Fun Home, en la categoría musical, y El curioso incidente del perro a medianoche, en la de obra no musical, se alzaron hoy como grandes vencedoras de la 69º edición de estos premios con cinco estatuillas cada una, sin aportar sorpresas pero sí definiendo la línea por la que apuestan los máximos premios del teatro.
Fun Home, musical de tono independiente y basado en el cómic de Alison Bechdel, estaba nominada a doce premios y se llevó también los galardones a mejor actor de musical (Michael Cervaris, que ganó su segundo premio), mejor dirección, mejor libreto y mejor composición musical. Su victoria en el último premio de la noche, en una gala celebrada en el Radio City Music Hall, fue la del tono íntimo, las minorías sexuales y las familias heterodoxas. También fue un desempate con Un americano en París, que había partido con el mismo número de nominaciones y consiguió cuatro premios, aunque todos ellos técnicos.
Por su parte, El curioso incidente del perro a medianoche, llegada de Londres y basada en la novela sobre el autismo de Mark Haddon, ganó cinco premios de seis nominaciones, llevándose también los galardones a mejor dirección, mejor actor en obra dramática (Alex Sharp), mejor iluminación y mejor puesta en escena.
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En la gala de los 69º Premios Tony de Teatro, celebrados la noche del domingo 7 de junio en el Radio City Music Hall de Nueva York.
Su batalla se libraba contra Wolf Hall. Parts One & Two, que venía con ocho candidaturas, pesado vestuario (lo único que al final fue merecedor de premio), el crédito de la Royal Shakespeare Company y una historia ambientada en la corte de Enrique VIII. Triunfó la Inglaterra del siglo XXI, la de una puesta en escena de rabiosa actualidad y, además, remató una gran noche para el acento británico.
Skylight, dirigida por Stephen Daldry y protagonizada por Carey Mulligan y Bill Nighy, se hizo con el premio a la mejor reposición dramática y la ceremonia se inauguró con dos premios para The Audience, uno para Helen Mirren como la reina Isabell II, y otro para Richard McCabe, como el primer ministro Harold Wilson. No se podía ser más british.
Mirren, además, se convirtió en la primera actriz que consigue un Tony por un papel que en el cine le dio el Óscar (en The Queen), algo que había sucedido a la inversa en ocho ocasiones con Yul Brynner, Joel Grey o Anne Bancroft, entre otros.
En cuestión de reposición musical, donde no hay opción a lo novedoso, la gran ganadora de la noche fue El rey y yo, la famosa historia de Ana y el rey de Siam. nEsta producción también ganó otras tres estatuillas más incluida la mejor actriz en musical, Kelli O'Hara, en su primer premio tras cinco infructuosas nominaciones.
MODA Y TABLAS
Y así quedó sentenciada una edición de los Tony que, por un lado, el de la moda, se abrió más al gran público. Y por otro, el de la gala, apostó por un tono, un humor y unos presentadores de consumo interno.
En la alfombra roja, efectivamente, los organizadores habían contado con el asesoramiento de Anna Wintour, editora de Vogue Estados Unidos, para dar brillo a un glamour siempre menor. Jennifer López, Chita Rivera (que no consiguió galardón por The Visit) y algunas supermodelos que nada tenían que ver con la cuestión, intentaron que el esfuerzo de producción diera sus frutos, aunque no consiguieron hacer especialmente relevante la llegada a los premios.
Chita Rivera, de origen puertorriqueño, apareció deslumbrante a sus 82 años, vestida de rojo con transparencias y dispuesta a conseguir el tercer Tony de su carrera por el musical The Visit. López, que presentó uno de los números musicales de la gala que se celebró en el Radio City Music Hall, apareció la última de todas, dejando sin respiración con un vestido palabra de honor azul noche con estrellas doradas y melena corta.
Ambas hicieron subir muchos enteros al no tan conseguido objetivo de los organizadores de los Tony (la Broadway League y la American Theatre Wing) de que la alfombra roja de los premios más importantes del teatro sea tan relevante como la de otros premios.
Con acuerdos con diseñadores como Zac Posen o Narciso Rodríguez, con un guión de llegadas nada casual y con una puesta en escena mucho más esmerada que en otras ocasiones, cambiando el clásico fondo de patrocinadores por un seto con ecos de los Óscar, Wintour puso oficio pero no llegó a generar el glamour esperado y eso que había estrellas de sobra.
Alan Cumming y Kristin Chenoweth, como maestros de ceremonias que tomaban el relevo de los estelares anfitriones anteriores (Hugh Jackman y Neil Patrick Harris) hicieron la gala amena y divertida, pero poco atractiva para ese espectador que persigue desde hace años la retransmisión televisiva de la gala y que se le escapa año a año.