Llega el populismo al oasis danés de los jóvenes españoles

Llega el populismo al oasis danés de los jóvenes españoles

CARLOS C. URABAYEN

Helle Thorning-Schmidt dimitió como primera ministra y líder de los socialdemocrátas daneses tras la derrota del centroizquierda en las elecciones generales del pasado 18 de junio. En el año en que se celebra el centenario del voto femenino en Dinamarca, se despide la primera mujer que ha liderado el país y llega un bloque conservador con tintes populistas que pone en la diana a los extranjeros.

Las elecciones han aupado al populista Partido Popular Danés (que no es de la familia del PP Europeo pues se sitúa a su derecha) al segundo lugar y ahora serán claves dando un apoyo crítico al próximo primer ministro, el liberal-conservador Lars Lokke Rasmussen. La socialdemocracia, madrina de los Estados del bienestar en los países escandinavos, se repliega y sólo gobierna en un país de la región (Suecia). Algo insólito desde la II Guerra Mundial.

Es una noticia inquietante para los miles de inmigrantes, muchos de ellos españoles, que cada año viajan a este oasis del norte de Europa para ser parte del paraíso escandinavo. Un país que año tras año se sitúa como los más felices de la tierra.

En pleno final de campaña electoral, el paisaje de la ciudad está marcado por las eternas olas de bicicletas –algunas llevan hasta tres niños enlatados en una gran cesta en la parte delantera–, la intensa lluvia (como castigo por haber tenido un invierno suave) y los omnipresentes carteles electorales, algunos bien pintorescos, como el que muestra a un candidato cowboy que aparece desnudo.

Resulta fácil adivinar las razones por las que Dinamarca ha atraído a miles de españoles en busca de una vida mejor. Es algo casi ofensivo para quienes venimos del sur de Europa que pueda utilizarse la misma palabra que nos ha machacado tanto –“crisis”– para referirnos a las dificultades moderadas que golpearon a Dinamarca en los últimos años. En todo caso, con un desempleo del 6,4%, y un crecimiento previsto del 1,7% para este año y 2,1% para el que viene, los daneses dan por superada su particular “crisis”.

Si hay un concepto sobre el que pivota el éxito de la sociedad danesa es el de la confianza. Se da por descontado que se van a cumplir las reglas. La corrupción es marginal y la confianza en el sistema, abrumadora. Han estado gobernados por una coalición de dos partidos en minoría y no ha habido atisbo de inestabilidad. No se escuchan gritos entre los partidos sino propuestas, diálogo y acuerdos. Pero quizás lo que mejor refleja la confianza danesa es la práctica de los padres de dejar los carritos con sus bebés dentro aparcados en las puertas de los restaurantes mientras disfrutan plácidamente de una comida. Es sencillamente impensable que les ocurra algo en uno de los países europeos con la criminalidad más baja.

  5c8b62e53b000072066d74ee

Dinamarca es un paraíso laboral que trata de mantener las esencias de su generoso Estado del bienestar ante las embestidas de la globalización. La leyenda se forjó en 1981, cuando McDonald’s llamó a sus puertas. Los sindicatos le dijeron al gigante de hamburguesas que si quería venderlas en Dinamarca tendría que firmar un convenio colectivo. Los estadounidenses dijeron que eso no era parte de su cultura empresarial, pero terminaron negociando porque los sindicatos les hicieron la vida imposible. Pasadas más de tres décadas, McDonald’s tiene cifras rentables y es considerado por la gente joven como un buen sitio para trabajar. Ahora Ryanair, que empezó a operar en marzo en Copenhague, libra un pulso parecido. En unas semanas la justicia danesa hará un pronunciamiento decisivo.

La flexiseguridad es el concepto clave detrás del modelo laboral danés. Se incentiva la contratación por parte de las empresas porque apenas tiene costes para ellas despedir a los trabajadores. Pero la contrapartida es que el Estado se encarga de proveer la estabilidad y los incentivos necesarios para que quienes no tienen trabajo lo encuentren rápido y lo hagan en unas condiciones dignas. Si trabajas un mínimo de un año, tienes derecho a dos de desempleo. En el pasado el sistema era todavía más seguro: si trabajabas seis meses, tenías derecho hasta cuatro años de desempleo.

Estar desempleado no es estar inactivo en Dinamarca. Los centros de trabajo –explica Kasper Sand Kjaer, responsable de juventud de LO, uno de los sindicatos mayoritarios- se encargan de que tu búsqueda de empleo sea activa. Es frecuente tener varias reuniones semanales con un asesor que te orienta en la búsqueda de empleo. Y debes presentar unas diez solicitudes de trabajo al mes. También se incentiva la formación y el reciclaje para facilitar el regreso al mercado laboral. Para los más jóvenes que se están todavía formando, la garantía juvenil se encarga de que a través de unas prácticas logren después encontrar un trabajo estable. El desempleo juvenil en Dinamarca se sitúa en un 11%, muy por debajo de la media europea, y afecta sobre todo a los jóvenes menos formados.

ESPAÑOLES EN DINAMARCA

En 2009, según el Instituto Nacional de Estadística, había 1.907 españoles viviendo en Dinamarca. Hoy son 3.600 los que están registrados en el Consulado de España en Copenhague, aunque la cifra real es bastante mayor ya que no todos están inscritos.

