Brokeback Mountain se hace ópera: Un amor tan prohibido como universal
No es sólo una de vaqueros. Sí, hay cowboys de las profundidades de EEUU, sombreros que recuerdan al de John Wayne, rodeos, ranchos, una viscosa y rural brutalidad.
Sin embargo, Brokeback Mountain, el relato de Annie Proulx que fue llevado al cine por Ang Lee, llega al Teatro Real para convertirse en ópera y añadir una “tercera capa”, espesa, erótica y trágica, a una historia de amor prohibido que va mucho más allá del atrezo.
Eso cree al menos Proulx, también autora del libreto al que ha puesto música el compositor Charles Wuorinen. Ambos conversan con El Huffington Post tras ver uno de los últimos ensayos de una obra sobre la que pesa la digestión de la oscarizada película. “Nunca fue la intención crear una pancarta o una celebración de lo que significa ser homosexual”, asegura la escritora. Esa interpretación, que reconoce “respetable”, es ‘otra’ de vaqueros. Y Brokeback Mountain es ahora una ópera que este martes celebra su estreno mundial.
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La obra se alterna con la representación de Tristán e Isolda, de Richard Wagner, y supone el último gran proyecto hasta la fecha de Gerard Mortier, que dirigió el teatro hasta el inicio de esta temporada.
La trama se basa en la vida de Ennis del Mar y Jack Twist, dos jóvenes que se conocen en el verano de 1963 cuando trabajan guardando un rebaño de ovejas en Brokeback Mountain, en el estado de Wyoming. La grandiosa soledad de la montaña asiste a escenas de sexo y un amor inconfesable, nunca verbalizado, que marcará la vida de ambos personajes y dará lugar a encuentros furtivos durante dos décadas.
No abundan en los grandes teatros de ópera obras cuyos autores estén vivos. Y los de hace “dos o trescientos años” no siempre fueron comprendidos en su momento. El Brokeback Mountain que Mortier empezó a soñar en Nueva York, donde estuvo a punto de dirigir la ahora extinta ópera de la ciudad, se enfrenta a los mismos fantasmas que forzaron la marcha del director belga.
En el Real, como en otros teatros, hay dos tipos de público: el que busca montajes rompedores y el más tradicional, cómodo con los clásicos y que por el momento sigue teniendo una decisiva influencia en la taquilla. Aunque no sea el objetivo, lo cierto es que el tirón de la película y el buen momento que viven las reivindicaciones de derechos LGTB pueden compensar las resistencias de algunos oídos hacia la música contemporánea.
Es en ese momento donde acaba la obra. Jack Twist ha muerto sin que Del Mar se haya atrevido a dar el paso, enfrentarse a la sociedad y compartir su vida con la persona a la que ama. En la escena, diseñada por Ivo van Hove, renovador belga de la escena europea, se plasma en la presencia única y absoluta de un personaje malherido y resentido, que acaba proclamando amor eterno con un "lo juro".
La partitura de Wuorinen, cuya última ópera es la adaptación de una novela de Salman Rushdie, acompaña la intensidad del momento. A pesar de ser música contemporánea, el autor, criado en el dodecafonismo, ha escrito una partitura apta para oídos menos acostumbrados. La revisa en todo momento, moviéndose por el teatro en zapatillas de deporte, a sus 75 años (Proulx tiene 78).
A sus órdenes y a las del director musical Titus Engel están los atléticos protagonistas, el bajo-barítono Daniel Okulitch (Ennis del Mar, el personaje llevado al cine por Heath Ledger) y el tenor Tom Randle (Jack Twist, Jake Gyllenhaal en la película). Una gran pantalla proyecta imágenes de las montañas y en el mismo espacio conviven los turbulentos hogares familiares de los dos amantes, que se casan y tienen hijos.
La única persona que no está aún en Madrid es el propio Mortier, enfermo de cáncer de pancreas, muy implicado en el proyecto y cuya salud ha obligado a retrasar la presentación oficial. La obra, según se dice en el teatro, es su último gran proyecto de esta temporada. Está por ver si logrará una gran aceptación popular. De momento, la presencia de la prensa internacional es numerosa y responsables de teatros de toda Europa tienen ya localidades reservadas.
A la autora y génesis del proyecto, Annie Proulx, las circunstancias externas parecen importarle poco.