15 datos sobre Miguel de Cervantes que (seguramente) desconocías
Nació en Alcalá de Henares (Madrid), es autor del Quijote, llevaba gola, era manco y murió un 23 de abril. Poco más se suele saber de Miguel de Cervantes —y al menos dos de estas afirmaciones son falsas—, pero ahora que se conmemora el cuarto centenario de su muerte, parece que empieza a crecer el interés por su figura.
Para celebrar tal efeméride, la Biblioteca Nacional de España y Acción Cultural española han organizado una muestra titulada Miguel de Cervantes: de la vida al mito (1616-2016), con la que acercan a Cervantes desde tres ejes: el hombre, el personaje y el mito. "Es la exposición más importante que se rinde al escritor", asegura Elvira Marco, directora general de Acción Cultural. "Quien quiera entrar en su mundo esquivo, que venga aquí, porque pronostico que no se volverá a repetir algo así", añade Javier Gomá, asesor de la muestra.
Por su parte, José Manuel Lucía Megías, comisario de la exposición, explica que el objetivo es "bajarlo de las peanas y los atriles de bronce para volver a mirarlo a los ojos, para responder a sus desafíos", al mismo tiempo que reivindica al escritor alcalaíno como "la marca España más prestigiosa y necesaria en estos momentos".
Ha llegado la hora de rascar un poco más para (re)descubrir a quien allá por el siglo XVII escribió sobre aquel lugar de la Mancha en cuyo nombre nadie se pone de acuerdo. A continuación, 15 curiosidades desconocidas sobre Miguel de Cervantes Saavedra:
Durante la Guerra Civil Española, la iglesia de Alcalá de Henares donde bautizaron a Miguel de Cervantes fue asediada. Por suerte, poco antes, el cura de la parroquia había rescatado su partida de nacimiento y la había guardado en una caja de galletas metálica que un amigo soldó y metió en un pozo, donde permaneció encerrada durante tres años.
El documento quedó intacto y muy pocas veces ha salido del Ayuntamiento de Alcalá de Henares, pero ahora se expone en la muestra De la vida al mito.
En la exposición también se exhiben —por primera vez— los once autógrafos que se conservan de Miguel de Cervantes en España (hay otros tres en Estados Unidos robados del Archivo General de Simancas en el siglo XVIII). Según explica Lucía Megías, son documentos fechados entre 1582 y 1598, vinculados a la vida profesional de Cervantes como comisario general de abastos y recaudador de impuestos.
Además, se exponen también cuatro autógrafos falsos que añaden fantasía al mito del autor; entre ellos, un billete que Cervantes habría escrito a Juan de la Cuesta —primer impresor del Quijote— para que entregara un ejemplar del mismo al portador del papelito.
Así lo demuestra uno de los autógrafos (verdaderos) que reúne la muestra. Como explica el comisario, se trata de la carta que Cervantes envía al secretario del Consejo de Indias, Antonio de Eraso, contándole que sigue esperando la "merced" que le procure un puesto vacante en América, mientras se entretiene "en criar a Galatea", que se publicaría en 1585.
"No tenemos otro retrato que el que él mismo se hizo en el prólogo de Novelas ejemplares", señala Lucía Megías, y fue a partir de ahí cuando surgieron las representaciones. Estas son las palabras que utilizó el escritor para describirse:
De ahí que el primer retrato impreso del escritor, firmado por William Kent en 1738, se titule Retrato de Cervantes Saavedra "por él mismo". Y de ahí también que Carlos Reyero, asesor de la exposición De la vida al mito, opine que el rostro de Cervantes se ha creado "a gusto de la sociedad". "La imagen del Cervantes hombre no existe, pero sí la del Cervantes personaje y mito", apostilla Lucía Megías.
También se dice que el pintor Juan de Jáuregui retrató a Cervantes en su tiempo, pero no se ha podido confirmar la autoría del famoso retrato:
Por mucho que lo apodaran el manco de Lepanto, a Miguel de Cervantes no le cortaron la mano en la batalla de Lepanto (1571), sino que se le quedó el brazo izquierdo tullido por tres arcabuzazos, tal y como cuenta José Manuel Lucía en su libro La juventud de Cervantes. Una vida en construcción.
Si en España se publicó en 1605, en 1606 ya había ejemplares en las principales capitales de América Latina. Allí se convirtió enseguida en personaje de las celebraciones populares, como en 1607, en la ciudad peruana de Pausa, cuando en una sortija caballeresca —un torneo a caballo en el que hay que meter una lanza a través de un anillo— alguien se inscribió bajo el nombre del caballero de la triste figura.
