'Los trabajadores pobres de Rajoy': la nueva clase social
Padres de familia con empleos de 600 euros al mes, explotados y con contratos de risa. Jóvenes con horas de trabajo remuneradas a 3,75 euros. Mujeres que trabajan muy por debajo de su cualificación y que no se pueden permitir un alquiler. Mientras que el Gobierno se enorgullece de que hay 13.100 parados menos, según la EPA de este jueves, los sindicatos reconocen que hay menos paro, pero el trabajo que se crea es insuficiente, persiste la mala calidad y aumentan los desempleados sin ninguna prestación.
Los protagonistas de estas historias, que han tenido la 'suerte' de encontrar un empleo, cuentan su experiencia a El Huffington Post. Engordan una nueva clase social: "los trabajadores pobres".
JUAN JOSÉ MARTÍNEZ, 59 AÑOS
Padre de dos hijos y con un nieto, el verano pasado Juanjo firmó un contrato de obra y servicio como distribuidor de Movistar. Aceptó el empleo porque no le quedaba otra. "Firmas eso porque necesitas el trabajo y sabes que no hay nada más; así que lo coges. No tienes más donde elegir y las empresas lo saben, por eso abusan de ello", señala. "Con la nueva reforma laboral se aprovechan y saben que pueden echar a una persona para contratar a dos por el mismo salario".
"En el contrato se firmaba por una jornada de quince horas semanales con una retribución de 600 euros brutos al mes". Pero lo que en realidad buscaba la empresa era bastante distinto. "Me exigían estar hasta nueve horas diarias trabajando por ese sueldo". O lo que es lo mismo, jornadas de 40 horas por el precio de 15.
A pesar de todo, su dignidad no le permitió aguantar mucho y acabó dejando el puesto. "Antes de aceptar ese trabajo tuve otra entrevista similar, en la que me ofrecían firmar un contrato por media jornada pero me exigían trabajar la jornada completa, no sé si me explico. Es un caso que sé de buena mano que ocurre mucho". "Conozco mucha gente que tiene que aceptar este tipo de contratos. Gente muy cualificada y culta de la que se está abusando en el mercado laboral".
Desde que dejó el trabajo Juanjo se interesa por la política y colabora con Podemos. Insiste en que el gran problema que hay en este momento es el paro y que este tipo de empleo que se está creando no es la solución.
REBECA LÓPEZ, 28 AÑOS
Ingeniera Técnica en Topografía y máster en Tecnologías de la Información Geográfica. Tiene también hasta el tercer curso de inglés de la Escuela Oficial de Idiomas. En febrero, firmó un contrato de obra con una empresa telefónica para realizar trabajos relacionados con la fibra óptica. Reconoce que, en parte, tiene la "suerte" de trabajar en algo de su campo.
"Hoy por hoy te puedo decir, por fin, que tengo trabajo hasta mayo. Hemos entregado parte del proyecto y he podido ver la planificación, pero si no es por esto, no sabría si me echan mañana o dentro de unos meses. En cualquier momento nos pueden mandar a la calle", explica.
Rebeca cobra 10.500 euros brutos al año (unos 800 euros netos al mes) por una jornada de 41 horas a la semana. "Trabajo 8 horas y media todos los días más lo que tarde en comer; menos los viernes, que son 7 horas y media. Supuestamente nuestros horarios son así porque en verano cambian y trabajamos menos, pero no sé si voy a seguir estando aquí en verano", cuenta la joven.
Aceptó el trabajo por necesidad. "Sé que me cogieron por el máster, aunque en el contrato pone que me pagan como topógrafa. Pero no me lo creo", relata. Actualmente vive con su novio en casa de una amiga y sólo pagan gastos "y lo que comemos": "Si tuviésemos que pagar un alquiler entre los dos no llegaríamos a fin de mes".
Es consciente de que no está sola y de que hay otros en peores situaciones que la suya: "Un compañero de trabajo viene todos los días a Madrid desde Ciudad Real y se gasta al mes 600 euros en el AVE. Cobramos 800 euros al mes; lo que significa que él cobra 200 euros en total. Pero sigue viniendo para tener experiencia laboral", añade como anécdota.
PABLO (NOMBRE FICTICIO), 24 AÑOS
No quiere revelar su verdadero nombre por miedo a perder su empleo. Pablo logró pasar una prueba y entró en una empresa de mantenimiento de calefacciones y calderas. "Firmé un contrato pero me pagaban en negro el primer mes. Tenías el horario que quisieses pero te requerían dar resultados, claro", explica el chico.
Su trabajo consistía en conseguir contratos. "El primer día conseguí tres y seguí más o menos en la misma linea los dos días siguientes. El problema es que empezó a haber veces que trabajaba hasta nueve horas diarias y no llegaba a conseguir ninguno, por lo que no cobraba ni un duro por ese día trabajado", cuenta. A Pablo le pudo el amor propio y acabó dimitiendo, a pesar de que necesitaba el dinero. "Hubo una vez que fuimos a hacer una revisión a una señora mayor. Al hacer la prueba de monóxido de carbono en el aire, me dí cuenta de que la mujer tenía un escape en la caldera. Ella misma me dijo que a veces sufría mareos cuando la encendía, así que dí parte de que se requería una revisión urgente. Cuando mi jefe se dio cuenta, me llamó y me trató fatal, preguntándome a gritos que quién era yo para dar ese parte y que eso se hacía una vez al año".
