El expresidente iraní Bani-Sadr: "Irán ha capitulado ante las potencias extranjeras"
Tan pronto se firmó el acuerdo de Viena sobre el programa nuclear de Irán, The WorldPost solicitó al primer presidente de la República Islámica de Irán, Abolhassan Bani-Sadr, un análisis sobre qué suponía este convenio para Irán y su región.
WorldPost: ¿Es un buen acuerdo para Irán?
Abolhassan Bani-Sadr: El régimen de los ayatollahs ha capitulado ante las potencias extranjeras y ha traído esta suerte sobre el pueblo iraní.
El acuerdo de Viena sobre la limitación de las actividades nucleares de Irán resume la ejecución de las condiciones establecidas en el acuerdo de Lausana, firmado en abril de 2015. También contiene cuatro puntos nuevos: una extensión del embargo de cinco años de armas convencionales, un embargo de ocho años de los misiles, la inspección de los emplazamientos militares y una declaración transparente sobre el pasado y el futuro de las actividades nucleares de Irán (a través del Organismo Internacional de Energía Atómica).
Además, los EEUU han conseguido derechos de veto de forma efectiva. Según el acuerdo, si cualquiera de los países 5+1 descubre que Irán ha violado el acuerdo sobre enriquecimiento, pueden comenzar un proceso de imposición de sanciones. Pero como no está en la agenda de intereses de Rusia o China el efectuar las sanciones, y las potencias de la UE no las impondrían sin el consentimiento estadounidense, el hecho es que EEUU ha conseguido el derecho a vetar el acuerdo.
Cuando el régimen iraní comenzó sus actividades nucleares secretas hace unos 25 años, el objetivo era construir una bomba atómica. Sin embargo, a partir de 2003, el objetivo se sustituyó por el de crear un combustible nuclear. Hoy, aunque podemos ver que ninguno de estos objetivos se ha alcanzado, lo cierto es que han sido utilizados como argumentos por los 5+1 para poner a Irán bajo su control. Asimismo, puesto que una condición para el embargo de armas convencionales es el control militar, Irán no puede hacer ningún movimiento mientras sus vecinos continúan extrayendo petróleo y gas del Golfo Pérsico, del Mar Caspio y de otras zonas compartidas. Por el momento, esto le ha costado al país cientos de miles de millones de dólares.
Si el régimen hubiera sido sincero en relación a sus actividades nucleares y hubiera cancelado el programa completo, en lugar de mantener una fachada sobre el enriquecimiento nuclear, el país podría haber tenido un estatus normal y los derechos nacionales de los iraníes podrían haber sido reconocidos. Como no ha sido así, los iraníes están pagando el precio.
Los signatarios iraníes y los simpatizantes del acuerdo sostienen que su firma pone fin a las sanciones, disminuye la amenaza de invasión militar y que conduce a un aumento de la prosperidad en Irán. No obstante, se siguen imponiendo sanciones y restricciones económicas internacionales y el país continúa rodeado de bases militares.
El acuerdo significa, por tanto, que el régimen de Irán accede a permanecer bajo control, bajo amenazas y bajo restricciones. Zarif, el ministro de exteriores, ya ha comparado el acuerdo con el Tratado de Turkmenchay de 1828 (por el que Irán cedió la mayoría del Cáucaso a Rusia), con el Acuerdo Anglo-Persa de 1919 impuesto por Gran Bretaña, que convirtió a Irán prácticamente en un protectorado, y con el acuerdo petrolero de 1933 también con Gran Bretaña, que extendió el control británico sobre el petróleo de Irán hasta 1993.
WorldPost: ¿Cuáles son las implicaciones del acuerdo de Viena para la política interna de Irán?
Bani-Sadr: Parece ser que el régimen ha alcanzado el objetivo de prevenir su propio derrocamiento. Desde esta perspectiva, cualquier acuerdo que modifique la posición de los Estados Unidos y los occidentales de una política de “cambio de régimen” a otra que lo defienda, es un buen acuerdo. Sin embargo, la eliminación de esta amenaza externa tiene un impacto directo sobre las relaciones de poder entre las facciones dentro del régimen.