Entre ellos hay algunos científicos. Han huido de los recortes en investigación y se han instalado en un país que reconoce y valora sus conocimientos. Y que sabe además captar el talento. Hay un régimen fiscal favorable que dura cinco años diseñado para atraer cerebros extranjeros en las universidades. En España, en cambio, hacemos bonificaciones fiscales a los futbolistas de élite. Los goles de Cristiano y Messi son espectaculares pero no construirán el país moderno que anhelamos.

Un grupo de científicos españoles se reúne en Din Nye Ven, una moderna cervecería al lado de la Facultad de Derecho de la Universidad de Copenhague. La cerveza danesa se consume en pintas al estilo British y los locales sienten orgullo por ella. En realidad tienen la estima nacional elevada por muchas cosas, a juzgar por las banderas nacionales que están presentes desde la llegada al aeropuerto –con familiares que reciben a sus queridos bandera en mano– a los autobuses que circulan por la ciudad. No es casualidad que Dinamarca rechazara en referéndum entrar en el euro en 2001 y haya sido siempre un país cauto a la hora de integrarse más con sus vecinos europeos.

Juan Antonio Mayoral, mallorquín de 33 años, lleva un año investigando en iCourts, Centro de Excelencia para Tribunales Internacionales de la Fundación Nacional Danesa, tras haber concluido su doctorado. Trabaja en un ambiente muy internacional, que da cuenta del esfuerzo de apertura que están llevando a cabo las autoridades municipales desde hace años. Su objetivo es analizar la confianza de los jueces nacionales en las decisiones que toman los tribunales internacionales. Se siente bien en Copenhague y no tiene prisa por volver a España.

Antoni Abat Ninet, catalán de 40 años, es catedrático de Derecho Constitucional. Vive con su mujer y su hija en una de las modernas construcciones al otro lado del río, que tienen la ventaja de tener ascensor. Un lujo en un universo en que todo se sube por las escaleras a pulso, quizás como señal del valor que da la sociedad al esfuerzo. Antoni ha vivido en Estados Unidos, Inglaterra y Alemania. Al no encontrar su espacio en las universidades españolas, terminó en la universidad de Copenhague. “Aquí saben valorar el talento… A menudo no importa en las universidades españolas las publicaciones que hayas hecho en revistas internacionales”. Está decepcionado y se queja de no haber tenido noticias de la embajada de España desde que llegó.

Beatriz Martínez Romera tiene 35 años y lleva cinco en Copenhague. Se ha movido por Europa surfeando la gran ola de la crisis. Salió de España en 2008 rumbo a Bath y Londres. Y de allí marchó para Copenhague en 2010, donde ha concluido su tesis doctoral. Ahora espera una beca Postdoctoral para poder continuar sus investigaciones sobre el derecho del cambio climático. No se plantea volver a España. “Hay muchas cosas de la sociedad española que no me gustan. Como mujer sólo puedes ir al norte de Europa para desarrollarte plenamente como profesional… Aquí no hay igualdad al 100% pero estamos mucho más cerca que en España o Reino Unido”.

En Paludan, un bar de estudiantes abarrotado por libros en las estanterías y un intenso olor a salmón, me encuentro con otro español que trabaja en la universidad. Víctor, que prefiere no dar su apellido, es biólogo y trabaja en el departamento de geociencia desde hace dos años. Su chica llegó hace un año y desde entonces toma clases de danés cinco horas al día. Cuando viene tu pareja –me cuenta Víctor– el Estado te da apoyo para su integración. “Tienes clases de danés gratis y dispones de un asesor que te ayuda en el centro de trabajo para encontrar empleo”.

En el mismo bar, escucho más voces españolas. Son las de Laura y Tania Rodríguez, de 25 y 24 años. Laura se quedó aquí tras hacer el Erasmus y conocer a su novio danés. Tania se ha instalado en Copenhague siguiendo también a su novio español que estudia un master. Si logras ser aceptado en una universidad danesa puedes aspirar a una ayuda de unos 800 euros al mes. Ambas trabajan en la tienda de ropa norteamericana Abercrombie & Fitch y están matriculadas en un Master en Educación Intercultural que realizan a distancia en la UNED. “En España nunca podríamos trabajar a tiempo parcial en una tienda, ser independientes y poder estudiar al mismo tiempo”.

EL POPULISMO, EN AUGE

Pero no todo son luces en el paraíso danés. Como dicen los alemanes, “aguas tranquilas, aguas profundas”. Al igual que en el resto de los países escandinavos, el populismo contra la inmigración está por las nubes. Kasper Sand Kjaer, el joven líder sindical, quita hierro al asunto: “A nosotros en el sindicato nos da igual el color del pasaporte, lo que nos preocupa es que las personas que trabajan en Dinamarca tengan un convenio colectivo y buenas condiciones laborales… Todo el mundo es bienvenido aquí, pero tiene que trabajar con condiciones laborales danesas”.

Es una visión, sin embargo, que no comparten muchos daneses, como ese 21% que ha votado al xenófobo Partido Popular Danés.

Una de las prioridades de los populistas, al estilo del debate que agita Reino Unido, se centra en poder restringir los beneficios sociales a los que se pueden acoger los ciudadanos de otros países europeos y reintroducir los controles en las fronteras. En el oasis danés de avecinan tormentas.