12 formas de adelgazar que no tienen nada que ver con renunciar a la comida

12 formas de adelgazar que no tienen nada que ver con renunciar a la comida

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La vida es corta y comer es un placer.

Si entre tus propósitos de Año Nuevo estaba el de adelgazar, puede que hayas decidido vetar el picoteo entre horas en el trabajo y las cenas fuera de casa. Pero, por suerte, perder peso no tiene por qué ser sinónimo de renunciar a tus comidas favoritas. Normalmente, lo único que hace falta es realizar pequeños cambios en el entorno o en la conducta, y no en el menú en sí.

Echa un vistazo a los 12 consejos que aparecen a continuación:

1. Come de un plato, no directamente de la bolsa.

Para controlar lo que se ingiere, es importante ver previamente cuánta cantidad se va a comer. De lo contrario, es posible acabar consumiendo más de lo que se pretendía en un principio. Si vas muy en serio, incluso puedes dividir cada aperitivo en porciones individuales antes de lanzarte a engullirlo (y guardar lo que no vayas a comerte en bolsitas de plástico). De esta manera, será más fácil limitarse a una ración.

2. Utiliza platos más pequeños.

En muchas ocasiones se ha estudiado si comer en un plato más pequeño ayuda de alguna manera a ingerir menos calorías. Y, según un análisis publicado por el Journal of the Association for Consumer Research, reducir el diámetro del plato un 30% disminuye también la cantidad de comida ingerida en un 30%. Así que sí, funciona.

3. Si es de color azul, mucho mejor.

Este consejo se basa en una serie de estudios que concluyen que se consumen menos calorías cuando el color del plato contrasta con el de la comida. En un experimento se llegó a la conclusión de que la gente comía más espaguetis y salsa marinera cuando se servían en un plato rojo (del mismo color que la salsa) que cuando se servían en un plato de color blanco. Según los científicos, el contraste hace que la ración parezca mayor. Los expertos suelen recomendar utilizar platos azules porque no hay muchas comidas que sean de ese color. Pero tampoco hay que preocuparse si el azul no combina con el resto de tu vajilla: simplemente, consiste en que el plato no sea del mismo color que la comida.

4. Utiliza vasos de tubo.

Puede que los cócteles tengan un toque más elegante en copas de balón, pero eso también implica una sobredosis de calorías. Científicos de la Universidad de Cornell (Estados Unidos) afirman que se bebe un 30% más de líquido en un vaso ancho que en un vaso de tubo del mismo volumen, porque con estos últimos se tiene antes la sensación de lleno a la hora de servir el alcohol.

5. Intenta evitar los anuncios.

Ver anuncios de comida hará que te entren ganas de comer. Una investigación que se publicó en la revista Health Psychology comprobó que los anuncios de comida tienen una gran influencia sobre nosotros: la exposición a los anuncios de comida hace que la gente que esté viendo la televisión pique más entre horas. Y no necesariamente el producto que se anuncia, sino cualquier tipo de snack. De forma similar, los programas de cocina también están relacionados con el aumento del riesgo de padecer obesidad. Trata de vencer a la televisión y su poder para inducir el hambre.

6. Esconde la comida basura.

Ojos que no ven, corazón que no siente. Igual que ver comida deliciosa en la televisión induce a la gula, no tener comida apetecible a la vista te ayudará a reducirla. Un experimento publicado en el International Journal of Obesity concluye que los trabajadores de una oficina comen menos caramelos de un bol cuando este es opaco o tiene tapa que cuando es transparente. Puedes probar a poner en práctica este truco en casa colocando las cosas de picar en recipientes de colores o detrás de alimentos más saludables.

7. Deja los alimentos más saludables a la vista.

Organiza la nevera de manera que queden los alimentos más saludables a la vista y la comida hipercalórica al fondo. Según el experimento mencionado en el punto anterior, cuanto más visible y accesible está la comida, más tiende a comer la gente. En otro estudio independiente, los científicos compararon el consumo de manzanas y de palomitas basándose en la proximidad y llegaron a la conclusión de que la gente comía más cantidad de lo que tuviera más cerca. Hay que reemplazar el bol de golosinas por alimentos nutritivos como la fruta y hay que alejar de nuestro alcance los alimentos menos saludables.

8. Mastica, mastica y mastica.

Así de simple: intenta masticar la comida en vez de engullirla. Masticar bien hará que comas más despacio, cosa que, según se ha comprobado científicamente, hará que ingieras menos calorías. Tomarse unos segundos más para masticar le da al cuerpo más tiempo para registrar cuándo ha saciado su apetito y así parar de comer antes de empacharse.

9. Duerme.

Ante la duda, duerme. Dormir parece ser la solución milagrosa: mejora el estado de ánimo, aumenta el rendimiento en el trabajo y alivia el dolor de cabeza. De hecho, se ha descubierto que la gente que duerme menos horas es más propensa a tener sobrepeso. Porque cuando empiezan a agotarse las energías, uno se siente más hambriento de lo que se sentiría si hubiera descansado bien.

10. Juega al Tetris.

Si se te antoja comer algo, date otro tipo de capricho y échate una partida de Tetris en vez de intentar esperar a que se te pase el antojo. Una investigación realizada en el año 2014 reveló que las actividades visuales como los videojuegos disminuían la gula (si no te gusta el Tetris, puedes jugar a Angry Birds). Según los científicos, los antojos son, en gran parte, algo visual, así que distraer la mente con una actividad de este tipo puede minimizar la intensidad del antojo.

11. Deja a un lado las sudaderas.

Tal y como explicó la psicóloga clínica Katie Rickel a Grandparents.com, "llevar ropa que te haga sentir atractivo —en vez de prendas anchas que escondan la forma del cuerpo— te motivará para comer de una manera que demuestre que te importa tu cuerpo y tu aspecto". Vestir de esta manera puede servirte como recordatorio de los objetivos que te has marcado.

12. Relájate.

El estrés crónico puede ser el causante de un aumento de peso, así que, por tu propio bien, tienes que intentar relajarte. Localiza el origen del estrés y enfréntate a él: considera hablar de tus problemas con un amigo o con un psicólogo y sé proactivo a la hora de solucionarlos. También puedes considerar la opción de realizar actividades que se ha comprobado que ayudan a liberar el estrés como, por ejemplo, practicar yoga, escuchar música o echarte una siesta.

Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Lara Eleno Romero

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