Día Internacional de la Danza: las increíbles poses de bailarines en las calles de Cuba
En Cuba, el ballet se considera algo así como un tesoro nacional. Se dice que los bailarines de la compañía de Ballet Nacional de Cuba, dirigida por Alicia Alonso, ganan más dinero que los médicos y tienen un séquito de seguidores sólo comparable al de las estrellas del pop estadounidenses. El Gobierno cubano no sólo financia la formación en ballet, sino que también subvenciona las entradas para espectáculos. A los amantes de la danza en Cuba les gusta afirmar que llevan el talento en el ADN.
"Aquí en La Habana se puede ver a cualquier persona en la calle bailando tan bien como muchos profesionales", explica la coreógrafa del Ballet Rakatan Nilda Guerra al diario británico The Guardian.
"Antes, el ballet en Cuba era una extravagancia marginalizada. Ahora, los hombres de uno de los países más machos del mundo reclaman a gritos su derecho a ponerse las mallas de baile", relata The New Times en un artículo de 2005. El bailarín cubano Carlos Acosta reitera este sentimiento: "Yo quería jugar al fútbol y era el típico niño indomable. Pero cuando vi a los profesionales de la Escuela de Ballet Nacional de Cuba actuar por primera vez, me cambió la vida para siempre".
El fotógrafo Omar Robles lleva un tiempo embelesado con el patrimonio de la danza en el país. Hace poco viajó a Cuba para explorar a los hombres y las mujeres que han hecho de la danza un principio de vida.
"En los últimos dos años me he centrado casi exclusivamente en fotografiar a bailarines de ballet con escenarios urbanos de fondo", explica Robles en su blog. "Cuba cuenta con una de las compañías de ballet más prestigiosas del mundo; por eso desde hace tiempo soñaba con visitar la isla. Sus bailarines están, directamente, entre los mejores del mundo. Puede que sea porque llevan el movimiento y el ritmo en su sangre afrocaribeña, pero sobre todo por la escuela rusa de entrenamiento, que es parte de su herencia".
Las fotografías resultantes, incluidas en su cuenta de Instagram, captan este talento artístico que despunta en las calles, ofreciendo una preciosa —y casi surrealista— visión que demuestra hasta qué punto el ballet está arraigado en la isla. La edición estadounidense de The Huffington Post realizó una breve entrevista a Omar Robles en la que explica cómo se introdujo en la fotografía y cómo su viaje a Cuba influyó en su trabajo.
¿Cuáles son tus orígenes? ¿Dónde naciste y cómo entraste en la fotografía?
Nací en Puerto Rico en agosto de 1980. Me mudé a Estados Unidos en 2011, primero a Chicago y luego a Nueva York en 2013. Empecé con la fotografía cuando acabé mi grado en Artes visuales y Comunicación. La fotografía entraba dentro de mis estudios. Cuando lo probé, me di cuenta de que, al igual que el mimo, la fotografía era un medio maravilloso para la comunicación no verbal. Aunque me permitió captar emociones fugaces y contar una historia más duradera de lo que podía conseguir con el mimo.
Hablando del mimo: ¿me puedes contar algo más sobre cómo influyó Marcel Marceau en tu fotografía?
Marceau tenía mucho que decir. Por ejemplo, a veces nos decía: "Nunca dejes que un mimo hable, porque nunca se callará". Era una broma, pero lo que quería enseñarnos era que, como artistas, debemos ser elocuentes dentro de la simplicidad. Ser económicos con nuestros movimientos y ser capaces de evocar la emoción en vez de mostrarla. Esto se quedó marcado en mi ADN artístico, y ésa es la fórmula con la que intento crear, incluso cuando fotografío.
¿Cómo y cuándo decidiste lanzarte a la fotografía callejera con bailarines?
Fue hace unos dos años y medio. Había estado trabajando en un portfolio con fotografía en las calles y fotografía documental. Una parte de mí echaba de menos mi experiencia en la actuación. Fotografiar a bailarines empezó a ser una forma de conciliar la actuación con mi fotografía.
¿Qué te trajo a Cuba?
Pude venir a Cuba gracias a una beca de la Bessie Foundation. Llevaba un tiempo soñando con ir a la isla. Históricamente los bailarines cubanos han estado entre los mejores del mundo, y éste es uno de los motivos por los que quería ir. Al mismo tiempo, Puerto Rico y Cuba tienen una fuerte conexión.
¿Cómo describirías tu experiencia ahí, en el país y con los bailarines?
Sólo puedo decir que me ha cambiado la vida. Su filosofía y su respeto hacia el prójimo es increíble. Se valora mucho la cultura y el arte y es fácil ver cómo esto ha marcado un antes y un después en la perspectiva del país. A pesar de todas sus luchas, la atmósfera en Cuba sigue siendo optimista. Fue ese optimismo lo que más se me quedó clavado. Los bailarines tienen un gran sentido del autorrespeto y el orgullo, principalmente debido a la actitud del país hacia las artes. Esto también me marcó.
Este artículo fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Marina Velasco Serrano