Utilizo cuadernos de colorear para adultos y no me avergüenzo de ello
El pasado verano, una amiga me dijo que se había comprado un libro de colorear para adultos y yo me reí de ella. Porque soy una mala persona y porque la idea de un libro de colorear para adultos me resultaba absurda.
Para empezar, el nombre: libros de colorear para adultos. Si no te vienen a la mente imágenes de porno inmediatamente, te doy la enhorabuena, eres un adulto de verdad. Y para seguir, el concepto: la idea de pasar mi tiempo libre coloreando dibujos sola en mi apartamento es ridícula.
Pero en el fondo no lo es.
Los psicólogos animan a realizar esta actividad como una forma de desestresarse y dar rienda suelta a una posible vena creativa. "Lo recomiendo como técnica de relajación", afirmaba el psicólogo Antoni Martínez a El Huffington Post hace un año. "Sirve para entrar en un estado más creativo, más libre. Yo mismo lo he practicado. Lo aconsejo en un ambiente en el que estemos tranquilos, incluso con música relajante, y dejar fluir el color y el trazo".
La semana pasada, el psicólogo Ben Michaelis secundó esta opinión y escribió en The HuffPost que colorear reduce el estrés, ya que hace que se centre la atención en una actividad repetitiva y concreta. "Aumenta la concentración y activa partes del lóbulo parietal que están relacionadas con la identidad y la espiritualidad".
Al ver que se acercaban las vacaciones de Navidad, me fijé en el montón de libros que tengo en mi escritorio. Durante estos meses, he reunido una pequeña colección de libros de colorear que enorgullecerían a un chatarrero. Por cierto, yo no los he comprado; me han llegado muestras al trabajo y me las he quedado. Cuando recibes el quinto libro de colorear de la semana, empiezas a fijarte. Además, hasta mis amigos menos locos han hablado de ellos.
Me quedé mirando fijamente a la caja de pinturas, que parecían estar esperando que las abriera y las usara. Hojeé los libros y me entraron ganas de colorear aquellos extravagantes dibujos. Y, sin dejar de acumular emails en mi bandeja de entrada, llegué a la conclusión de que colorear un poco no sería tan mala idea. Lo hice.
"Es absurdo, no tiene sentido", me dije. "Es una pérdida de tiempo. Es una tontería y es ridículo. Debería estar poniendo una lavadora. Tengo que acabar ese email que empecé a escribir y no llegué a acabar. Uy, pues sí que relaja. Vaya, sí que se me da mal y encima me está empezando a doler la mano… Uh, sí que relaja. ¡Cuánto he coloreado! Me he sorprendido a mí misma, aunque me avergüence. Es genial. ¡Estoy tan orgullosa de mí misma! Voy a colgar este dibujo en la nevera".
No es fácil sacar tiempo libre cuando eres adulto. Si no estoy en una boda o en un cumpleaños, estoy limpiando el baño, ayudando a un amigo a mudarse, ordenando el armario o yendo a ver la obra del colegio de mi sobrina. No existe el tiempo libre, así que, cuando quiero tranquilidad, me pongo a colorear.
Antes me preguntaba cómo podía justificarme por pasar 20 minutos diarios coloreando, pero ahora estoy segura de que es lo mínimo que puedo hacer por mí misma. He invertido mucho más tiempo en cosas mucho peores.
Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Irene de Andrés Armenteros