Refugiados: la cara más amable de Alemania

Refugiados: la cara más amable de Alemania

THOMAS IMO/GETTY

He aquí el país que más poderosamente ha defendido la austeridad en Europa –que tanto sufrimiento social ha producido en los países del sur– sacando los colores a la mayoría de países europeos por su bochornosa pasividad frente al drama de los refugiados que llegan a Europa. Angela Merkel, la misma canciller que tantas veces ha hecho rabiar a los europeístas que quieren una Europa solidaria fiel a sus raíces, entona ahora un discurso profundamente humano que puede iluminar esta Europa ciega que no cumple con las responsabilidades más esenciales de su tiempo: las que tienen que ver con ayudar a los hombres y las mujeres que huyen de la guerra en nuestros países vecinos y llaman a nuestras puertas en busca de una oportunidad para vivir dignamente.

La mayor crisis de refugiados desde la II Guerra Mundial ha vuelto a situar a Alemania frente al espejo de su truculento pasado. Mientras una minoría de alemanes se envuelve en símbolos nazis y protesta violentamente contra la llegada de refugiados a su país, una mayoría arrima el hombro. Los alemanes no han olvidado lo que significa emigrar a la fuerza y abrazar con paso firme todo lo que a uno le queda: un hijo enfermo y hambriento, y con suerte, una maleta llena de recuerdos.

Hace décadas eran alemanes quienes deambulaban por Europa en busca de refugio. Los alemanes tampoco han debido olvidar que deben dar más ejemplo que el resto, pues su pasado es demasiado pesado como para pretender ser juzgados con los mismos parámetros. Puede parecer injusto, pero son las servidumbres de Alemania, que aunque parecen más matizadas que nunca desde el estallido de la crisis del euro en 2010, siempre vuelven a despuntar cada vez que nos enfrentamos ante una grave crisis en Europa.

Angela Merkel ha dado un paso al frente al anunciar que los sirios que lleguen a Alemania podrán tramitar sus peticiones de asilo y no serán trasladados al país europeo al que llegaron primero. Las reglas europeas así lo permitirían, pero la líder alemana quiere liderar dando ejemplo, sacando punta a su lado más humano. Parece quedar atrás su imagen más dura, la que hizo llorar a una niña palestina en un evento, cuando le sugirió que se tendría que ir de Alemania con su familia porque no todos los inmigrantes caben en Alemania.

Hace unos días, tras visitar un centro de refugiados en la ciudad de Heidenau, al este de Alemania, Merkel hizo unas declaraciones, mientras unos 200 alemanes se manifestaban alrededor contra los refugiados y gritaban traidora a su canciller: “No puede haber tolerancia con quienes cuestionen la dignidad de otra gente… No hay tolerancia hacia quienes no están dispuestos a ayudar, cuando, por razones legales y humanitarias, la ayuda es debida”.

Alemania parece ser de los pocos países en Europa que es consciente de la gravedad y la magnitud del flujo de refugiados. Su ministro del interior, Thomas Maiziere, ha estimado que unos 800.000 refugiados pedirán asilo en Alemania este año, casi cuatro veces más de los que recibió en 2014, año en el que junto a Suecia acapararon el 40% de las peticiones de asilo de toda Europa. Alemania quiere instaurar un mecanismo permanente que reparta por cuotas de forma equilibrada a los refugiados en los países de la Unión Europea. A pesar de que Italia, Francia y la Comisión Europea son partidarias de este cambio, no está claro que lo vayan a conseguir. Lo tratarán en una cumbre próximamente en Bruselas.

La mayoría de los alemanes apoya la política de solidaridad con los refugiados. La empresa ZDF publicó recientemente una encuesta en la que el 86% dijo concebir a Alemania como “un país de inmigrantes”. Un 60% afirmó que su país podía ser capaz de acoger a los refugiados. En esta ola de solidaridad están teniendo un papel importante los medios de comunicación, en especial el tabloide Bild, el más leído del país. El mismo medio que durante la crisis del euro ha utilizado su portada para retratar todo tipo de estereotipos sobre los siempre ociosos e irresponsables griegos, a menudo rozando el racismo, pide ahora a los alemanes que “ayuden a los refugiados para demostrarles que los xenófobos no gritan en su nombre”. También ha reivindicado que “Alemania tiene corazón para aquellos que necesitan ayuda”.

Miles de alemanes se han sumado activamente a la solidaridad con los refugiados. Unas 5.000 personas se manifestaron recientemente en Dresde para dar la bienvenida a los refugiados y desafiar a los neonazis que con su violencia intimidadora tratan de espantarlos. Muchos alemanes se han movilizado para facilitar la llegada y otros colgaron pancartas con frases como “bienvenidos los refugiados” en algunos estadios de fútbol el fin de semana pasado. El Borussia de Dortmund invitó en a su último partido a 220 refugiados al estadio.

Una de las historias que mejor retrata la luz de esperanza que está emitiendo Alemania sobre los más desesperados es la de una niña de seis meses llamada Angela Merkel. Su madre decidió bautizarla así en señal de gratitud y admiración al país que le dio a su familia una nueva oportunidad tras huir de Ghana hace dos años. Su familia vive ahora en un centro de acogida –un antiguo hospital– en Hannover.

A la sombra del liderazgo moral que ejerce Alemania con la ola de refugiados, quedan otros países europeos que en el mejor de los casos miran para otro lado y en el peor tratan como delincuentes a quienes no han cometido más crimen que el de huir de la guerra. Hungría ha construido una valla con espinas de 175 kilómetros en su frontera con Serbia. Bulgaria ha desplegado al ejército en su frontera sur. Polonia y Eslovaquia aseguraron inicialmente que sólo aceptarían refugiados cristianos.

España boicoteó –junto con otros tantos países– la propuesta de fijar cuotas obligatorias que propuso hace semanas la Comisión Europea. La Comisión propuso que España se hiciera cargo de 4.238 refugiados, a lo que se negó, con el argumentos de las dificultades de nuestra economía, pero finalmente aceptó 1.300. El regateo de cifras cuando hay en juego miles de vidas humanas es todavía más sonrojante si consideramos que Turquía, Líbano y Jordania han acogido a 3,5 millones de refugiados sirios. ¿Cundirá en el resto de Europa el ejemplo alemán?