Los bruselenses se preguntan cómo es la vida normal

Los bruselenses se preguntan cómo es la vida normal

EFE

Mientras el gobierno belga realiza una ofensiva para animar a los ciudadanos a que vuelvan a la normalidad tras los ataques terroristas del pasado 22 de marzo y la policía practica nuevas detenciones, la sociedad civil se organiza en busca de respuestas. ¿Cómo evitar nuevos ataques? ¿Qué hemos hecho mal para que hayan sido unos bruselenses, nacidos y crecidos en la capital comunitaria, quienes se hayan volado por los aires para matar y herir a decenas de sus conciudadanos? ¿De verdad nos hacen más seguros todas las armas y los soldados que patrullan por las calles? Las preguntas se acumulan mientras los bruselenses se preguntan cómo es la “vida normal” que deben retomar.

El primer ministro Charles Michel convocó a la prensa internacional el miércoles para demostrar que su gobierno tiene la situación bajo control. “Volvemos a la normalidad”, repitió en varias ocasiones. Pero las dudas sobre la capacidad de su gobierno y las fallas en la estructura del estado para lidiar con la actual situación de inseguridad no eran fácilmente despejables. Y menos aun sin dar cuenta de medidas concretas, más allá de algunos buenos propósitos: “vamos a mejorar la dotación de los medios de la policía y la inteligencia” afirmó Michel sin precisar más.

En un difícil equilibrio entre admitir errores cometidos antes de los ataques y combatir las insinuaciones más gruesas que acusan a Bélgica de ser un estado fallido, Michel terminó sacando pecho, al afirmar que los norteamericanos tardaron diez años en dar con Bin Laden, mientras que su gobierno arrestó a Salah Abdeslam – uno de los autores de los ataques de París – en cuatro meses. La comparación no deja de ser exagerada porque Bin Laden no estaba escondido en territorio norteamericano sino que encontró refugio en la ciudad pakistaní de Abbottabad y Abdeslam optó por Molenbeek, su barrio, a 400 metros de la casa de sus padres.

Uno de los terroristas trabajó dos meses como limpiador en el Parlamento Europeo

Guy Verhofstadt, el siempre locuaz ex primer ministro belga que ahora lidera el grupo Liberal en la Eurocámara, se mostró esta vez muy cauto a la hora de valorar los fallos de su país: “Se ha creado una comisión parlamentaria para analizar todo lo sucedido, no quiero afectar con declaraciones su trabajo... Cuando fui primer ministro fusionamos las siete policías que había entonces en un solo cuerpo. Claramente no fue suficiente”, remarcó frente a periodistas extranjeros en la presentación de su libro Europe’s disease, que contiene ahora un capítulo dedicado al terrorismo islamista en Europa.

Continúan emergiendo nuevos detalles sobre la investigación policial que dan cuenta de la permeabilidad de las estructuras de la sociedad comunitaria ante los más fanáticos. Se ha sabido que uno de los terroristas trabajó dos meses – un mes en 2009 y otro en 2010 - como limpiador en el Parlamento Europeo, lo que presumiblemente le valió acceso a lugares tan sensibles como las salas de reuniones donde se producen encuentros de alto nivel y las oficinas de los eurodiputados.

Poco a poco el aeropuerto de Bruselas va retomando su actividad con unas medidas de seguridad muy reforzadas. “Pocos aviones y pocos pasajeros. Los controles de seguridad toman mucho mucho tiempo”, dejaba escrito hace días el ex ministro de asuntos exteriores sueco Carl Bildt en su cuenta de Twitter. En teoría, la próxima semana el metro de la ciudad retomará su actividad de forma normal.

La policía federal belga ha dado nuevas pistas sobre el “terrorista del sombrero”, el tercero de los autores de los atentados en el aeropuerto que sigue en busca y captura. Se han publicado las imágenes que las cámaras de vigilancia pudieron captar del recorrido que hizo a pie tras huir del aeropuerto. La policía ha confirmado que ya ha recibido varias llamadas de ciudadanos que podrían haberle visto. Lograr su rápida detención es una prueba de fuego para una policía y servicios de inteligencia belgas que se encuentran ahora bajo el microscopio de la opinión pública mundial.

