"El chico de 14 años que entró al hospital con leucemia era un niñato; ahora soy un hombre"
"¿Por qué a mí?". Esa la es la pregunta que todos nos hacemos, y Alberto Plaza no fue la excepción. Con 14 años le diagnosticaron una leucemia y no entendía cómo llevando una vida sana y a su edad le podía estar pasando esto. Un jarro de agua fría para él y para sus padres. Una familia en estado de shock que de la noche a la mañana perdió la normalidad y tuvo que empezar a luchar por la vida de un niño.
Con motivo del Día del Cáncer Infantil que se celebra este lunes, Alberto ha querido contar su historia a El Huffington Post con el objetivo de ayudar a las familias que estén pasando por esos difíciles momentos. Cinco años después, está totalmente recuperado. Ha perdido dos cursos por la dureza del tratamiento, pero a sus 19 recién cumplidos es el chico con más ilusión de 1ª de Bachillerato. Ha luchado y ha vencido, pero no ha sido fácil. Nunca lo es.
"Yo era un niño normal que de repente empezó a sentirse mal. Los médicos pensaban que era una mononucleosis y me encontré con esto. Al principio no era consciente de lo que me pasaba en realidad, pero con el tiempo cambia. El miedo no aparece al principio, pero sí a medida que va avanzando el tratamiento", relata.
No se considera un héroe. Reconoce que pasó por momentos muy duros y que sin sus padres nada hubiese sido posible. "La unidad que teníamos nos dio aire para luchar", porque en esos momentos en los que "te estás perdiendo un montó de cosas" es fundamental sentir el calor. Un abrazo, una visita... Todo suma y ayuda a levantar el ánimo.
Alberto no se olvida del papel que jugó lo anímico a la hora de vencer a la enfermedad, ni tampoco de las risas que le ayudaron a ganar la batalla. Por eso, una vez libre del cáncer, ha decidido aliarse con uno de los grandes culpables de esas carcajadas. La Fundación Aladina, que cumple diez años ayudando a los niños con cáncer, estuvo ahí en todo momento con una única misión: que no olvidase que era un niño. Por eso ahora es voluntario todos los viernes en el Hospital Niño Jesús de Madrid.
"Cuando enfermé no sabía de ellos, pero jugaron un papel crucial. He conocido gente maravillosa que se ha hecho un hueco en mi vida y ahora quiero ser parte de eso, llevar esperanza. Cuando veo a los niños es como si me siguiese viendo en esa cama, mirando a la pared. Si has pasado por ello puedes ser mucho más cercano. Dentro de mí, tanto física como psicológicamente, ha habido una revolución, un giro de 180 en todos los sentidos. El chico que entró en el hospital era un niñato y ahora es un hombre", cuenta.
El director de Aladina, Paco Arango, afirma que su mayor orgullo es cada uno de los niños a los que han podido ayudar y cada uno de los voluntarios que hace posible el proyecto. La entidad tiene presencia ya en siete hospitales, en los que tiene distribuidos equipos de psicooncólogos y especialistas, ha logrado atender a más de 10.000 niños y afronta este año su proyecto "más gordo", rehacer la UCI del Hispital Niño Jesús en Madrid.
"Al principio éramos muy paletos, pero hoy cuando entramos en un hospital el cáncer ya nos respeta, apagamos muchos fuegos. El cáncer infantil es una bomba que afecta a toda la familia y nuestra misión es devolver la felicidad", comenta.