi el 60% de los hospitales sirios están fuera de servicio o funcionan sólo parcialmente.
"Seamos claros. No siempre se trata de daños colaterales", denuncia Cruz Roja. En demasiados casos, se trata de agresiones "sistemáticas y deliberadas", absolutamente ilegales, que van contra el derecho humanitario. "Somos testigos de un ataque sostenido contra la prestación de asistencia de salud en conflictos armados, así como una falta total de respeto por esta actividad", lamenta la organización.
En cuanto a los culpables de semejantes atentados, hay de todo, según el CIRC. Desde fuerzas armadas regulares hasta grupos insurrectos, guerrillas, bandas terroristas y "sí, incluso gobiernos que integran las Naciones Unidas".
A la petición de Cruz Roja para frenar estos ataques se han sumado organizaciones profesionales como la Médica Mundial, el Comité Internacional de Medicina Militar o el Consejo Internacional de Enfermería, organismos que aglutinan a más de 30 millones de sanitarios de todo el mundo que reclaman que se protejan estas instalaciones y a su personal y pacientes, que se prevengan nuevos ataques, se blinde jurídicamente el estatus inviolable de estos centros, se forme a las Fuerzas Armadas para respetarlos sin excepción y, en caso de que se produzcan agresiones, se investigue en profundidad lo ocurrido.
"El médico de nuestro enemigo no es nuestro enemigo", el derecho internacional dice que un sanitario ha de asistir a cualquier persona, independientemente de su bando, y tampoco se le puede castigar por hacer su labor, aunque sea en beneficio del adversario, recuerdan.
Eso no fue lo que ocurrió en algunos casos rescatados por Cruz Roja y que revelan la injusticia y el daño de pone en la diana a quien trata de cuidar y salvar vidas.
El pasado octubre, EEUU bombardeó un hospital de MSF en Kunduz (Afganistán), un ataque que dejó 42 muertos entre sanitarios, pacientes y acompañantes. Los norteamericanos, la semana pasada, confirmaron que la instalación estaba en la lista de objetivos "a no bombardear", que tenían las coordenadas claras y sabían dónde se ubicaba. Sin embargo, en Pentágono afirmó a su vez que "el hecho de que no fuese intencionado lo exime del ámbito de constituir un crimen de guerra deliberado", por lo que no habrá mayores consecuencias por su acción, más allá de sanciones leves impuestas a 16 de los militares que llevaron a cabo la operación. Es poco probable que a alguno de ellos este borrón en el expediente acabe por costarle la carrera.
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Sanitarios de MSF, tras el ataque de EEUU contra su hospital en Kunduz (Afganistán).
"Las víctimas murieron calcinadas, los sanitarios se operaban unos a otros en mitad de los escombros, los escritorios se convirtieron en camillas y mesas de operaciones... Era un lugar de curación que casi debería entenderse como un santuario y fue objetivo de un ultraje", señaló entonces la ONG. Ahora los vecinos tienen que acudir a otra ciudad que está a dos horas y media de distancia.
En Sudán del Sur, en la región del Nilo Superior o Alto Nilo, la cadena de ataques contra instalaciones sanitarias es constante. Los hospitales son quemados o saqueados de forma habitual en localidades como Bar, Malakal, Bentiu, Nasir y Leer, donde los milicianos entran en las habitaciones y matan a tiros a los pacientes.
En esta última ciudad, informa Cruz Roja, se produjo el caso más grave en 2013, con la muerte de al menos 58 personas. El hospital atacado era también de MSF y prestaba servicios de cirugía, seguimiento de VIH, tuberculosos y desnutrición infantil. Las 270.000 personas que recibían asistencia en estas instalaciones se quedaron sin lugar al que ir.
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Aunque justo se acaba de presentar un gobierno de unidad en Sudán del Sur, sigue la violencia en el país, en un conflicto enquistado. Desde su independencia de Sudán en julio de 2011, Sudán del Sur vive una situación de inestabilidad que se acentuó con el inicio del conflicto interno, en el que se calcula que han muerto cientos de miles de personas.
En el verano de 2014, la ofensiva de Israel contra Gaza, Margen Protector, dejó más de 2.200 muertos y unos 11.000 heridos, según datos de la ONU. Entre ellos, mil niños que sufren ya una discapacidad permanente por la gravedad de sus heridas o por la deficiente atención médica posterior. Y es que el único centro para rehabilitación, el Al Wafa, quedó cerrado por derribo.
Fue uno de los al menos cinco hospitales y 34 centros médicos que sufrieron los bombardeos de Tel Aviv en respuesta a los cohetes de las milicias palestinas, que quedaron seriamente dañados o inservibles. Una veintena de miembros de los servicios médicos y de urgencias murieron en el ejercicio de su deber y decenas más resultaron heridos.
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Un doctor revisa los daños causados en el hospital Al Aqsa de Gaza.
La lista que recuerda Cruz Roja es larga: el 9 de julio Israel golpeó el Hospital Europeo de Khan Younis; el 18 el Al Wafa; el 21 el de Al Aqsa; el 25 en de Beit Hanoun y el Durra, el infantil; el 28 de julio cargó contra el Al Shifa... Siempre alegando lo mismo: que dentro o en un sótano de estos centros tenían la "seguridad" de que se encontraba escondido un arsenal de Hamás o la Yihad Islámica.
Los casos que denuncia Cruz Roja se pueden marcar en el este y en el oeste de un mapamundi, en el sur y en el norte. Porque, lamentablemente, son moneda corriente. Se calculan no menos de 30 ataques en Siria e Irak, sobre todo en incursiones contra rebeldes o islamistas que dominan determinadas zonas. En el último año, sólo en Siria, se han bombardeado cinco centros en Alepo, otro en Deraa (dos veces), el hospital de Homa (atacado por fuerzas rusas apenas unos días después de que EEUU hiciera lo propio en Kunduz...). En Irak, el hospital de Faluya quedó sin uso en 2014 por un ataque del propio Gobierno en zona disidente.
En la memoria, también ataques incomprensibles como los del centro de Mobaye, en la República Centroafricana o el de Krasny Liman, en Ucrania -sí, en Europa-; en ambos casos, grupos insurgentes acabaron con la vida de 23 y 25 personas, respectivamente. En el último caso, se expropiaron las ambulancias y se emplearon para transportar a combatientes, denunció Human Right Watch.
Naciones Unidas sostiene que todos estos ataques podrían catalogarse como crímenes de guerra.