Servicio Civil Internacional: 95 años de voluntariado por la paz
Esto que van dos españolas, dos polacas, dos italianos -napolitanos, para más señas-, un chino canadiense, un croata, un húngaro y una eslovaca... Suena a chiste, pero es la historia real de un grupo de jóvenes voluntarios y, en contra de lo que pueda parecer, se repite con frecuencia gracias a organizaciones como Servicio Civil Internacional (SCI).
“SCI es una ONG que se dedica a ayudar a la sociedad a través de la promoción de la paz mediante los campos de voluntariado”, explica Isabel García, responsable de su gestión. No obstante, el concepto de paz es tan amplio y la sociedad ha cambiado tanto en los casi 100 años de la organización, que sus objetivos se agrupan en tres grandes pilares: la inserción social, la interculturalidad y el medio ambiente.
Pero si hubiera que elegir dos rasgos para describir SCI, serían su carácter internacional -actualmente cuenta con 46 ramas por todo el mundo- y su historia, siempre ligada a la Historia en mayúscula. SCI fue creado en 1920 por el suizo Pierre Cérésole, que al finalizar la I Guerra Mundial decidió reunir a franceses y alemanes -algo impensable en la época- para reconstruir un pueblo de Francia y emprender así los primeros pasos hacia la reconciliación.
En España tuvimos que esperar hasta los años 80 para ver la llegada de SCI, pero ya durante la Guerra Civil había prestado ayuda humanitaria en nuestro país, “sobre todo en comedores sociales”, como el de la foto, precisa Isabel. En la actualidad, las ramas de Madrid y Cataluña envían cada año unos 700 voluntarios al extranjero y acogen aproximadamente a 350 de otros países.
Aunque esta historia de guerras suene lejana, hoy en día hay muchas formas de luchar por la paz en el mundo. Y en SCI dan unas cuantas ideas para conseguirlo. Su buque insignia son los campos de voluntariado, que reúnen a grupos de hasta 20 personas y diferentes nacionalidades sin límite de edad para trabajar sobre diferentes temáticas durante un período máximo de tres semanas.
Concretamente, SCI pone en contacto a organizaciones locales con personas dispuestas a ayudar para implementar una propuesta. “Aprovechamos para hacer desde aquí un llamamiento a asociaciones o proyectos locales que puedan requerir o albergar un campo de voluntariado”, recuerda Isabel.
Un grupo de jóvenes voluntarios en un campo internacional en Berlín
También se puede optar por un campo de solidaridad, con la particularidad de que éstos tienen lugar en países no industrializados en vías de desarrollo. A la hora de describirlos, a Isabel se le ilumina la cara: “Es una experiencia inolvidable que te marca la vida. Una inmersión cultural inigualable. Sin duda, recibes más de lo que das”.
En Iquitos, Perú
Aunque, al principio, muchas personas se lanzan a la aventura con la idea de practicar otro idioma, de conocer otro país y otras culturas y de poder viajar a buen precio, al llegar a su destino se encuentran con mucho más. “El contexto particular de cada voluntariado lo convierte prácticamente en una terapia de grupo, donde te enfrentas a tus expectativas y miedos y, sobre todo, donde se te desmontan muchísimos estereotipos que tenías”, cuenta.
Y para muestra, su propia experiencia: “Cuando estuve en Tanzania, yo me quería ir a toda costa con el grupo de italianos, pero me tocó con los japoneses. Nunca me imaginé que acabaría el día muerta de la risa, me hice uña y carne con ellos y todavía seguimos en contacto”.
¿Y qué pasa con los problemas de idioma? Hay un lenguaje universal -defiende Isabel-, “la sonrisa”. “Aunque un diccionario básico nunca viene mal”, recuerda.
Si tienes ganas de echar una mano sin salir del país, puedes colaborar con los grupos de trabajo de SCI, que cuenta con el Grupo Ecosfera, que organiza salidas de senderismo y otros talleres, el de Bocadillos en la calle, que acompaña a las personas sin hogar de Madrid, o el Grupo de Profes, que se dedica a la enseñanza de español a inmigrantes.
Con tantos proyectos y tanta participación ciudadana, la organización está cargada de optimismo y su responsable lo expresa así: “Es evidente que hay una crisis económica, pero no de valores, no de juventud. ¡Movemos muchísimos voluntarios! Cada año recibimos más solicitudes y la motivación es impresionante. Yo he llegado a llorar con cartas de la gente”.
Su discurso irradia emoción, al igual que el de los voluntarios, que recuerdan sus vivencias con algo claro en mente: volverán a repetir la experiencia.