¿Ves colores en estas letras? Puedes ser sinestésico
Cada vez que en su pub entra un cliente habitual llamado Derek, James Wannerton siente en su boca un sabor a cera de oídos. Derek no tiene ninguna culpa de ello, ni su higiene personal está en entredicho; se trata de que Wannerton es sinestésico, una peculiar cualidad que ofrece a sus poseedores una percepción de la realidad mucho más rica que la de la mayoría.
La sinestesia, literalmente “unión de sensaciones”, es una especie de comunicación inusual entre los sentidos que permite ver los sonidos, oír los colores o saborear los números, por citar ejemplos de más de 60 modalidades que han llegado a describirse. Científicos de finales del siglo XIX y principios del XX se interesaron por esta singular capacidad, en tiempos en que la mente humana se abría a la investigación y fenómenos como la hipnosis causaban furor. La sinestesia cayó en desgracia durante gran parte del siglo pasado, cuando la ciencia la arrinconó como una fantasía fruto de un exceso de imaginación. Sin embargo, las técnicas de neuroimagen comenzaron a revelar diferencias en los patrones de activación cerebral de los sinestésicos, y en las últimas décadas la sinestesia se ha erigido en un activo campo de investigación, tanto para psicólogos como para neurocientíficos o genetistas.
Una de las formas más estudiadas de la sinestesia es la grafema-color, aquella que asocia tintes a letras, palabras o números. Un caso conocido es de la escritora estadounidense Patricia Lynne Duffy, que ha escrito extensamente sobre su propia experiencia. En su libro Blue cats and Chartreuse kittens, la autora describía cómo en 1968, a sus 16 años, le contaba a su padre que el color amarillo de la letra P cambiaba a naranja al dibujarle el rabo de la R. “¿Letra amarilla? ¿Letra naranja? ¿Qué quieres decir?”, le preguntó su padre. “Bueno, ya sabes. P es una letra amarilla, pero R es una letra naranja. Ya sabes, los colores de las letras”, respondió ella. A lo que su padre, extrañado, repitió: “¿Los colores de las letras?”.
SINESTÉSICOS FAMOSOS
Como Duffy, muchos sinestésicos crecen pensando que su capacidad es común a todas las personas, hasta que descubren que no es así. Una vez que descubren que perciben el mundo de manera diferente, la sinestesia es enriquecedora y puede ser una fuente de creatividad artística. Hay numerosos casos confirmados o probables de creadores sinestésicos, como los escritores Vladimir Nabokov o Joanne Harris, la autora de Chocolat; pintores como Vincent Van Gogh, Wassily Kandinsky o David Hockney; músicos como Nikolai Rimsky-Korsakov, Franz Liszt, Leonard Bernstein, Duke Ellington o, más recientemente, Stevie Wonder, Billy Joel o Pharrell Williams, el autor de Happy; científicos como Richard Feynman o Nikola Tesla; actores como Geoffrey Rush o Marilyn Monroe. Los poetas franceses Rimbaud y Baudelaire escribieron sobre experiencias sinestésicas, que en las personas carentes de esta capacidad pueden llegar a simularse mediante el uso de drogas; para los sinestésicos, es una cualidad de nacimiento, y ellos no conciben el mundo sin que la música clásica produzca triángulos rojos o la palabra “entonces” tenga sabor amargo.
De hecho, las percepciones sinestésicas son incontrolables, involuntarias e inconscientes. En marzo de 2014, investigadores de la Universidad de California en San Diego (EE. UU.) descubrieron que los sinestésicos de grafema-color completaban tres veces más rápido que los sujetos control una serie de puzles en los que había letras escondidas o impresas al revés. Su mayor habilidad al encajar las piezas se debía a que para ellos las letras destacaban gracias a los colores que veían, incluso antes de ser conscientes de que el puzle contenía tales letras. Según escribían los investigadores en la revista Neurocase, “los colores se evocan de forma preconsciente y temprana en el procesamiento sensorial”.
Aunque su incidencia en ciertas familias insinúa un componente genético, algunos científicos piensan que la sinestesia podría adquirirse durante las etapas tempranas del desarrollo, a fuerza de asociar ciertos estímulos una y otra vez. El pasado noviembre, un equipo de la Universidad de Sussex (Reino Unido) demostró que los adultos pueden adquirir temporalmente una cierta capacidad sinestésica a través del entrenamiento. Al término de un programa de nueve semanas aprendiendo a asociar letras con colores, los participantes en el estudio realmente veían las letras de colores, incluso fuera del laboratorio. “Nuestros resultados son consistentes con la visión de la sinestesia en el desarrollo e iluminan un potencial previamente insospechado para aprender a configurar de nuevo la experiencia perceptiva, incluso en la edad adulta”, escribían los investigadores en la revista Scientific Reports, del grupo Nature.
