Miles de refugiados atrapados en la frontera griega no tienen dónde ir (FOTOS, VÍDEOS)
Miles de inmigrantes y refugiados esperan en un campamento provisional, con la esperanza de poder cruzar la frontera de Grecia con Macedonia.
IDOMENI (Grecia) -- Cada día, miles de inmigrantes y refugiados llegan a una pequeña porción de tierra cercana al pueblo griego de Idomeni. Muchos de ellos paran allí, ya que no se les permite ir más lejos.
Esta zona, situada a escasos 30 metros de la frontera con Macedonia, se ha convertido en el principal punto de reunión para aquellas personas que huyen de los países de Europa del Este y África asolados por la guerra y la pobreza, y que están esperando para poder partir hacia el norte de Europa. Aunque el pintoresco pueblecito y la belleza de la región puedan embaucar al principio, el encanto no dura mucho: a nadie le gusta estar atrapado en Idomeni.
Debido al aumento significativo este verano del número de inmigrantes y refugiados que llegaron desde Turquía a las islas griegas, su Gobierno estableció un servicio de ferris para llevarlos hasta el continente. Una vez ahí, muchos emprendieron el camino hacia la frontera con Macedonia. Algunos recurrieron a los traficantes para cruzarla; otros esperaron a que se les concediera el permiso oficial. En Idomeni, se montó un campamento provisional al lado de la frontera.
Tras los atentados que tuvieron lugar en París a mediados de noviembre, Macedonia levantó una valla metálica en un intento por limitar el flujo de inmigrantes ilegales en la frontera. El país también endureció su política en cuanto a quién podía entrar en él. Se empezó a hacer distinciones entre aquellos a quienes se considera "refugiados" —procedentes de zonas en guerra como Siria, Afganistán e Iraq— y aquellos a quienes se considera "inmigrantes económicos". Solo se permitía la entrada a los "refugiados".
Pese a esas nuevas restricciones, la gente siguió dirigiéndose en masa hacia la región con la esperanza de poder cruzar. En Idomeni había surgido un campamento de refugiados improvisado.
La belleza de Idomeni no es suficiente para esconder la frustración y la desesperación de los recién llegados.
Las vías de tren atraviesan el campamento. A cada lado de las vías hay tiendas de campaña y puestos de las ONG. Hay mantas, ropa, zapatos, juguetes y productos de higiene por el suelo.
"Esta zona dejó de ser un lugar de tránsito para los refugiados para convertirse en un campamento para aquellos que no podían cruzar a Macedonia por culpa de la arbitraria e irracional categorización por nacionalidades", explicó Antonis Rigas, jefe del equipo de Médicos Sin Fronteras que opera en la zona, al HuffPost Grecia. "Al principio, habría unas mil personas en el bosque, pero ahora hay días en los que llega a haber casi 9000".
El campamento de Idomeni es como un agujero gigante en el que la gente que no tiene un pasaporte sirio, afgano o iraquí se queda atrapada. Las vías del tren cruzan el campamento. A cada lado de las vías hay tiendas de campaña y puestos provisionales de las ONG. Las mantas, los zapatos, los juguetes y los productos de higiene tirados por el suelo —estropeados por la lluvia y el barro— recuerdan a las personas que antes ocuparon el campamento.
Varios africanos están sentados juntos, quitándole la cáscara a algo que tiene el aspecto de un cacahuete. No pueden cruzar la frontera porque los países de los que han huido no se consideran zonas de guerra. Buscan compañía y explicaciones.
Un hombre llamado Francis asume el papel de intérprete. (La mayoría de la gente a la que se entrevistó para la creación de este artículo no da su verdadero nombre por motivos de seguridad). "¿Van a abrir la frontera? ¿Por qué la cerraron? ¿Por qué no nos dejan pasar como hace unos días?", pregunta.
Varios miembros del grupo muestran los documentos que les dieron las autoridades griegas cuando llegaron a la isla desde Turquía. Estos documentos son una fuente de frustración para muchos de ellos. Están escritos en griego, y los refugiados se quejan de que nadie les ha explicado lo que pone en ellos. Además, muchos de los documentos están plagados de errores: los nombres de los inmigrantes están mal escritos o sus fechas de nacimiento son incorrectas.
Lo único que pueden hacer para corregir los documentos es viajar cientos de kilómetros hasta Atenas, pues la comisaría de Idomeni ya no se ocupa de este tipo de asuntos. Según los refugiados, se rumorea que esa decisión se tomó para animarles a irse de Idomeni.
