Mitsuyo Kakuta, la japonesa del millón de ejemplares
Mitsuyo Kakuta vendió más de un millón de ejemplares de su novela La cigarra del octavo día, publicada en 2007 en Japón y que ahora, siete años después, edita en España Galaxia Gutenberg.
Una cifra de vértigo, por la que todos los escritores suspiran, y que ella asume con un punto de humildad. Busca motivos para explicar tan mareante éxito y, sólo después de pensarlo mucho, lo atribuye a causas ajenas a su pluma: a una película basada en en el libro y al terremoto que sufrió Japón en 2011: “Fue una época en la que en mi país empezó a replantearse temas que aparecen en la novela, como las relaciones interpersonales y familiares”.
Todos fueron factores que contribuyeron a convertir La cigarra del octavo día en todo un fenómeno de masas en Japón. Pero también hay otros elementos, que la autora no menciona tal vez por pudor, como este párrafo al inicio de la historia:
La que así reflexiona es Kiwako, una amante golpeada en lo físico y pisoteada lo psíquico que en un acto impulsivo rapta al bebé que su amante acaba de tener con su mujer. En pocos segundos pasa de ser una amante despechada a convertirse en una delincuente, una sombra de la que nunca escapará. Del mismo modo, y casi de forma instantánea, se convertirá en madre, otra sombra que la atormentará de por vida. “Te protegeré. Voy a protegerte para siempre”, susurra a la pequeña mientras escapa con ella en brazos.
“Una persona así no puede ser una buena madre”, defiende Kakuta, para quien realmente el acto de venganza de la amante termina cuando arrebata a la niña de su familia. “Cuando ve a la pequeña aflora otro sentimiento muy distinto, el de protegerla, y se encuentra con una responsabilidad nueva: cuidarla”, señala.
Como una paradoja, la verdadera madre del bebé representa el polo opuesto: pese a haber dado a luz, nunca se comportará como una verdadera progenitora. “No quería escribir una novela que reflejase una relación familiar normal, sino que aspiraba a enfrentar dos conceptos diferentes de maternidad. Por un lado, una mujer que, pese a no haber dado a luz jamás, posee el sentimiento de maternidad, rebosa de él. Y, por otro, otra mujer que sí ha dado a luz pero no posee ese sentido de la maternidad, esa capacidad”. aclara la autora.
CON LA SECUESTRADORA
Pese a que inconscientemente el lector toma partido por la delincuente al seguirla en su transformación hacia una buena madre, Kakuta asegura que no fue una intención premeditada. “Nunca planteo temas relacionados con la moral, y mucho menos soy partidaria de un acto de maldad. No he escrito esta novela para ser condescendiente con una persona que comete un delito, aunque en esta novela sí es cierto que el lector se siente más partidario de la protagonista que secuestra a la hija que de la verdadera madre”.
La historia, con claros elementos de novela negra, tiene un transfondo aterrador: el de una sociedad dominada por los hombres que imponen su voluntad sin que la mujer pueda tan siquiera replicar. Un paisaje de violencia psicológica en la que, como en el caso de la raptadora, se ve obligada por su amante a abortar. “Es una opinión mía, pero creo que de forma cotidiana se ve a este tipo de personas en Japón. No son todos los hombres, porque hay muchos que cuando leen mi novela piensan que lo que sucede no puede ser verdad. Pero si nos vamos a zonas remotas de Japón y aumentamos el rango de edad, es algo normal”, señala Kakuta.
La autora japonesa, que se muestra satisfecha con las versiones que, tanto para televisión como para cine, se realizaron de sus películas, adopta en su obra muchas de las características que han convertido a Haruki Murakami, el gran referente de la literatura japonesa. Aunque entre ambos, obviamente, existan muchas diferencias: “Es un autor que no tiene mucho en cuenta la nacionalidad. Incluso debutó en inglés con una obra que luego posteriormente se tradujo él mismo al japonés. No tiene esa frontera de la nacionalidad y por eso tiene tanto éxito fuera de mi país”, reflexiona.