O eres una de ellas, o conoces a alguna, o ambas cosas a la vez. No cabe duda: las mujeres bajitas están en todas partes.
A efectos prácticos, definiremos como bajitas a las mujeres que miden 1,58 o menos (¡buen intento, las que llegáis al 1,60!). Pues bien, existe una serie de retos diarios y de pluses con los que las mujeres con, llamémosle, déficit vertical (verticalmente desfavorecidas) están familiarizadas.
Dejando a un lado el momento incómodo en el que te toca soltar una respuesta ingeniosa a preguntas del tipo “¿Cómo está el tiempo ahí abajo?” o “Disculpa, ¿estás sentada o de pie?”, hemos de reconocer que ser bajita también tiene sus ventajas. De hecho, es un arma de doble filo. Por ejemplo, nadie piensa que eres peligrosa, pero entonces nadie se siente amenazado por ti. Por otra parte, la gente siempre piensa que eres mona… lo cual no siempre es algo bueno.
Así que, desde aquí te proponemos un viaje a la vida de una mujer bajita:
Verdades sobre las mujeres bajitas (GIFS)
Te sienta genial cualquier par de zapatos.
¿Qué? ¿Que te enseñe el DNI? ¿Tan joven parezco?
Súmale al precio de los pantalones lo que te cuesta cogerle el dobladillo.
Es verano y vas en transporte público: inevitablemente, la axila de la mayoría de la gente se queda a tu altura.
Los sótanos y los áticos son perfectos para tu estatura.
Lo primero que compras al mudarte a una casa nueva es un taburete.
Los pantalones pirata te quedan como si fueran pantalones largos. Para bien o para mal.
Cada vez que pones una lavadora te preguntas si por casualidad tu ropa habrá encogido.
Has escalado más encimeras (y estantes del supermercado) de las que te atreves a admitir.
Cuatro palabras: compañera de baile perfecta.
Los niños se sienten identificados contigo.
Puedes ahorrarte algo comprando ropa de niños. No hay por qué avergonzarse…
La gente suele “confundir” tu hombro con un reposabrazos.
No te importa mostrarte voluntaria para ocupar el asiento del medio en un coche, pero no soportas que alguien te obligue a hacerlo.
Tener amigas altas es hacer el ridículo de forma gratuita. ¿Por qué no son ellas el objeto de las bromas?
Cuando ibas al colegio, te sentías especial porque en las fotos de clase siempre te colocaban en primera fila. Además, tu madre lo ratificaba.
Cuando ibas al colegio, te sentías especial porque en las fotos de clase siempre te colocaban en primera fila. Además, tu madre lo ratificaba.
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Mientras todo el mundo de tu alrededor tiene que apretujarse para caber en un asiento de avión, tú tienes hueco de sobra para poner las piernas.