A la deriva y 'online': de cómo un móvil salvó la vida a estos refugiados
Cuando salió el sol, Mohamed, un desgarbado joven de 27 años que estaba sentado en un bote en el Mediterráneo, se topó con la verdad. A su alrededor, las olas empezaron a moverse a un ritmo que daba náuseas y no había tierra a la vista. Junto con 50 inmigrantes más de su país natal, Siria, Mohamed llevaba horas a la deriva en una barca hinchable cuya capacidad era de 25 personas. El motor de la barca se había desprendido por la noche y navegaban sin rumbo.
Mohamed, cuyo nombre se ha cambiado para proteger su identidad, cogió su smartphone, uno de los dos que había recibido como regalo de un primo que le había sugerido empeñarlos para tener dinero en efectivo. El iPhone 5 estaba envuelto en varias capas de plástico, en un intento de Mohamed para protegerlo del agua. Lo que presenció entonces fue milagroso: una fila de puntos en la parte superior izquierda de la pantalla. De alguna manera, en el batir de las olas, el móvil estaba cogiendo señal.
Era finales de agosto de 2015. Los demás inmigrantes que estaban en la barca con Mohamed no recibían señal. Su buena suerte se produjo gracias a la particularidad de las estrategias de telecomunicación. Después de comprar una batería externa en Damasco, Mohamed contrató una tarifa de Internet con la compañía Turkcell en Esmirna (Turquía), una de las muchas ciudades por las que pasó en su huida de Siria. Un representante de Turkcell declaró a la edición estadounidense de El Huffington Post que los teléfonos de su compañía funcionan en el agua aunque estén a 50 kilómetros de la antena de telefonía móvil más cercana.
Cuando a Mohamed le llegó la cobertura, se sentía perdido en mitad de la nada. Pero estaba a tan solo 6,5 kilómetros de tierra firme turca.
MÓVILES, TAN IMPORTANTES COMO LA COMIDA Y LA ROPA
La cobertura de datos constituye un salvavidas para los inmigrantes. Aunque los trabajadores humanitarios que están conteniendo la crisis migratoria siria todavía no la clasifican como tal, la tecnología es considerada por los que están en el terreno como una necesidad al nivel de la comida y la ropa seca. Según los trabajadores humanitarios, los emigrantes necesitan los teléfonos para hacerse camino entre estaciones de autobús una vez llegados a tierra firme.
Paul Donohoe, jefe de prensa en el Comité Internacional de Rescate, declaró que el teléfono móvil se ha convertido en una herramienta fundamental para sobrevivir al terrible viaje por mar de Turquía a Grecia, que, según la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU, ha acabado con más de 3000 vidas solo en lo que llevamos de 2015. (Según este estudio, aproximadamente medio millón de emigrantes ha intentado probar suerte este año). Donohoe, que ha viajado recientemente a Lesbos, afirma que los guardacostas griegos están desbordados por las llamadas de inmigrantes varados en el mar que utilizan el servicio de mensajería de WhatsApp.
Tener un teléfono con cámara puede suponer la diferencia entre la vida y la muerte. Un inmigrante al que Donohoe entrevistó contó la extraordinaria historia de cuando llamó a un guardacostas desde el agua. “Le pidieron que se hiciera una foto para demostrar que estaba en un barco”, decía Donohoe. “Se espera algún tipo de interacción”.
APLICACIONES AL RESCATE
Con la noche por delante, Mohamed se sintió más valiente y desesperado al mismo tiempo. Pensó en usar Maps.me, un geolocalizador que funciona sin conexión. Aunque la mayoría de sus críticas en iTunes están escritas por personas que se han ido de luna de miel u otro tipo de viaje de placer, puede que en la actualidad sus principales beneficiarios sean los sirios y afganos que huyen de su país. Según Mohamed, la opción de las coordenadas a través de esta app, que permite al usuario obtener su latitud y longitud exactas en cualquier lugar del mundo, ha resultado crítica para los migrantes a los que ha conocido durante el camino.
