Arquitectura inteligente: hacia la transformación urbana
El debate sobre cuál debe ser el modelo de ciudad sostenible que hemos de construir se ha avivado en la última década. Un desafío en el que juegan un papel clave ingenieros, arquitectos y urbanistas. ¿Cuáles son las claves para la transformación urbana?
"Caminos solares abastecerán de energía a ciudades enteras". No se trata de ciencia ficción, sino del titular que informa sobre un ambicioso proyecto desarrollado por la pequeña empresa norteamericana Solar Roadways. Su plan consiste en la instalación de superficies para calles y carreteras que, mediante paneles especiales, produzcan energía solar. Los promotores aseguran que, de establecer estos ‘caminos solares’ por todo el país, se produciría más energía renovable que la que necesita todo Estados Unidos.
El debate sobre cuál debe ser el modelo de ciudad sostenible que hemos de construir se ha avivado en la última década. Un desafío en el que juegan un papel clave ingenieros, arquitectos y urbanistas. Una corriente mayoritaria de estos profesionales asumen la eficiencia como un atributo ligado a la calidad de las construcciones. Son profesionales especializados que han querido encauzar su trabajo hacia la protección del medio ambiente, diseñando edificios 'inteligentes' que puedan autoabastecerse.
"Hay un modelo falso, que se disfraza bajo la etiqueta de sostenible, que sí es caro. Pero si se hace bien desde el principio —optimizando materiales y utilizando recursos naturales— no tiene por qué serlo", explica Luis De Garrido, director de la Asociación Nacional para la Arquitectura Sostenible (ANAS).
Cubiertas solares, fachadas ventiladas, elementos modulares bioclimáticos para conseguir el mejor comportamiento térmico… Algo tan sencillo como aprovechar los recursos —propios e ilimitados— que nos ofrece la naturaleza. Sin devastarla. Y disminuyendo la factura energética.
Pero hay otro precio —el del cambio climático y el agotamiento de los recursos— que no podemos permitirnos el lujo de obviar. Los edificios son responsables, a nivel mundial, de casi la mitad del consumo total de energía y de un 15% del consumo de agua. "En España hace falta rehabilitar los edificios ya existentes porque el 30% de la energía consumida procede del gasto del parque inmobiliario", aclara el arquitecto De Garrido.
Las viviendas no tienen por qué estar únicamente destinadas a proporcionar refugio. Ahora, las estructuras pueden ser diseñadas para responder a los fenómenos naturales, las condiciones subterráneas, la permeabilidad de los materiales y el consumo de energía. Los beneficios son múltiples: aparte de un consumo energético ‘casi cero’ y una mayor rentabilidad económica, la vida útil de las edificaciones se alarga, ya que la autosuficiencia es análoga a la durabilidad.
Agentes de cambio
La función de la arquitectura y del diseño no se limita a lo iconográfico. Su papel como agente transformador en las relaciones sociales y laborales puede ser clave. Es el caso de La Vela, el símbolo arquitectónico de la nueva sede que BBVA está construyendo en Las Tablas, Madrid. Esta torre con forma elíptica, de 93 metros de altura y 19 plantas, ha sido proyectada por los prestigiosos arquitectos suizos Jacques Herzog y Pierre de Meuron.
"Los edificios tienen que verse, en un futuro, para otra cosa. Deben estar abiertos al cambio. Si la arquitectura no cumple esa función, enfocada a la reutilización, a la sostenibilidad y al servicio de la ciudadanía, será un fracaso", señaló Herzog en una visita reciente a España con motivo de la presentación de este proyecto.
Para levantar La Vela se han seguido los criterios de sostenibilidad necesarios para conseguir el certificado LEED Oro, el estándar de construcción sostenible más exigente. Los materiales utilizados tienen bajo impacto ambiental y los edificios están diseñados para que se pueda llevar a cabo una monitorización remota del consumo energético.
