Los mejores grafitis de Brasil se concentran en Grajaú, un barrio de São Paulo
"Las afueras están en constante proceso de ruina y transformación", afirma el artista visual y grafitero Mauro Neri, uno de los 500.000 habitantes de Grajaú. Se trata del barrio más poblado de São Paulo y uno de los más alejados del centro de la ciudad: se encuentra a 27 kilómetros de la céntrica Praça da Sé.
En este barrio, las palabras de Neri son fáciles de comprobar: cada esquina, cada tienda de alimentos o de ropa, cada casa, todos parecen inacabados. Es parte de la estética del barrio, cuyo origen está en unas condiciones económicas funestas.
Sobre un fondo verde y rosa, Mauro estira los contornos de las letras. "Aquí he usado pinceles, rodillos y espray", dice. Mientras explica con orgullo cómo ha ejecutado su obra, uno de sus murales en Jardim das Gaivotas, se percata de una pila de ladrillos en desuso a pocos metros de él. No se lo piensa dos veces. Interrumpe la conversación y se acerca a los ladrillos para hacer otro dibujo. Para él, su trabajo se desarrolla durante cualquier paseo diario, siempre con su mochila cargada de pinturas, pinceles y latas de espray. Siempre está listo, en cualquier momento.
Alexandre Orion/Matias Picón/Tinho
Enivo, Jardim Lago Azul
Tal vez por eso sea tan fácil reconocer su trabajo para alguien que viva en la capital. Ya desde la Radial Leste hasta Guarapiranga se vislumbra en las montañas el desafío de ver la auténtica ciudad, escrito con un juego de palabras en portugués: ver a Cidade /veracidade.
El grafiti y la pichação (una forma exclusiva de grafiti típica de São Paulo y Río de Janeiro que consiste en escribir mensajes crípticos en zonas altas o aparentemente inaccesibles) son estilos íntimamente relacionados con este lugar al borde de la zona sur, frente al embalse Billings. Al otro lado de este inmensa masa de agua, a lo lejos, es posible vislumbrar Diadema y São Bernardo, otras dos municipalidades que limitan con el embalse. Wellington Neri, conocido como Tim, es el hermano pequeño de Mauro, que también tiene el arte codificado en sus genes. Incluso comparte con su hermano el mismo estilo acelerado al hablar. "Grajaú es el lugar con más grafiteros y artistas por metro cuadrado en São Paulo. Puedes comprobarlo", asegura.
Mauro Neri y su última creación
Pero, ¿quién es el responsable de este estallido de interés por el arte callejero en Grajaú? Tim opina que el gran pionero fue Alexandre da Hora, también llamado Niggaz. En 1995, con 13 años, Niggaz ya había oteado nuevos horizontes. Su depurada técnica y su gran sensibilidad le convirtieron en un puente fundamental entre los barrios periféricos y los más centrales, donde el arte urbano era más valorado. También fue uno de los primeros artistas del grafiti en colaborar con periódicos y revistas.
La trágica pérdida de Niggaz —se ahogó en el embalse de Billings en mayo de 2003, con 21 años— dejó una profunda huella en aquellos más próximos a él. Cada año, artistas tanto de la región como foráneos se reunen para rendirle homenaje. La última celebración contó con 500 personas, unidas para hablar, recordar y crear arte. Con el paso de los años, ya han participado al menos 1.600 artistas. "Fue uno de esos artistas increíbles que mueren jóvenes. Por entonces, el grafiti en São Paulo recibía mucha influencia del estilo de Nueva York. Él rompió con esos moldes", explica Tim.
Tim interpreta su papel de “sincero pero divertido”
La semilla de Niggaz, depositada hace décadas, insiste en florecer por doquier. Las obras de Those, otro hijo famoso de Grafaú que comparte estudio con otros cuatro artistas, se encuentran con facilidad por el barrio. "El grafiti no se firma. La marca de cada uno es… su tipo de arte, el tipo de pincelada de cada artista. Aunque hay algunos que exageran un poco", comenta entre risas. La firma de Those son unos estilizados elefantes con un dedo índice en lugar de trompa.