"¿Cómo es posible que Europa y la ONU, sabiendo la situación de los países africanos, crean que se puede vivir allí?", pregunta uno de los refugiados.
El equipo del HuffPost Grecia se ofrece a traducir los documentos, pero puede que la traducción traiga consigo malas noticias. Michael, un hombre nigeriano, tenía la esperanza de encontrarse con su mujer y su hijo en Dublín. Felice, que viaja sin compañía, quiere llegar a Noruega. Los dos son de Nigeria. No se les permite cruzar a Macedonia y sus documentos indican que tienen 15 días para abandonar Grecia.
Por otro lado, Francis puede quedarse en Grecia. Él es de Somalia, uno de los países que las autoridades griegas considera "en condiciones peligrosas". Aunque él tampoco tiene permitido cruzar la frontera hacia Macedonia, podrá permanecer en Grecia mientras estudian su caso.
Se muestra consternado por la política de Macedonia. "¿Cómo es posible que Europa y la ONU, sabiendo la situación de los países africanos, crean que se puede vivir allí?", se pregunta Francis. "¿Acaso no es su misión proteger a aquellos que lo necesiten? Ya sé que tienen miedo de los africanos y de los musulmanes porque piensan que van a robarles los puestos de trabajo o a hacer daño a alguien después de lo que ha pasado en Francia. Pero yo también tengo miedo constantemente, esté donde esté".
La tensión se ha intensificado estas últimas semanas en Idomeni, puesto que cada vez es mayor el número de personas a las que no se les permite cruzar la frontera. Muchas de ellas han gastado miles de euros para llegar hasta aquí, y muchas se sienten enfadadas y decepcionadas al ver que no pueden seguir con su camino. La semana pasada se produjo un altercado entre la Policía y los pasajeros de un tren después de que acabaran con la vida de un refugiado que intentaba subirse al tren. En forma de protesta por la política fronteriza, los inmigrantes y los refugiados han bloqueado las vías, deteniendo así el flujo de trenes entre Grecia y Macedonia.
No ha sido fácil para la Policía de Idomeni mantener el orden estos días. El puesto fronterizo es del tamaño de una puerta y cada pequeña dificultad supone horas de retraso para los que están esperando para cruzar.
La Policía tiene problemas para mantener el orden en el campamento. Un oficial afirma que los policías son "meramente decorativos".
No todos los funcionarios tratan a los migrantes y refugiados con respeto.
Los funcionarios admiten que prácticamente actúan sobre una base de ensayo-error a la hora de controlar el flujo de la gente. "No tenemos órdenes específicas ni un plan básico de acción", reconoce un trabajador.
"Básicamente, aquí somos parte de la decoración", añade otro. "No tenemos jurisdicción. La mayoría de las cuestiones las llevan las ONG; nosotros solo intervenimos para mantener el orden. Y eso es complicado. Hay gente de diferentes países que no se llevan bien. Los autobuses siguen viniendo con más personas, el sistema se bloquea y se crean tensiones".
Hace poco, las fuerzas de seguridad empezaron a obligar a algunos autobuses de refugiados a esperar a varios kilómetros de la frontera en un esfuerzo por evitar la aglomeración. Los policías también se plantaron en la línea de frontera armados de cascos y escudos para que los refugiados no se apelotonaran.
No hay ningún intérprete que trabaje con los agentes, y la mayoría intenta poner orden gritando palabras clave en inglés. "¡Poneos en fila!" es una orden que se repite con frecuencia y rara vez se obedece. La frase "¡sentaos!", con su correspondiente gesto señalando al barro o las mantas del suelo, es mucho más efectiva.
No todos los agentes tratan a los migrantes y refugiados con respeto. "¡Siéntate, Ali Baba!", grita un policía a alguien que se levantó para protestar por la espera.
Con el fin de reducir la presión, el Gobierno griego ha trasladado a unas 2300 personas desde Idomeni a unas instalaciones temporales —entre ellas, un polideportivo— en Atenas. El martes pasado, el Gobierno dijo que transferiría a la gente a otro estadio y está preparando algo para alojarlos durante los tres próximos meses.
Ali, de 21 años, se fue de Teherán para perseguir su sueño de convertirse en boxeador. Ahora está atrapado en Idomeni.
Caminando junto a las vías del tren de Idomeni, Ali, un joven iraní, enseña en un móvil un vídeo que muestra sus habilidades bailando break dance. "Llevo tres años bailando y he ido a varios concursos. ¡Soy muy bueno!", dice.