Un jueves por la mañana, Mohamed abrió su navegador. Toda la gente de su alrededor dormía y el olor a vómito inundaba el barco a medida que las olas golpeaban el casco. Mohamed empezó a sentirse mareado. La pastilla anti-náuseas que se había tomado, regalo del único amigo que tenía a bordo aparte de su hermano -un pediatra sirio llamado Khaled At-, estaba perdiendo efecto. El médico, que habló con el HuffPost por teléfono desde Alemania, confirmó lo mal que se encontraban todas las personas a bordo y las numerosas víctimas de deshidratación que había. Él mismo se sentía muy mareado. Recuerda pocos detalles de la travesía, aparte del llanto en algunos momentos, convencido de que nunca volvería a ver a sus padres ni a sus hermanas.
Mediante las capturas de pantalla enviadas por Mohamed y su prima, el equipo de The World Post recreó la conversación real que mantuvieron en el mar, que se reproduce a continuación.
MOHAMED, UN JOVEN SIRIO DE 27 AÑOS, SE PERDIÓ EN EL MAR Y ENTONCES, DECIDIÓ ENVIAR UN MENSAJE DE TEXTO A DANYA, UNA PRIMA ESTADOUNIDENSE, PARA PEDIR AYUDA.
MOHAMED: Ayuda
- Ayúdanos, estamos en el mar
D: Tranquilo
- Conseguiremos ayuda
M: Mi ubicación
- 38º31’59.39’’N 26º17º39.73E
D: Vale
- ¿Estás en el barco?
CON AYUDA DE SU MADRE EN ITALIA, DANYA, LA PRIMA DE MOHAMED, SE PUSO EN CONTACTO CON LA GUARDIA COSTERA DE QUÍOS (GRECIA) Y COMPARTIÓ LAS COORDENADAS DEL BARCO
M: No hay motor
D: Ok, pero tranquilizaos
- Dicen que os han visto
- Os han encontrado
- Van a salvaros
- ¿Estás bien?
- Por favor, contesta
M: No
LAS OLAS ERAN DEMASIADO ALTAS PARA QUE LA GUARDIA COSTERA PUDIERA LLEGAR AL BARCO.
COMO DANYA ESTABA AL TELÉFONO CON SU MADRE, NO PUDO COGER LAS LLAMADAS DE MOHAMED.
D: ¿Os encontraron?
M: Nadie nos ayuda
- No
D: ¡Qué!
- Envía tus coordenadas
- Dicen que os han encontrado
M: ¿Quién?
D: La guardia costera griega
M: 38º30’37.7’’N 26º17’23.46’’E
D: Estamos al teléfono con la guardia costera
- Ya están llegando
- Están cogiendo otro barco, pero están yendo para allá
- Os van a salvar
- ¿Veis la isla?
M: S
D: La guardia costera dice que os está viendo
- Lo habéis conseguido
- Oh, Dios mío
- Gracias, Dios
- ¡Qué agradecida estoy!
El plan de Mohamed estaba llevado al extremo: descubrir su ubicación exacta y llamar a la Policía griega pidiendo ayuda o rendirse ante la Policía turca. La cárcel, pensó, era mejor que la muerte. Cuando pudo acceder al navegador para buscar los números, la página no cargaba. Abrió Facebook y vio que todo seguía igual, como si todavía estuviera en Damasco. Puso un mensaje en su muro diciendo que estaba atrapado en algún lugar entre Turquía y Grecia. Durante los siguientes ocho minutos, no dejó de compartir sus coordenadas a través de Maps.me, publicándolas en el muro de un grupo privado de Facebook solo para migrantes sirios, que tiene unos 18.000 miembros. Actualizó su propio muro con la llamada de socorro cada minuto.
Habiendo sido pinchadiscos en Damasco, Mohamed tiene amigos por todo el mundo y algunos de ellos estaban despiertos en aquel momento. Algunos le dieron a me gusta y al poco tiempo decenas de personas se pusieron a postear sobre el tema, la mayoría, simplemente mensajes con la frase árabe Allah yusulmak [que Dios os tenga en paz]. Pero Mohamed tenía más esperanzas. Pensó que una llamada hecha por un tercero a los agentes griegos o turcos podría acabar en rescate al proporcionarles las coordenadas. A las 8:08 de la mañana, escribió un mensaje privado a tres primos suyos en Estados Unidos: una hilera de coordenadas y la palabra "ayuda" en inglés. Un minuto más tarde, envió otro mensaje con sus coordenadas a su prima Danya Kathleen, una chica mitad siria mitad estadounidense que vive en Hawaii y a la que solo había visto una vez en la vida, pero que le había causado impresión por su simpatía.