UNO DE CADA SIETE EN UNA MUESTRA ESPAÑOLA
Además de sus causas y sus mecanismos, otra incógnita de la sinestesia es su prevalencia en la población. Los datos disponibles son enormemente diversos: desde una de cada 20.000 personas a una de cada 20, cualquier término medio es posible. En cualquier caso, las cifras indican que se trata de un fenómeno relativamente común. Un estudio recién publicado en la Revista de Neurología por investigadores de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) ha analizado por primera vez su frecuencia en una muestra de la población española, llegando a la conclusión de que un 13,95% son sinestésicos, más o menos uno de cada siete; si bien, aclara la psicóloga y neurocientífica del Departamento de Psicobiología de la UCM Helena Melero, que ha dirigido el estudio, se trata de los 803 participantes que han respondido voluntariamente a un cuestionario, por lo que “no se puede garantizar que los resultados sean extrapolables a la población española”. Aun así, se trata de una proporción considerable, “ligeramente superior que el porcentaje de zurdos (10%) en la población general, según estimaciones recientes”, escriben Melero y sus colaboradores.
Otro dato interesante del estudio es que el tipo de sinestesia más frecuente en la muestra española no es el de grafema-color, que a veces se presume como el más habitual. De los 112 participantes sinestésicos, esta clase solo representa un 10,7%. El caso más frecuente, con un 44,6%, es el que permite visualizar conceptos temporales con una cierta configuración espacial. Melero lo explica con su propio ejemplo, ya que ella misma es sinestésica: “Para mí el lunes está colocado a la izquierda, el jueves está delante de mí y el viernes a mi derecha; si pienso en los meses, delante de mí está el mes en el que estamos, febrero, y se van curvando y moviendo a mi alrededor; es como una proyección en el espacio”. Lo mismo sucede con los números, que muchos sinestésicos perciben como situados a su alrededor.
En la encuesta, a este tipo le sigue en prevalencia la sinestesia sonido-color con un 33,9%, tiempo-color con un 25,9%, personificación de grafemas con un 20,5%, y por último palabra-sabor con un 5,4%. El estudio no encuentra diferencias por ningún criterio demográfico, como edad, nivel educativo, el hecho de ser diestro o zurdo, o el sexo. Este último resultado es especialmente relevante, ya que en el pasado se creía que la sinestesia era más abundante en las mujeres, lo que llevó a sospechar que era un rasgo ligado al cromosoma X. Investigaciones más recientes han rebatido esta prevalencia femenina y han encontrado vínculos genéticos con cromosomas comunes a hombres y mujeres.
El estudio repasa también otras formas de sinestesia más desconocidas, como la de quienes sienten el tacto ajeno en la propia piel, o la capacidad de ver las palabras de la persona que habla como subtítulos en el espacio. Melero piensa que la sinestesia podría explicar ciertos fenómenos popularmente considerados “paranormales”; por ejemplo, el de los individuos que dicen ver el “aura” de otros. “Yo tengo clarísimo que eso es una sinestesia”, afirma.
ES UN FENÓMENO, NO UNA PATOLOGÍA
Melero comenzó a interesarse por este fenómeno cuando fue consciente de que los demás no percibían la realidad como ella, y hoy es una de las pocas investigadoras en España que se dedican a estudiar la sinestesia, junto con un grupo de psicología experimental en la Universidad de Granada. Allí tiene su sede la Fundación Artecittà, que funciona informalmente como la Asociación Española de Sinestesia y que del 16 al 19 de mayo organizará el V Congreso Internacional en la localidad de Alcalá la Real (Jaén).
La científica confía en que estas iniciativas, unidas a su trabajo investigador, contribuyan a divulgar un fenómeno tan fascinante como desconocido, que en muchos casos ha permanecido oculto por miedo a un rechazo social. “Hay personas a las que no les gusta tener sinestesia, porque se han sentido rechazadas por su entorno cuando les han dicho que están locas o que están alucinando”, comenta Melero. “Dentro de la comunidad clínica no se conoce mucho la sinestesia, y tal vez personas que han relatado este tipo de experiencias han sido catalogadas de psicóticas o locas; incluso en el pasado han sido internadas en centros psiquiátricos”. “Quiero hacer hincapié en que es un fenómeno neurológico, no patológico”, concluye la investigadora, que ofrece su correo electrónico (hmelero@ucm.es) a disposición de todos aquellos interesados en la sinestesia o que deseen contribuir a su estudio.