Pero bailar no es lo que le llevó a Grecia. Ali abandonó su país y a su familia en busca de su sueño: ser boxeador. "Entreno todos los días y ya he participado en el campeonato iraní, pero se necesita dinero. No puedo conseguirlo sin más si no trabajo", explica. "Mi entrenador pudo irse a Suecia. Estamos en contacto. Me dice que sabe que tengo talento y que puedo llegar a ser muy bueno. Si consigo llegar a Suecia, él se ocupará de mí. Le conté que he empezado este viaje y me está esperando".
La madre de Ali no quería que se fuera. "No quería que viniera solo. Piensa que todavía soy pequeño, pero no lo soy. Cuando entro en el ring, noqueo a boxeadores más mayores. Lo lograré". Pero a Ali tampoco le dejarán cruzar.
En el campo, los puestos de comida y los vendedores de teléfonos móviles han hecho su agosto.
En el campo de Idomeni, los puestos de comida se han reproducido como setas. Los comerciantes se pasean trapicheando con tarjetas SIM para móviles. Los testigos de Jehová también se han hecho un hueco con la idea de difundir su palabra entre los migrantes, a quienes distribuyen folletos en inglés y en árabe. Según algunos informes, los restaurantes de la zona venden la comida a griegos y refugiados a precios distintos. Los taxis apostados en la calle que se ofrecen a llevar a la gente a la ciudad de Policastro supuestamente cobran más a los refugiados.
En las gasolineras donde paran los autobuses que trasladan a la gente desde Atenas a Idomeni, todo el mundo se queja. Los conductores afirman que los autobuses llenos de gente se ensucian cuando la Policía los retiene durante tanto tiempo. "Hay que hacer algo. No se puede trabajar en estas circunstancias", dice un conductor. "Obviamente, te sientes mal por ellos, al verlos con sus bebés y todo. Yo también soy de Albania y tengo un hijo. Sé lo que es", añade.
Los testigos de Jehová montan pequeños puestos en los que dan panfletos escritos en inglés y en árabe.
La presencia del Gobierno griego en Idomeni es mínima.
La presencia del Gobierno griego en Idomeni es mínima. Aparte de la seguridad, los voluntarios son quienes se ocupan de las necesidades diarias de la gente en el campamento. Decenas de ONG griegas e internacionales operan en la zona. Son ellas quienes ofrecen a los refugiados información, cuidados sanitarios, apoyo psicológico y servicios de traducción. Ninguna institución estatal está coordinando la ayuda.
"Para el Estado es como si este campo no existiera. No es una puerta de entrada, sino de salida, y la implicación del Estado supondría la aceptación de una situación ilegal", cuenta al HuffPost Grecia Daniel Esdras, jefe de la delegación griega de la Organización Internacional para la Migración.
Es evidente que el Gobierno griego está ocupado tratando de solucionar su propia crisis financiera. Ha luchado mucho para gestionar la crisis de refugiados, teniendo el cuenta el pequeño presupuesto y la falta de infraestructura.
Mohammed Suleiman, de 25 años, es de Siria, lo cual le da probabilidades para poder cruzar la frontera.
Mohammed Suleiman, un joven educado y tranquilo, espera en la frontera después de todo el viaje que ha hecho desde Siria. Su excelente nivel de inglés le ha hecho muy popular entre sus compañeros.
Suleiman dice que trabajó en Líbano como recepcionista de un hotel. Volvió a Siria para ver a sus padres, pero allí no pudo encontrar trabajo. Así que ellos lo convencieron para irse a Alemania igual que hizo su hermano unos años atrás.
Su familia ahorró todo el dinero que puso y Suleiman viajó a Turquía, llegó a Halicarnaso y cruzó el mar Egeo hacia la isla griega de Cos. No quiere hablar sobre el viaje que hizo. "Eso ya quedó atrás", dice.
Suleiman cuenta que lo que más echa de menos son los libros, que no pudo llevar consigo porque pesaban mucho. Se tranquiliza cuando se entera de que, como sirio, tiene derecho a cruzar la valla y es probable que llegue hasta Alemania sin más parones. Cuando esté allí, le gustaría estudiar ingeniería. "Si no fuera tan mayor, me hubiera gustado hacerme piloto", asegura.
Suleiman cruza la valla y llegará a Macedonia al final del día.
Esta historia apareció originalmente en el 'HuffPost Grecia'. Se adaptó al inglés con la ayuda de Danae Leivada y ha sido traducida del inglés por Lara Eleno Romero y Marina Velasco Serrano.