Intentó llamar a través de la herramienta de Facebook y se sorprendió de escuchar tono al otro lado de la línea. Pero no obtuvo respuesta de Danya. Eran 13 horas menos en Hawaii, las siete de la tarde de un miércoles. Envió otro mensaje al grupo de primos, entre los que se incluyen Danya y su hermano Omar Yasseen, que vive en Washington, D.C. Para proteger la intimidad de la familia, no daremos el apellido de los primos.
“Ayuuuuuuudaaa”, era el mensaje que les envió Mohamed. Con las vocales repetidas.
Danya, una joven esbelta de 28 años con cabello claro y pecas, parece salida de un anuncio sobre la buena vida en Hawaii. Cuando Mohamed le escribió el mensaje, ella estaba probándose bikinis en una tienda de Rip Curl. Cuando echó un vistazo al teléfono en el probador, de repente se sintió a miles de kilómetros.
En cuestión de minutos, se encontraba en una intersección abarrotada, con el teléfono en la oreja. Mohamed cogió la llamada. Según Danya, su voz sonaba apagada, “como en las películas”. Suplicaba que lo ayudaran. Ella le hizo tantas preguntas como pudo. ¿Dónde estás?, ¿se está hundiendo el barco?, ¿a quién llamo para pedir ayuda? Intentó convencerle de que todo iba a salir bien. Estaban yendo a salvarlo. Cuenta que le pidió que fuese fuerte y se quedara en el barco. Colgó lo más rápido posible, sin saber muy bien qué hacer, pero consciente de que el tiempo no jugaba a su favor.
Mohamed siguió pensando en sus mejores opciones. Parecía que sus amigos de Facebook era lo único que le quedaba. Se preguntaba si creerían que estaba bromeando. Era su estilo, ya que hasta ese día la mayoría de sus publicaciones consistían en fotos o vídeos graciosos de él haciendo el tonto delante de la cámara. Necesitaba que supieran que iba en serio.
A las 8:18 de la mañana, Mohamed publicó en su página de Facebook un selfie que se había sacado hacía un momento. En la foto se veía su cara y de fondo el mar azul agitado. Mohamed incluyó una foto del barco, lleno de hombres y mujeres con la misma mirada de atormentados. Para entonces, muchos de sus acompañantes estaban despiertos y contaban con él para conseguir cualquier tipo de ayuda.
Junto a su hermano, Mohamed había intentado evitar que el ejército del presidente Bashar al Assad los encontrara y los reclutara. Con el mareo que tenía, había empezado a creer que estaba acabado pasara lo que pasara. En el mensaje que acompañaba a las fotos de la publicación no había apenas esperanza: “Perdonadme si me ahogo”.
MAMÁ SABRÁ QUÉ HACER
Tres minutos más tarde, Mary Beth Kelly, una directora de proyectos del Fondo Monetario Internacional jubilada, recibió “el tipo de mensaje que ninguna madre quiere recibir”, como contaba al Huffington Post en una conversación telefónica desde su casa en Positano (Italia). Después de haberlo intentado sin éxito con sus primos y su hermano (la diferencia horaria no ayudaba), Danya siguió intentándolo con los suyos. “¡¡¡Mamá!!!”, tecleaba frenéticamente, “ayuda, llámame”.
A lo largo de sus 31 años de carrera con el FMI supervisando la construcción, Kelly ha gestionado crisis a escala global; desde incendios devastadores en Rusia hasta proyectos inmobiliarios de miles de millones de dólares. Sus habilidades a la hora de hacer frente a la incertidumbre se pusieron de manifiesto cuando hablaba con Danya, que parecía estar aterrorizada. Con ayuda de Google y basándose en las coordenadas de Mohamed, Kelly y su marido Bob (el padrastro de Danya) descubrieron que la isla griega de Quíos era la masa de tierra más cercana al barco. Mientras tanto, Danya llamó a Mohamed. Esta vez sonaba diferente, más resignado y distante, “como si se estuviera rindiendo”, dijo. También sonaba más incoherente, todavía pedía ayuda, pero alargando las palabras como si estuviera leyendo los mensajes en voz alta: “Ayudaaaaa, por favooor”. Danya le dijo que, aunque no sabían cómo, iban a salvarlo. Tras la llamada, Mohamed volvió a enviar sus coordenadas.
