Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real: "Por 11 euros se puede ver una ópera maravillosa"
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Joan Matabosch (Barcelona, 1961), director artístico del Teatro Real, ve su trabajo como el del jefe de una sala de máquinas. Le gusta mancharse con las herramientas, pasar horas en los talleres, intentar que los trabajadores del pentagrama y la escena hablen el mismo idioma. Pero el Teatro Real, donde lleva un año como máximo responsable artístico, es una vistosa torre de Babel. De lenguas, de egos. De atención pública.
Matabosch se ha pasado casi 17 años en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona. De allí llegó a un Real en permanente estado shock, que amaba y odiaba intensamente a Gerard Mortier, el director artístico belga que hizo que el teatro diese un salto de madurez. El final de Mortier fue abrupto, como sus declaraciones y muchas de sus decisiones artísticas. El predecesor de Matabosch se encontró a menudo con una resistencia enconada de parte del público y de las autoridades políticas. A pesar de que ayudó a poner a Madrid en el mapa de la ópera europea, fue despedido antes de tiempo mientras asomaba un cáncer de páncreas que apagó su vida en cuestión de meses.
Con este panorama, Matabosch tomó el AVE y se plantó en Madrid. Acaba de superar su primer año al frente de la institución, que a su vez acaba de cumplir 17 desde su reapertura como teatro lírico. Es cauto y habla a toda velocidad, mientras le vibran dos teléfonos móviles en los que no repara. Lleva con diplomacia las comparaciones con Mortier y las críticas. Ante la duda, tira de aforismo. "El secreto de la felicidad es tener una buena salud y una pésima memoria", bromea.
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El Teatro Real estrena el 24 de octubre La hija del regimiento. Las entradas cuestan entre 10 y 213 euros y los jóvenes menores de 30 años, como recuerda el director artístico, pueden conseguir entradas con descuento unas horas antes de la representación.
La hija del Regimiento, de Gaetano Donizetti (puedes ver imágenes al final de este artículo), está llamada a hacer las delicias del público. "Si vas con lo puesto, ya te gusta", recomienda Matabosch. Es, para él, una buena ópera para iniciarse porque no es compleja ni requiere una gran preparación previa.
He ahí, quizás, la principal diferencia de la ópera con otros espectáculos.
Ese 'no me cuentes como acaba' no rige en la ópera. En general, en la música clásica no hay 'spoilers' sobre las tramas. El suspense se entiende de otra manera y la información potencia el disfrute. Por eso, al espectador le conviene saber que "Donizetti era alguien que se veía a sí mismo como el gran compositor italiano de la época, después de Bellini y cuando Verdi era demasiado joven", según Matabosch. Quería hacer una obra cómica de libro. Para este montaje, el director de escena, Laurent Pelly, "mezcla dos épocas, una muy cercana con la que te puedes identificar, y otra alejada, acartonada, vetusta". Para Matabosch, en ese juego de todo lo que no es la música es donde está parte del secreto de las representaciones de ópera de hoy.
Eso... y las voces, claro.
Pero esas muestras de "elucubración y exhibicionismo de ego" dan titulares y, de alguna manera, ponen al teatro en el mapa. Nada como una buena trepanación de cadáveres en una obra a priori alejada del asunto para hacer algo de ruido. "En la ópera muchas veces los escándalos son bienvenidos. Porque como muchas veces no tienen que ver con la calidad sino si se ha sido o no fiel a la tradición con la que se ha representado, se da la perversión de que hay teatros que no buscan hacer buenos espectáculos sino que buscan hacer buenos escándalos", lamenta.
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No puede decirse que Matabosch haya comenzado la temporada con mucho escándalo. Sobre el escenario se representó Las bodas de Fígaro, una reposición cuyo montaje ha sido despellejado por muchos entendidos como un "arranque soporífero" para el curso operístico o como un desfile del "fondo de armario" del teatro. Matabosch asegura entender el trabajo de los críticos y no le da más importancia a la mala prensa, incluida la que tiene una "trastienda inconfesable".
De la temporada se han caído varias apuestas que en su presentación generaron mucha expectación. La ciudad de las mentiras, de Elena Mendoza, inspirada en textos de Juan Carlos Onetti, se ha pospuesto a 2017. Se trataba de una ópera nueva con música inédita. Otra nueva producción, Goyescas, que iba a contar con una cuidada dramaturgia, sólo se escuchará en versión concierto (sin escenografía). Carmen Maura, que iba a hacer un pequeño papel, no estará en el Real. Tampoco trabajará en la institución el reconocido Alex Ollé, de La Fura dels Baus. Todo por ajustes presupuestarios que no gustan a Matabosch, pero que acepta y comprende.
Cuando deje el teatro, Matabosch espera haber ampliado el repertorio de la institución y que por el escenario desfile mucho más barroco y siglo XX. También llegar a nuevos públicos y apostar por la comunicación audiovisual. Lo demás no le preocupa. Como catalán, se siente encantado en Madrid. El paso de la catedral de la burguesía catalana que es el Liceu a la de la élite madrileña no ha sido traumático, pese al tenso ambiente político, que protagoniza buena parte de las conversaciones en los descansos.
La crispación entre Cataluña y España tiene mucho que ver con "peleas entre los políticos que muchas veces no llegan a la calle", asegura. "Catalanes con problemas en Madrid no conozco ninguno. Y madrileños que tengan problemas en Cataluña, tampoco. Pablo González, que es de Oviedo y dirige la orquesta de la OBC [Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya], ¿tiene algún problema?", bromea.
Para Matabosch, polémicas, las justas. En la sala de máquinas no se escucha el ruido que generan.