Durante la presidencia de Ahmadinejad, el régimen declaró que “la energía nuclear es nuestro derecho absoluto”. Hoy en día, esta consigna está siendo reemplazada por la de que “el acuerdo final es la exigencia del pueblo iraní”. En otras palabras, el precio de suspender las sanciones —para que Irán quede bajo control, amenazas y restricciones— es un precio que merece la pena pagar (aunque de hecho el régimen no dice a los iraníes que las sanciones se suspenderán con condiciones; sino que manifiesta que serán suprimidas definitivamente).
A pesar de la insostenible situación económica del pueblo iraní y de un entorno que se deteriora a gran velocidad, resultados de la destrucción de la economía a manos del régimen debido a su mala gestión y su corrupción, el pueblo iraní aún cree que la situación es consecuencia directa de las sanciones. No obstante, puesto que también saben que Jamenei y su gente, los que firman la sumisión de Viena, también son responsables por el status quo, tanto las posiciones del moderado Rouhani como la de los reformistas se verán reforzadas.
Hasta ahora, el pueblo iraní no ha tenido un papel activo, a pesar de que sus acciones e inacciones tienen un efecto directo sobre la situación política y la lucha entre las élites políticas. Si el pueblo permanece inactivo, Jamenei aprovechará esta oportunidad para eliminar a aquellos que él denomina los “líderes de la sedición”: Hashemi Rafsanjani, Mir Hossein Mousavi, Mehdi Karrubi y sus compañeros.
Sin embargo, si el pueblo pasa a la acción, el equilibrio de poder se inclinará en detrimento de los principalistas, aquellos que son obedientes a Jamenei. Si el régimen se vuelve incapaz de controlar las actividades políticas del pueblo, podría producirse una mayor apertura política. Por tanto, si las relaciones entre el pueblo y el régimen permanecen como están, el acuerdo final no creará un modelo de democratización que el pueblo quiera seguir, mucho menos uno por el que deseen derribar a sus gobiernos despóticos.
WorldPost: ¿Qué significa el acuerdo de Viena para el papel de Irán en la región?
Bani-Sadr: El régimen que ha puesto a Irán bajo control, amenazas y restricciones ya no puede ser considerado como anti EEUU o anti Occidente. Hace apenas unos días, Jamenei declaró que la lucha contra “la arrogancia global” (en referencia a EEUU) no tiene fin. En el parlamento, los diputados iraníes continúan repitiendo el cansino eslogan de “muerte a los EEUU”, intentando salvar lo insalvable. Hace tiempo que este eslogan cumplió su fecha de caducidad.
Si Jamenei reemplaza la política actual de relación secreta y confrontación abierta con los EEUU por una normalización de las relaciones entre los dos países, emergerá un nuevo equilibrio de poder que evitará las alianzas de Israel y Arabia Saudí para dominar la región. Pero esta posibilidad es poco probable.
Por el contrario, mantener a Irán bajo un embargo de armas convencionales durante cinco años más, otro de misiles durante ocho y la inspección controlada de los emplazamientos militares iraníes, garantizará a Israel, Arabia Saudí y sus aliados árabes que el régimen no desempeñará un papel militar importante en países regionales como Afganistán, Irak, Siria, Yemen y Palestina.
Pero el hecho es que el régimen iraní ya se encuentra inmerso en estas guerras; un asunto que presenta una importante pregunta: ¿de verdad presenta este acuerdo posibilidades nuevas para encontrar una solución basada en la cooperación entre el régimen y otros países de la región? ¿Pueden, junto con las potencias extranjeras, alcanzar un acuerdo para dejar de luchar unos con otros, incluyendo las guerras indirectas por el poder, y para poner freno al flujo de soldados, armas y dinero hacia países infestados de guerra civil?
Este artículo fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The WorldPost' y ha sido traducido del inglés por Diego Jurado Moruno.