En unos minutos, Bob encontró el número de la guardia costera de Quíos con información que, milagrosamente, estaba escrita en inglés. La mujer que le cogió el teléfono a Kelly también hablaba inglés. Después de apuntar las coordenadas de Mohamed, le aseguró a Kelly que los guardacostas de Quíos encontrarían la embarcación. La mujer hablaba con confianza, como si ya hubiera recibido esta solicitud antes.
"OS HAN VISTO, VAN A SALVAROS"
En menos de media hora después de la última llamada de Danya, los guardacostas de Quíos habían avisado al contacto de Kelly de que habían visto la embarcación. Contenta, Danya continuó escribiendo a su primo. “Dicen que os han visto, os han encontrado. Van a salvaros”. Escribió en el muro de Facebook de Mohamed un mensaje claro y conciso: “Los guardacostas griegos dicen que os han rescatado. Por favor, confírmalo”. No hubo contestación. Mohamed se estaba quedando dormido en el barco, las náuseas estaban pudiendo con él.
Danya siguió mandándole mensajes. A las 9:40 de la mañana, hora griega, Mohamed contestó a su última pregunta (“¿estás bien?”) con la respuesta que Danya no quería recibir: “No”. Ella intentó averiguar qué estaba pasando, pero él seguía insistiendo: “Ayuuudaa”.
Asustada, Danya ignoró la directriz del operativo de la guardia costera de esperar su llamada y decidió llamar a Quíos ella misma. A través del operador, pudo averiguar que los miembros de la guardia costera se habían dado cuenta de que el barco no podría con las olas. Estaban volviendo para coger un barco más resistente en el que regresarían a por el barco de Mohamed.
Para entonces, Mohamed podía ver tierra. Saltó del barco pensando que podría nadar y arrastrar el barco hasta la costa. Algunos pasajeros más saltaron al agua para ayudarle. En la barca solo quedaban aquellos que no podían moverse, incluido un bebé de 40 días y el amigo de Mohamed, el doctor Khaled At.
Mohamed explica que le dijo a la guardia costera que les esperaran en tierra, demasiado orgulloso como para pedir ayuda a gente que él creía que les dejaría morir. Además, la proximidad de la costa le hizo sentir seguro de que lo conseguiría. Las olas y el viento que una vez atormentaron a los viajeros ahora jugaban a su favor, acercándolos a la costa. Todas las personas que iban en el barco pisaron tierra firme.
Una vez en tierra, Mohamed supo por la guardia costera que el viento los había llevado hacia el norte de Quíos y que sus coordenadas habían cambiado. Realmente estaban en Pasas, un pequeño islote deshabitado con forma de pistola. Por todo esto, la oficina de la guardia costera de Quíos no pudo ofrecer al Huffington Post documentación por escrito del desembarco, aunque el agente que estaba de servicio asegura recordar la historia de la llegada del grupo por el recién nacido.
Desde Pasas, la guardia costera trasladó a todos a Quíos en el barco con el que habían regresado, explica Mohamed. Una vez en la isla, consiguió una habitación en un motel. Utilizó un secador para secar los puertos del iPhone, que se habían mojado a través del plástico. El viernes por la tarde ya estaba de vuelta en Facebook, poniendo a Danya al día desde un improvisado colchón en el suelo de su primer campo de refugiados. Le contó cómo él y sus compañeros nadaron hacia la costa en el último tramo, con todas sus fuerzas, remando con los brazos al principio y después nadando con todo el cuerpo. Tiene la sensación de que le salvó la vida Facebook, conectándolo a la promesa de vivir. “Usamos nuestras manos”, escribió. “Sacaré algunas fotos de donde vivimos ahora”.
Este artículo fue publicado originalmente en 'The World Post' y ha sido traducido del inglés por Lara Eleno, Irene Martín y Marina Velasco
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