Una parte de las necesidades energéticas del complejo —La Vela constituye sólo el edificio principal de un conjunto de 114.000 metros cuadrados de oficinas y servicios, entre ellos: una zona de restauración, una tienda de conveniencia, gimnasio, centro de fisioterapia y guardería— se abastecerán gracias a fuentes renovables propias, como paneles solares térmicos o fotovoltaicos y energía geotérmica de bucle cerrado, que aprovechará la temperatura estable del subsuelo. "Todo ello permitirá un ahorro de un 7,6% en las emisiones de CO2 y de un 8,3% en el consumo de energía, lo que supondrá muchos millones de euros ahorrados", nos explica Susan López, ingeniera y directora del proyecto Ciudad BBVA.
Además, se están instalando sistemas de reutilización de aguas grises y de recogida del 100% del agua de lluvia en las cubiertas de los edificios para su uso en el riego, así como en los lavabos y duchas, desde donde pasará a las cisternas. Se estima que el gasto de agua se reduzca a la mitad. Se van a emplazar también puntos para el reciclaje del 100% de los residuos generados, que sustituirán a las papeleras individuales. La misma idea está pensada para la zona centralizada de impresoras, las cuales memorizarán los archivos enviados pero no los imprimirán hasta que el empleado pulse un botón de la máquina. Con ello se evitará el malgasto de papel que caracteriza a los lugares de trabajo.
La envolvente de los edificios es uno de los aspectos más singulares del proyecto. El complejo contará con 49.000 metros cuadrados de fachada acristalada, que estará protegida por más de 2.800 lamas prefabricadas cuya orientación responde a criterios de insolación y eficiencia térmica. Todas las zonas de oficina tendrán vistas al exterior: la mayor distancia a la que podríamos encontrarnos de una ventana sería tan sólo de 8 metros.
"La idea fomentar la interacción entre los empleados e impulsar el intercambio de conocimiento a todos los niveles, creando espacios abiertos que eviten los grupos aislados y favorezcan la agilidad en la toma de decisiones. Se trata de una sede pensada para las personas", añade Susana López.
Ciudades verdes
Hammarby Sjöstad es un barrio a las afueras de Estocolmo, Suecia. Empezó a construirse en 1996, cuando la urbe optaba a convertirse en ciudad olímpica, y se ha convertido en un ejemplo perfecto de cómo obtener energía a través de desechos. Aquí, el 50% del calor y el agua consumida proviene del reciclaje. El secreto de este vecindario, un antiguo muelle industrial, reside en su diseño. Todas las viviendas tienen placas solares, los habitantes depositan sus basuras en un sistema de recolección subterránea, que permite separar los materiales orgánicos con los se produce el biogás que consumen luego las cocinas. Además, aquellos materiales que no son reutilizables se queman para generar electricidad.
El transporte es, por su parte, clave para favorecer la sostenibilidad. Paco Segura, coordinador estatal de Ecologistas en Acción, advierte de "la influencia de los coches en los problemas de contaminación, falta de espacio, ruido y siniestralidad". En Hammarby Sjöstad, gracias a un sistema de transporte de tren gratuito, carril bici y coches de uso compartido, las emisiones de CO₂ del barrio son un 50% inferiores a las de otras ciudad convencionales.
2014 es un año representativo. La demografía crece, los efectos del cambio climático empeoran y "la necesidad de crear comunidades sostenibles es más importante que nunca", según la ONU, que ha elegido las ‘Ciudades Verdes’ como lema de este año. La campaña se centra en el desarrollo de una tecnología sostenible y políticas públicas que inviertan más en eficiencia energética y en la formación de una ciudadanía comprometida.
"Nuestras administraciones apuestan muy poco —dice el arquitecto Herzog— pero la sociedad es a veces más sólida que las instituciones en cuanto a innovación". Por eso, además de voluntad política, hace falta también una implicación ciudadana más decidida, que le otorgue al medio ambiente la importancia que se merece.
* Este artículo se publicó originalmente en la revista Ethic