El Parlamento Europeo, inspiración del parlamentarismo que viene
La entrada de Podemos en el vetusto Congreso de los Diputados marcó la apertura de la XI Legislatura con unas rastas, un bebé y una inusual fórmula para tomar posesión de sus cargos. Un beso entre Pablo Iglesias y Xavier Domènech ha sido de lo más comentado en las dos votaciones de la investidura fallida de Pedro Sánchez. Los primeros representantes públicos del partido, incluido su líder, tuvieron como escuela el Parlamento Europeo, donde los besos entre hombres heterosexuales -vale, quizás no en la boca-, los bebés lactantes, los gestos reivindicativos y las protestas más originales son parte del parlamentarismo cotidiano.
Camisetas, carteles, máscaras, globos, disfraces, banderas, trajes regionales y hasta de ciclista, complementan desde hace mucho la oratoria en la Eurocámara. Como explica a El Huffington Post su portavoz, Jaume Duch, "es como ningún otro Parlamento", porque "suma comportamientos y costumbres de 28 parlamentos nacionales". Aquí parece que el viaje está siendo a la inversa: cuando el Congreso va, el Parlamento Europeo vuelve.
La primera eurodiputada que se sentó con su recién nacido en su escaño generó el mismo debate que se ha visto estos días en España, pero ya no sorprende a nadie ver a un bebé en el hemiciclo en brazos de su madre (queda pendiente ver a un padre; lo intentó Jordi Sebastià, de Compromís, pero no le dejaron entrar con su hija de cinco meses). Los Verdes llevan décadas renegando del traje de chaqueta y las bicicletas como medio de transporte son tan corrientes en el centro de Europa que a nadie se le ocurriría convertirlas en noticia.
"Los 751 eurodiputados y eurodiputadas representamos la pluralidad y la diversidad de Europa en este momento. El Parlamento Europeo es un espacio en el que cabemos todos, desde los más convencidos europeístas hasta aquellos cuyo objetivo es que desaparezca el proyecto europeo", explica Iratxe García.
A la presidenta de la delegación del PSOE en la Eurocámara no le llaman la atención las indumentarias que se salen de los cánones clasicistas, como la del nuevo diputado tinerfeño Alberto Rodríguez. "Tampoco considero que un diputado con rastas vaya a representar la normalidad o a la gente corriente. Yo he estado en el Congreso español y he ido en vaqueros, y eso no ha sido noticia en ningún caso".
Teresa Jiménez-Becerril, del PP, tampoco se escandaliza por unas rastas ni formas de vestir informales. "Es una seña de identidad, quieren mandar un mensaje, como hicieron cuando llegaron al Parlamento Europeo los eurodiputados de Podemos con una indumentaria que está en la calle", dice. "Lo que tienes que hacer es trabajar en tus leyes, y una vez que lo haces, a la gente se le olvida cómo vas vestido. A mí personalmente me da igual que no lleven cobarta o que lleven el pelo largo", dice la eurodiputada, que destaca como Iratxe la pluralidad y la libertad que se ve en Bruselas, con gente de 28 países y culturas muy diferentes.
ACTIVISMO PARLAMENTARIO
Miguel Urbán, de Podemos, se siente "más como un activista que está en el Parlamento, que como un parlamentario que hace activismo". Cuando llegó al Parlamento Europeo en marzo de 2015 tuvo la impresión de entrar en un gran centro comercial con gente trajeada. "De repente pasas y hay un señor con un piano de cola cantando ópera, o unos húngaros de extrema derecha se han traído un grupo de bailes con trajes regionales", cuenta.
Un listado con los nombres de las 17.306 personas que murieron ahogadas en el mediterráneo entre 1990 y 2012, en el suelo del Parlamento Europeo en Estrasburgo.
Las sedes del Parlamento en Bruselas y Estrasburgo son grandes complejos de edificios que además del hemiciclo contienen cientos de salas de reuniones y despachos, múltiples restaurantes y cafeterías, tiendas y servicios como tintorería, peluquería, quiosco, farmacia, etc. Hay kilómetros de pasillos, pasarelas y puentes, y al principio uno se siente perdido, como dice Urbán, en las Doce pruebas de Astérix. Aquí y allá hay espacios para exposiciones, presentaciones de libros, conciertos... y acciones reivindicativas.