Tras esto, el chico comenzó a cursar Sonido en una conocida academia de estudios audiovisuales de Madrid. Aprobó todo. "Me enteré de que algunos alumnos terminan de pagar sus cursos trabajando en la academia, y como yo no podía pagarlos de otra forma decidí meterme también a eso", relata.
Comenzó a trabajar cobrando 3,75 euros la hora. El horario que tienen depende de la deuda de cada uno. "Nos llaman los intercambios, y somos alrededor de cuatro personas. Nuestro papel es trabajar en el departamento técnico, desmontar platós, encargarnos de los equipos...". Desde hace tiempo le hacen contrato solo a uno de ellos, ya que darles de alta en la Seguridad Social a todos requiere demasiado gasto. "Me hicieron contrato a mí, tuve esa suerte. El que tiene contrato tiene que estar en una garita fuera, en el parking, para que cuando venga el inspector laboral vea que esta persona tiene todos los papeles en orden".
Para pagar lo que debe, Pablo debe trabajar allí al menos un año. "Lo normal es que nos toquen tareas de becarios, que lo entiendo, pero en ocasiones hemos tenido que hacer otro tipo de tareas como ir al consulado a arreglar unos papeles de unas tierras que el jefe tenía en Brasil o hacer una mudanza de su amigo íntimo. No podemos decir que no. Nadie quiere que se anule su deuda". "Me pagan con un cheque por las horas trabajadas, voy al banco, lo cobro y les llevo otra vez el dinero en efectivo".
Pablo aporta una reflexión final: "Aunque sea de coña el trato que recibimos, para mí es una oportunidad de poder pagarme unos estudios que ni yo ni mi familia podríamos haber afrontado. Encima estoy cotizando y haciendo currículum. He podido estudiar lo que me gusta y he aprendido mucho, cosa que no pueden decir todos los chavales que están en mi situación. En parte me siento muy agradecido".
MIGUEL L. 26 AÑOS
Miguel estudió trabajo social. Es otro de los que tiene que dar las gracias por encontrar trabajo de lo suyo. "Trabajo en una asociación con niños en riesgo de exclusión, con un contrato de 20 horas por el sueldo mínimo. Dependiendo de los fondos que lleguen a la asociación, esas horas suben o bajan", relata.
A pesar de todo, le gusta lo que hace. "El problema es que la carga de trabajo es la misma si trabajo 20 horas que 40. Tengo una compañera con contrato de 25 horas y hago lo mismo que ella. Así que a veces me falta tiempo y tengo que quedarme. 30 horas a veces se me queda justo para hacer todo lo que tengo que hacer".
A Miguel a veces le toca trabajar los fines de semana y tiene que irse de acampada con los niños. Pero en vez de cobrar las horas trabajadas, se lo cambian por dos viernes; los cuales trabaja cinco horas. Por lo tanto recibe una retribución de 10 horas por trabajar sábado y domingo completos.
No tiene contrato fijo, a pesar de llevar mucho tiempo trabajando allí. "Mi contrato es de obra y servicio, así que cada año se acaba, me despiden y me vuelven a contratar. Llevo aproximadamente tres años allí y voy encadenando contratos. Ahora vivo con mis padres. De momento con lo que gano no podría irme a vivir solo ni de coña, con mi pareja sí, pero porque ella cobra bastante más que yo".
A pesar de todo, le requerían una alta cualificación para contratarle. "Para entrar a trabajar aquí me pedían carrera, inglés y el título de Monitor y Tiempo Libre. Aunque yo creo que me contrataron porque acababa de volver de estar nueve meses de voluntariado en América Latina y tenía esa experiencia ganada", relata.
"Somos los trabajadores pobres de Rajoy. Antes uno era pobre cuando no tenía trabajo. Ahora eres pobre hasta trabajando 40 horas semanales", concluye Miguel.
"UNA VUELTA AL PASADO"
Esta situación la resume Santos Ruesga, Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Madrid, explicando que "ha habido un traslado hacia los contratos a tiempo parcial". "Los datos del año pasado ya indicaban que había menos horas de trabajo y más personas trabajando". Afirma que "se está repartiendo el trabajo desde un punto de vista sociopolítico, no económico; y esto hace que se crezca a un ritmo económico no muy malo pero con poca demanda de trabajo y empleos temporales y a tiempo parcial". "Se está precarizando el empleo. El salario de las personas cae y se distribuyen las horas de trabajo de más personas en sectores de poca cualificación", añade.
Ruesga señala que "esto significa un retroceso, una vuelta al pasado. Nos hemos instalado en un país con trabajo precario y salarios bajos; lo cual a nivel global no es ni mucho menos una satisfacción y de cara al futuro no supondrá grandes avances".
Probablemente, muchas personas en la situación de Juanjo, Rebeca, Pablo y Miguel estén de acuerdo con esta tesis y a la espera de poder contar que tienen un trabajo digno y a su medida. Otra cosa es que la realidad les permita mantener la esperanza.