La imagen del fotógrafo, capturada en la retina del fotografiado
Julio Verne, en la novela Los hermanos Kip, libra a sus dos protagonistas de una acusación de asesinato con uno de esos trucos en los que genialmente mezclaba ciencia con ficción: una fotografía del rostro del asesinado mostraba la imagen de los verdaderos culpables fijada en la retina del muerto. Los optogramas, como así bautizaron a este supuesto fenómeno, estuvieron tan de moda a finales del siglo XIX que hasta Scotland Yard los hizo para intentar capturar a Jack el Destripador.
Aunque todo era superchería propia de la pseudociencia de esa época, la fotografía digital puede darle una segunda oportunidad a los optogramas. Dos investigadores británicos han demostrado que se puede identificar lo que ve una persona fotografiada haciendo zoom en la fotografía y, por fortuna, sin necesidad de que esté muerto.
Con una cámara digital de las buenas, con una resolución de 39 megapíxeles (Mpx), Rob Jenkins, de la Universidad de York, y Christie Kerr, de la de Glasgow, realizaron una serie de fotografías a dos grupos de voluntarios para dos experimentos. En el primero, situaron en el campo de visión del fotografiado a varias personas, unas conocidas y otras desconocidas para él y, claro al fotógrafo, que era uno de los investigadores.
Las fotos, de tamaño carné, tenían una muy buena resolución, unos 12 Mpx de media. Las fueron ampliando hasta llegar a la córnea de uno de los ojos del fotografiado. Tras pasarlas por el PhotoShop, consiguieron localizar los rostros de los presentes en la escena. Eran apenas tres centenares de píxeles por rostro pero suficientes para que, al ponerlas junto a una imagen de mejor calidad, los voluntarios pudieran reconocer a los conocidos en el 84% de los casos e identificar a la mitad de los desconocidos.
En un segundo experimento con nuevos voluntarios de la facultad donde Jenkins da clases, los sujetos tenían que identificarle en una serie de seis imágenes donde las cinco restantes eran de personas ajenas a la universidad. Pero esta vez no había una foto buena con la que comparar. En el 90% de los casos, los participantes reconocieron al profesor y sólo un 10% dio un falso positivo, es decir reconoció a alguno de los desconocidos.
“La pupila es como un espejo negro. Para mejorar la imagen tienes que ampliarla y ajustar el contraste. La imagen del rostro recuperada del reflejo en el ojo del sujeto es unas 30.000 veces más pequeña que su cara”, recuerda Jenkins. Esto supone el 0,003% de la imagen. Aún así, “nuestros resultados destacan la gran capacidad que tenemos para reconocer rostros humanos y destapa el potencial de la fotografía de alta resolución”, añade en una nota.
Aún a pesar de la escasez de píxeles y una resolución pésima, los humanos podemos reconocer otros rostros y esa capacidad aumenta dramáticamente si no es la primera vez que lo vemos. Por eso, Jenkins y Kerr creen que este trabajo, publicado en PloS ONE puede ser muy útil para los forenses. En muchos delitos, como el secuestro o la grabación de pornografía infantil, las imágenes podrían llevar a hasta los autores.
Scotland Yard nunca pudo capturar a Jack el Destripador con los optogramas. Pero ahora no se trata de recuperar su imagen de la pupila de las asesinadas sino de descubrir al criminal en los ojos de la víctima fotografiada.