Urbán ha participado en unas cuantas. “Si muriera un gatito cada vez que el GUE/NGL [el grupo parlamentario de la izquierda europea] ha sacado un cartel, no quedarían gatitos en el mundo”, bromea quitándole importancia. Hasta Jiménez-Becerril se puso una vez una camiseta contra la violencia de género y en otra ocasión sacó "un cartelito" en su escaño para pedir la extradición a Italia de Cesare Dattisti, aunque su grupo es más de hacer estas cosas a la puerta del hemiciclo "para que no distraiga en los debates".
El eurodiputado de Podemos también ha colgado una pancarta contra el TTIP, ha entrado en la Cámara en patera con un grupo de sin papeles y ha participado en el despliegue a modo de alfombra de un listado con los nombres de las casi 18.000 personas que han muerto en el Mediterráneo entre 1990 y 2012 cuando trataban de migrar a Europa. Aunque él no tuvo nada que ver con otra reciente, del pasado 12 de enero, relata la jugada de un compañero de grupo parlamentario, Stelios Kouloglou, de Syriza, que coló a los activistas de The Yes Men a la sede parlamentaria de Bruselas para que hicieran una falsa presentación y rueda de prensa de un delirante traje de protección antiterrorista.
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GESTOS QUE FUNCIONAN
A veces las reivindicaciones funcionan. Iratxe García, junto a organizaciones de mujeres de toda Europa, se manifestó en el patio del Parlamento en Estrasburgo contra la reforma de la ley del aborto que pretendía aprobar el PP.
Pero la socialista, que preside la Comisión de Derechos de la Mujeres y de Igualdad de género, recuerda especialmente una protesta de eurodiputadas de todos los grupos políticos. A inicios de la legislatura pasada, en 2009, se vistieron de hombres para denunciar la infrarrepresentación de las mujeres en el colegio de comisarios que pretendía José Manuel Durao Barroso. Funcionó. El presidente de la Comisión tuvo que retirar su propuesta para incluir a más comisarias.
Urbán destaca una "victoria" en su campaña de oposición al TTIP, que no tuvo tanto que ver con su capacidad legislativa como con la presión de la opinión pública. Urbán recuerda "cuando se quebró el grupo socialista y no podían votar a favor de los ISDS [los tribunales de arbitraje], y tuvieron que aplazar un mes la votación".
Urbán con sus compañeros, el día que descolgaron una pancarta contra el TTIP que los de seguridad del Parlamento Europeo en Estrasburgo les obligaron a retirar.
EXCESOS Y POPULISMO
Menos gracia le hacen a Urbán las acciones y los carteles xenófobos de la extrema derecha húngara o de los ultras griegos de Amanecer Dorado. En el hemiciclo se ha visto a eurodiputados hacer el saludo nazi, llamar "basura humana" a los refugiados, o dar la espalda a una orquesta que entona el himno europeo.
La Eurocámara "asume las diferentes maneras de entender la institución de diputados que vienen de tradiciones parlamentarias diferentes", explica Jaume Duch. "El Parlamento Europeo lleva años conviviendo con acciones en el hemiciclo diferentes a tomar la palabra cuando te la dan, pero es cierto que desde las últimas elecciones hay un número de diputados muy radicalizados que están exagerando en ello, y el tema está encima de la mesa", añade.
Puestos a importar prácticas desde Estrasburgo al Congreso, los eurodiputados consultados piensan más en la apuesta por la transparencia y el control de la actividad y los gastos de los eurodiputados, la regulación de los lobbies, la tradición de negociar y llegar a acuerdos, los debates fluidos que permiten las interpelaciones de cualquier diputado y evitan los mónologos, y la libertad e independencia de la que gozan para emprender sus propias iniciativas y tener su propia voz, aunque no sean portavoces.
"Está bien que en alguna ocasión se haga algún acto reivindicativo, pero creo que abusar de este tipo de actuaciones a veces lleva a perder la perspectiva de la propia naturaleza de una cámara de representantes, donde tenemos que estar traduciendo esas medidas reivindicativas en nuestro trabajo", argumenta Iratxe García. Urbán defiende en cambio "intentar utilizar que tienes un puesto en el Parlamento para hacer de altavoz de otras cosas que pasan fuera".
Lo del bebé de Bescansa o el beso de la confluencia no fue más que el comienzo. En las Cortes ya se empiezan a ver señales de ese parlamentarismo que viene.