Arte para combatir la indiferencia frente a la lapidación

Arte para combatir la indiferencia frente a la lapidación

Sigue siendo una práctica ejercida en países de África, Asia y Oriente Medio, pero preferimos desviar la mirada ante la dureza del espectáculo que genera: mujeres enterradas hasta el cuello que reciben las piedras de sus convecinos en castigo por su delito, hombres clavados en la tierra hasta la cintura sometidos al mismo tormento. Una pena fanática que en muchas ocasiones se aplica, incluso, sin juicio previo o con un remedo de proceso.

La lapidación es un medio de ejecución que viene de muy antiguo y consiste en que los asistentes lancen piedras contra el reo hasta matarlo, la pena de muerte con crueldad al cubo. Como una persona puede soportar golpes fuertes sin perder el conocimiento, la lapidación puede producir una muerte muy lenta. Esto provoca un mayor sufrimiento en el condenado, y por ese motivo es una forma de ejecución que se abandonó progresivamente —junto con medidas como la tortura— a medida que se iban reconociendo los derechos humanos. Pero que sigue viva. Y que no vemos

Para combatir ese silencio y esa indiferencia, el escultor madrileño Pablo Camps ha creado una obra llamada Stoning, que se expondrá en el Ayuntamiento de San Javier (Murcia) del 22 de abril al 2 de mayo, con la que trae a Occidente esa herida abierta que sufren, sobre todo, las mujeres.

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La obra, seleccionada para la XIII edición del Festival IMAGINA, se compone de nueve metros cuadrados, en cuya superficie 200 kilos de piedras de mármol blanco ensangrentadas rodean el busto de la ajusticiada, un busto femenino de barro cocido a baja temperatura cubierto por una sábana blanca atada con una soga.

"Tuve la idea a raíz de una información que leí, que me afectó muchísimo. ¿Cómo podía aceptarse una práctica así?", explica Camps a El Huffington Post. Tras una primera versión menos contundente, optó por hace algo que "plasmase mejor la realidad", apostando por una obra "muy real", directa.

En su composición, sostiene, es importante el alrededor, la crudeza de la obra rodeada del "silencio e indiferencia" de la lapidación. "Me interesaba mucho trasmitir la soledad y la impotencia, todo lo que ya viene siempre acompañando al hecho de quitar la vida a una persona y tratar de ocultarlo. Esta práctica va contra el origen, es una falta de respeto al derecho a la vida", relata.

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Camps ha apostado por este tema porque es "muy plástico": muestra la "crueldad extrema" de una muerte agónica y, además, la prevalencia del hombre sobre la mujer "incluso en el momento del castigo y la muerte". Ellas, forzosamente, van a ser heridas en la cabeza, mortalmente. Ellos pueden recibir pedradas en el torno o los brazos, y quizá, moribundos, sean indultados.

El artista lamenta la ceguera del mundo al reconocer lo que ocurre en estos casos, pero también defiende a las organizaciones como Amnistía Internacional o HRW, que pelean por denunciarlos. "Yo lo he pasado muy mal en el proceso de creación, he leído muchos de estos informes valientes y la sensación es de angustia, pero no llega a los medios. Espero que sirva para zarandear a los espectadores".

LOS "CRÍMENES DE HONOR"

Unas 20.000 mujeres mueren cada año a manos de sus familiares en todo el mundo, víctimas de los denominados “crímenes de honor”. Son tiroteadas, apuñaladas, degolladas, envenenadas, decapitadas, electrocutadas, quemadas, enterradas vivas y lapidadas, como en la obra de Pablo Camps.

Se les aplica este castigo por su comportamiento "impío, inmoral, indecente o pervertido". Sólo su sangre, dicen sus asesinos, puede limpiar la reputación del clan. El delito de estas mujeres es su valentía: la de contravenir la tradición y la costumbre, bien sea defendiendo su derecho a vestir de una manera, a estudiar una carrera, a dedicarse a un empleo mal visto entre los suyos, o eligiendo una vida sentimental y sexual libre, renegando de los matrimonios forzados, de las alianzas que se tornan en palizas e insultos, de las expectativas de su comunidad.

Un estudio elaborado por Phyllis Chesler, profesora emérita de Psicología del Richmond College de la Universidad de Nueva York, indica que la ONU calcula que hay 5.000 mujeres muertas por crímenes de honor al año, con una media de edad de 23 años. Sin embargo, sólo en India o Pakistán ya se registran mil en cada uno, por lo que tanto Human Right Watch como Amnistía Internacional manejan como más acertada la cifra de 20.000, afinada por el periodista del The Independent Robert Fisk tras una investigación de campo que le llevó a cinco países en 2010.

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