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Reapertura del aeropuerto de Bruselas el 3 de abril

Este viernes por la tarde, la policía belga ha realizado varias detenciones. Según apuntan varios medios de la prensa local, uno de los detenidos sería Mohamed Abrini, sobre quien pesa una orden de detención internacional desde los ataques del pasado noviembre en París. Este belga-marroquí de 31 años fue visto en una gasolinera junto con Salah Abdeslam dos días antes de los ataques en Ressons, en la autovía camino de París. Algunos medios especulan con la posibilidad de que Abrini fuera el “terrorista del sombrero”, pero la policía federal no ha querido dar detalles todavía sobre las detenciones, más allá de afirmar que están relacionadas con los ataques del aeropuerto de Zaventem y la estación de Maelbeek en Bruselas.

DEBATE EN LA SOCIEDAD BRUSELENSE

Mientras las autoridades y los políticos se esfuerzan por demostrar que tienen la situación bajo control, la sociedad busca sus propias respuestas y debate sus dudas sobre su nueva “vida normal”. Airis Meier, asesora de origen estonio del grupo liberal en el Parlamento Europeo, compartía recientemente en su muro de Facebook las dudas que le acechan sobre la manera de vivir más seguros en el día a día:

“Nueva vida normal en Bruselas. Esta mañana en el metro podía elegir entre viajar en un vagón lleno de armas u otro sin presencia militar. Estuve a punto de elegir el primero, donde iban cinco militares y un policía y sentirme así protegida. Antes del #22M hubiera evitado ese vagón con armas a cualquier precio. Me ha chocado cómo lo sucedido puede rápidamente cambiar tu forma de ver las cosas. Tenemos que luchar contra nosotros mismos para mantener los sanos hábitos que hemos tenido siempre”.

"La amenaza no viene de fuera: se cocina entre nosotros"

“La amenaza no viene de fuera: se cocina entre nosotros. Los terroristas que nos matan no vienen de Siria. Han nacido en Europa”, ha recordado en su blog de El Huffington Post Juan Fernando López Aguilar, europarlamentario socialista. Los terroristas del #22M – como ha sucedido ya en otros ataques en París o Londres – eran europeos y habían nacido y crecido en Bruselas, ciudad que también engendró su radicalización. Bélgica es el país europeo que está a la cabeza en número de jóvenes que se han marchado a Siria e Irak para sumarse a las filas del Daesh o Estado Islámico.

Sobre esta incómoda realidad reflexionaron un centenar de vecinos del barrio de Ixelles, uno de los preferidos por los expats (expatriados) de Bruselas, el miércoles por la noche. Convocados por la agrupación local del partido socialista belga, pudieron escuchar las recetas contra la radicalización de Jessika Soors, responsable de esta titánica tarea en Vilvoorde, una ciudad cercana a Bruselas desde donde partieron a combatir en Siria 28 residentes entre 2012 y 2014.

Tras la puesta en marcha de un programa para combatir la radicalización de los jóvenes, no se ha marchado nadie de Vilvoorde a Siria o Irak desde 2014, dijo Soors. Preguntada sobre el perfil del islamista radical, Jessika Soors afirmó que suelen ser muy jóvenes, tienen ascendencia marroquí – pero han nacido en Bruselas - , sus familias suelen estar desestructuradas y su proceso de radicalización final está precedido de una fase de aislamiento en que los jóvenes salen de sus círculos de amigos y familiares. Aunque hay excepciones, como un caso de un joven que se marchó a Siria cuando tenía ya preparada en formato PDF su tesis doctoral para ser entregada, relató Soors.

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El barrio de Molenbeek

“¿Bélgica es el 23 país más rico del mundo y no tiene recursos suficientes para protegernos?”, se preguntaba indignada una de las intervinientes de la asamblea. “El gobierno belga quiere comprar varios F-16 [aviones de combate] por 4000 millones de euros, ¿alguien cree que eso nos hará vivir más seguros?”, respondía improvisadamente Dyab Abou Jahjah, activista de origen árabe que decidió abandonar Líbano junto con su mujer en 2013 en busca de una vida en paz en Bruselas. “En mi país, Líbano, con menos de cinco millones de habitantes, hay unos 100.000 agentes que trabajan en las áreas de inteligencia para prevenir ataques. Aquí en Bruselas no hay ni políticas para prevenir la radicalización ni inteligencia suficiente para detener a los terroristas”, se quejó Jahjah, quien terminó apelando a una identidad bruselense – en construcción – para vivir sin violencia ni odios.

La iniciativa que congregó a los vecinos de Ixelles ha creado una página en Facebook donde pretenden continuar con el debate sobre la ciudad tras los ataques, un proceso que se aventura largo.

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