A Cervantes le pasó lo contrario que a Saturno, apunta el asesor de la exposición Javier Gomá. "El hijo ha devorado al padre", dice, en referencia al hecho de que, en general, se recuerda mucho más al Quijote que a su autor. Además de novelas bizantinas, pastoriles, picarescas y sátiras, Cervantes escribió poesía y teatro, y renovó el género de la novella.
En palabras de Gomá, si hubiera que citar a los españoles más importantes de la historia, Cervantes sería el primero, "junto con Velázquez, Goya y Picasso". El alcalaíno es "EL español verdaderamente universal", sostiene; "a veces en el origen se encuentra también la excelencia".
Por un lado, Cervantes no pudo evitar endeudarse por los quinientos escudos en oro que tuvo que pagar como rescate por su cautiverio en Argel (1575-1580). Por otro, los derechos de sus obras no le reportaron grandes beneficios y, aunque estas fueran bien acogidas en un principio, todo cambió cuando irrumpió "como un huracán" Lope de Vega y su Arte nuevo de hacer comedias, eclipsando de esta forma la obra de Cervantes, cuenta Lucía Megías.
El Quijote siempre estuvo infravalorado por ser considerado un libro cómico y con poco fondo. Tuvo que llegar un inglés, Henry Fielding, en el siglo XVIII, a reivindicar la obra cervantina como digna de ser imitada como novela moderna, como modelo de sátira seria y moral.
Si bien el libro de difuntos de la Iglesia de San Sebastián señala que "en el 23 de abril de 1616 años murió Miguel de Çerbantes Sahauedra", Francisco J. Martín Perellón, historiador y archivero del Ayuntamiento de Madrid, precisa que Cervantes falleció el 22 de abril, pues el registro indica cuándo fue enterrado.
Cervantes murió a los 68 años en la casa alquilada de Madrid donde vivía, en la esquina entre la calle del León y la calle Francos, ahora llamada Cervantes.
La Guerra de África (1859-1860) y, sobre todo, la crisis del 98, son los dos momentos históricos en los que Cervantes —y Don Quijote— empieza a ser reivindicado como figura nacional, como imagen mítica de lo español.
El día de su sepelio coincidió con una procesión de la Santísima Virgen de Atocha para rezar por la lluvia, ya que Madrid llevaba meses sumida en una fuerte sequía, según narra Lucía Megías en La juventud de Cervantes.
Además, tres siglos después —en 1916—, el conde de Romanones tuvo que posponer las celebraciones cervantinas debido a la Primera Guerra Mundial, por lo que se suspendieron la mayoría de las actividades programadas, incluida una exposición en la Biblioteca Nacional.
Se pueden ver homenajes a Cervantes en todo el mundo, desde la escultura en mármol de Carlos Nicoli erigida en La Habana en 1905 hasta la del parque de la Amistad en Moscú, pasando por la que el Ayuntamiento de Madrid regaló a la ciudad boliviana de La Paz. Aun así, las evocaciones a Don Quijote y Sancho son bastante más numerosas que las que honran a su autor.
Monumento a Cervantes en Plaza de España (Madrid), junto a las figuras de los protagonistas de su gran obra.
Desde el 15 de diciembre de 2015, Cervantes da nombre a una estrella, gracias a una votación popular avalada por la Unión Astronómica Internacional, que también bautizó como Quijote, Rocinante, Sancho y Dulcinea a los cuatro planetas que orbitan a su alrededor.
"Cervantes no es una pieza de anticuario", afirma Javier Gomá, "sino una figura con influencia actual, cohesionadora, que genera consensos. Es sinónimo de armonía mágica, alguien que nos educa a ser libres juntos". Tan convencido está Gomá que, en la inauguración de la exposición De la vida al mito, animaba a leer a Cervantes en el Congreso; es más, a que los diputados "celebren unas jornadas en torno a él".
Estatua de Miguel de Cervantes en su ciudad natal, Alcalá de Henares.
Esa misma línea sigue Ana Santos Aramburo, directora de la Biblioteca Nacional, que pide "que cuando se acaben las conmemoraciones del centenario el 31 de diciembre, quede algo. Y, sobre todo, que se lea a Cervantes, que se lee muy poco". Básicamente, que este gran desconocido deje por fin de serlo.