Energías renovables para los pescadores del Pacífico colombiano
Corvinas, pargo rojo, jurel, burinque, palometa, camarones… Lanchas y canoas hechas de un tronco, cargadas con toda la variedad de peces que es posible encontrar en el mar y la desembocadura del río Mayorquín, arriban cada día hasta la vereda de Papayal, en el suroeste colombiano. Al timón van los participantes de un proyecto cooperativo de pesca artesanal que se ha puesto en marcha en la región con el apoyo de Alianza por la Solidaridad y que ya está cambiando la vida en varias comunidades. Desde que trabajan juntos, consiguen precios más justos y, por tanto, unos ingresos para sus familias.
Papayal es una de tantas aldeas (veredas) que jalonan las orillas de un río que parece anclado en el siglo XIX, todas con sus pequeñas casas de tablas de madera, sus depósitos de agua de lluvia, sus calles de arena, sus palmeras y sus quinqués de petróleo para iluminarse por la noche. Como todas, Papayal también tiene una escuela y una iglesia que a menudo es centro de reuniones.
Por iniciativa de sus pescadores, hace ya 10 años se construyó allí un pequeño centro de acopio para pesca, pero se hizo sin la energía necesaria para generar el imprescindible hielo que requiere el pescado fresco para su conservación. En Papayal lo que no hay es luz eléctrica en cuanto cae la noche. Se inició la instalación hace 2 o 3 años pero no se terminó.
La situación cambió hace unos meses, gracias a tres placas solares que generan la energía suficiente para helar el agua y que los pescadores cuidan con esmero. Ahora, ya no tienen que comprar todo el hielo en Buenaventura. La iniciativa es una de las apuestas de Alianza para promover el desarrollo en el sur de la cuenca del Mayorquín, en el departamento del Valle del Cauca, una de las zonas del país más afectadas por el conflicto armado desde hace décadas.
En el Mayorquín, a diferencia de otras zonas donde hay indígenas, el 100% de la población es afrocolombiana; y casi todos viven de la pequeña agricultura de subsistencia, la madera, el cultivo de cocoteros y de una pequeña minería del oro que les da más problemas que beneficios. También de la pesca artesanal.
Antes de que Alianza les apoyara en su proyecto, con fondos de la Agencia Española de Cooperación al Desarrollo (AECID) y la agencia suiza COSUDE, el río ya no era el recurso principal con el que se contaba para salir adelante. La pesca en la zona baja del cauce había caído en picado, a consecuencia de la contaminación con mercurio que genera la minería, así que cada vez se tenían que ir más lejos, mar adentro. El problema es el coste del combustible y cómo regresar con las corvinas en buenas condiciones, con el calor que hace en el trópico.
“Para poder irnos lejos, antes comprábamos todo el hielo a Buenaventura, a casi dos horas de lancha. Pero no era negocio. Entre el combustible, el hielo y los bajos precios que nos pagaban a cada uno los mayoristas, no merecía la pena. Ahora, aún vamos a comprar, pero no todo y queremos ampliar el proyecto para que un día lo generemos todo aquí ”, explica Alfonso, uno de los integrantes de la asociación.
Un pescador en el Mayorquín / ROSA M. TRSITÁN
Alianza ya les había financiado nuevas artes de pesca, y les asesoraba para que organizaran en torno al centro de acopio como asociación, un grupo al que ya pertenecen 35 socios y que va en aumento. A finales de 2014, atendiendo a sus demandas, les proporcionó los tres paneles solares que ahora, conectados a varias neveras del centro, permiten disponer de ese hielo imprescindible. Por las noches, también funcionan , gracias a las baterías que han acumulado energía durante las horas de sol.
“No queremos congelar el pescado, pero si que aguante varios días, lo suficiente para hacer acopio y llevarlo a vender a Buenaventura”, añade Alfonso. “Ahora nuestro objetivo es construir un cuarto frío grande, porque la demanda de hielo aumenta y no tenemos donde guardarlo. Si el pescado llega en buenas condiciones, podemos venderlo directamente a restaurantes y hoteles, que pagan más que los mayoristas”, añade Manuel, otro de los pescadores de Papayal implicados en el proyecto.
Los técnicos de Alianza en Valle del Cauca, están convencidos de que lo conseguirán. “Nosotros les asesoramos en todo el proceso, les contactamos con instituciones, a las que de otro modo no tendrían acceso porque no están en la zona. Y les ayudamos a organizarse. Así, se van empoderando para reclamar y mejorar sus condiciones, en una zona que ha estado y está aún muy olvidada”, aseguran.
El pescador Manuel, de manos curtidas a fuerza de tirar de las nasas lo tiene claro: “Ahora somos 60 lanchas pescadoras en Papayal, y muchas más en otras veredas del Mayorquín cercanas. Si nos unimos todas haremos aún más fuerza. Todos nos empujan a seguir adelante y lo haremos”.