Incluso en este panorama con una escena grafitera sólida y bien establecida, no es fácil conseguir que todo funcione sin problemas. Lo que no quiere decir que los habitantes no estén ya acostumbrados a resolverlos. Un estudio de la organización Rede Nossa São Paulo [Nuestra Red de São Paulo, un movimiento que lucha por una ciudad justa y sostenible] situó a Grajaú en último lugar en una clasificación sobre la calidad de vida. A causa de la desatención de las autoridades públicas –en todos los ámbitos– los residentes intentan seguir adelante lo mejor que pueden. “¿Que necesitamos un autobús para llevar a los niños al colegio? Entonces alguien consigue un vehículo, otro lo arregla y otro más se pone al volante. Y las mujeres han improvisado unas guarderías”, aclarar DJ Ferrugem, otro integrante de la escena cultural que además da clases de piragüismo para jóvenes como parte del proyecto Meninos da Billings [Los niños de Billings].
Así empezó el proyecto Transformações, arte urbana e cidadania [Transformaciones, arte urbano y ciudadanía], que combina el espíritu emprendedor con la revitalización de los espacios públicos para ofrecer alivio estético a las sofocantes rutinas diarias. Al proyecto se asociaron el estudio Pássaro de Papel y el colectivo Imargem, que ofrecen un espacio para nuevos talentos y organizan talleres culturales. La iniciativa estableció una financiación para organizar diez intervenciones artísticas nuevas, con la pintura, las licencias y toda la infraestructura necesaria cubiertas. Mauro y Jerry Batista fueron los grandes artistas seleccionados para disponer de sus propios murales. Zezão, Titi Freak, Tinho Nomura, Conrado Zanotto,Matias Picón, Alexandre Orion, Enivo y Pas Schaefer completaban el dream team. Todos ellos cuentan con una amplia experiencia en el arte urbano de Brasil y también en el extranjero.
Grajaú, lugar de nacimiento de los artistas.
El mural reservado para el Jardim Lago Azul fue responsabilidad de Enivo. La exuberancia cultural requiere espacio y el artista no tuvo ningún problema con invitar a pinchadores locales y otros grafiteros para que echaran una mano. La juventud negra quedó retratada con Caio Cartenum, de 20 años, un artista grafitero de Grajaú que usa un personaje con escafandra de buceo para sus representaciones en las paredes de las calles de São Paulo. "Sentí que el grafiti era mi forma de expresarme", afirma. Y en la parte baja del encargo de Enivo se leía otra declaración: "Alegrad las caras… estamos hechos de sueños y pueden ser tan grandes como queramos". La frase es de Mano Money, también del barrio.
Alexandre Orion hizo dos obras para Grajaú. Para Transformações [Transformaciones], aparcó el grafiti y usó carteles para cubrir y decorar los puestos de frutas y verduras en el mercado de la zona. Orion, conocido por su estilo de grafiti en el que mezcla pintura con hollín extraído de los muros de los túneles de la capital, usó esta técnica especial para retratar a su hija jugando con las casas de las favelas. Para terminar la obra Apreensão [Aprensión], de 15 metros de alto y 32 de ancho, hicieron falta entre tres y cuatros semanas de trabajo en una de las fachadas interiores del edificio del centro de estudios CEU Navegantes, un proyecto en colaboración con el ayuntamiento durante la campaña Virada Sustentável [Cambio sostenible].
El mural de Mauro para “Transformações”
Jerry Batista escogió un lugar frente a una ajetreada rotonda a la entrada del Jardim Eliana. Jerry es un artista experimentado que ha recorrido Europa con su arte, pero que se ha establecido en Vila Madalena, un barrio al oeste de São Paulo, donde dirige la galería A7MA. Su obra pictórica principal es la de una canoa que también podría ser una cáscara de nuez. Por último, Zezão añadió su toque característico con unas sugerentes olas.
Los que viven del grafiti están acostumbrados a que cualquier día, al pasar al lado de alguna de sus obras, la encuentren invadida por pichadores o por otros artistas. A diferencia del arte académico, no es concebible esperar ningún tipo de alabanza ni respeto por las obras hechas en la calle. Para empezar, la naturaleza, el sol, la lluvia, son suficientemente inclementes con la posibilidad de mantener la calidad de las pinturas. El paso del tiempo tampoco perdona. Y por supuesto, también influye el carácter de los habitantes, porque cualquier día, si se cansan del arte callejero, pueden volver a pintar el muro y silenciar la fiesta del dibujo. La diferencia con Grajaú es que allí la probabilidad de que un muro permanezca homogéneo, de un único color, es muy escasa.
Este artículo apareció originalmente en ‘HuffPost Brasil’ y ha sido traducido del inglés de la edición estadounidense de ‘The Huffington Post’ por Diego Jurado Moruno