Los historiadores rebaten la frase "La República llevó a un millón de muertos"
Unos sonríen mientras muestran con orgullo banderas franquistas. Otros posan enhiestos, brazo en alto, rememorando el saludo nazi. Todos son jóvenes y forman parte de las Nuevas Generaciones del PP.
Son fotografías que han vuelto a poner encima de la mesa una pregunta que, en realidad, se ha planteado en innumerables ocasiones ¿Es el PP un partido que añora la dictadura de Franco? Sí, replicaban muchos desde sus cuentas en Twitter o redes sociales. Desde el otro lado se recurre a un argumento ya bastante habitual: “El PP puede acoger nostálgicos del franquismo, pero en IU o en el PSOE los hay del estalinismo, que provocó millones de muertos”.
Un brecha política por la que España sangra desde 1975 —fecha de la muerte del dictador Francisco Franco— y que desde algunos sectores se niegan a taponar. En este contexto se sitúan las palabras del portavoz adjunto del PP, Rafael Hernando. Preguntado por las fotografías de varios de sus cachorros con banderas franquistas o nazis, respondió que no le gustaban, pero… Pero, por lo mismo, partidos como el PSOE o IU deberían dejar de ondear la bandera tricolor por ser igual de “inconstitucional”.
No se quedó ahí. Como broche de oro sentenció: “La República llevó a un millón de muertos”.
UNANIMIDAD: “ES UNA BARBARIDAD”
¿Qué base histórica tiene la frase de Hernando? “Ninguna”; “Es una barbaridad”; “Una brutalidad”; “No tiene ningún rigor”, coinciden los catedráticos de Historia consultados por El Huffington Post. Ninguno discrepa. “Hernando se ha metido en una camisa de once varas, la Historia, que no es lo suyo. Ha dicho una barbaridad histórica”, señala Fernando García de Cortázar, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Deusto.
Julián Casanova, autor del libro República y Guerra Civil, no comparte las declaraciones de Hernando ni en cuanto a la responsabilidad de los muertos ni en cuanto a la cifra que aporta el portavoz del PP. “Los muertos son 600.000. De 100.000 a 130.000 mueren de violencia política en la zona franquista y 55.000 en la zona republicana. Y después hay contabilizados de 45.000 a 50.000 en la posguerra, sólo de violencia militar franquista (del 1 de abril hasta agosto de 1946)”.
Casanova, también catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza, subraya que las palabras de Hernando son inconcebibles en países como Francia o Alemania, donde los políticos de la derecha y conservadores y saben no pueden defender una idea similar: “Ningún conservador alemán asegurará que Hitler subió al poder por culpa de la República de Weimar. Ninguno”.
Sin embargo, decir en España que la causante de la Guerra Civil fue la II República tiene “coste cero”, e incluso puede reportar beneficios “porque la ausencia de educación histórica de muchos españoles propicia que le compren este discurso sin dudarlo un segundo”. Y de esos polvos, los lodos en formato libro de autores como Pío Moa, Ricardo de la Cierva o César Vidal, que con su discurso revisionista colocan muchos más ejemplares en las librerías que los historiadores más rigurosos.
“La sombra del franquismo es alargadísima, no en la política, pero sí en el momento que se habla de historia”, lamenta Casanova con cierta resignación. “Es muy difícil para un historiador intervenir activamente en este debate porque lo que dice Hernando, el PP, o quien sea, es una mamarrachada desde un punto de vista histórico: Pero a ellos les resbala completamente”, remata Ángel Viñas, autor de una trilogía sobre la Segunda República y uno de los historiadores más reputados de este periodo.
“La pregunta es si una cuestión así no debería ser materia exclusiva de los historiadores, incluso la labor de contar los muertos”, se plantea García de Cortazar, que este mes publicará la novela Tu rostro con la marea. Pese a su tendencia historiográfica más conservadora, coincide con Casanova en criticar las reflexiones de Hernando: “Es una barbaridad, terrorífico y absurdo atribuir a la República, que fue la asediada y derrocada por los conspiradores e insurrectos, la responsabilidad de la Guerra Civil. Me parece absurdo”, señala. “Sólo se puede justificar en el fragor de una refriega política”, apunta.
Ángel Viñas va más allá y considera que el fondo de la cuestión es que España como país, como colectividad social y política, como Estado, “no se ha reconciliado con su pasado porque no se produjo una ruptura radical con éll pasado”. Se produjo la Transición, que generó beneficios en muchos sentidos pero que no abordó la ruptura intelectual con el pasado impulsada desde el Estado. “Los Gobiernos de Suárez y González tenían otras cosas que hacer, no lo critico”. Y llegó Zapatero y su Ley de Memoria Histórica. Viñas no es crítico con la iniciativa, aunque sí, y mucho, con la forma en la que se llevó a cabo: “Se preparó con los pies, pero era la primera vez que un Gobierno daba un paso minúsculo para recordar, rememorar y reconciarse con el pasado”. Los resultados, en cualquier caso, fueron los contrarios a los que aspiraba Zapatero: la brecha por la que sangraban las dos España empezó a manar en borbotones.
Gran parte del fracaso de la ley, y que explica las reticencias del PP a romper de forma definitiva con la dictadura franquista, provino de que el partido hoy liderado por Rajoy “no podía aceptar esa política pública porque el PP representa el franquismo sociológico”.
HUÉRFANOS
Esta idea engancha con la tesis de Casanova de la orfandad histórica del PP. “No tienen ningún político que reivindicar. No lo hacen con Franco, ni siquiera con Cánovas del Castillo porque muchas de las defensas del político conservador —”el sufragio universal es un desastre y si se implanta y llega el comunismo para eso está el ejército”— no pueden respaldarse hoy. De ahí que se hayan producido paradojas como la de Aznar reivindicando la figura de Manuel Azaña.
Ni siquiera los populares pueden defender la política llevada a cabo por la CEDA, el partido de la etapa republicana más similar a lo que es hoy representa el PP: “No, no puede porque la formación de Gil Robles tenía que un plan clarísimo que pasaba por llegar al poder para cargarse la Constitución”.
El hecho de que hoy el PP se resista a soltar lastre no significa que en el futuro cambie de tendencia. Pero, en ningún caso, podrá dar ese paso solo. “Para el PP sería estupendo que apareciera un partido de ultraderecha que contribuyera a limpiar su proyecto, su programa e incluso a veces su forma de presentarse ante la sociedad”, comenta García de Cortázar.
“En España no hay un partido organizado de extrema derecha, y por eso toda está en el PP. Lo que sería el Lepenismo español está en el PP. Y la gente como Hernando o la que se toma fotos brazo en alto lo hace porque nadie les frena”, explica Viñas. Para Casanova, “no es una ultraderecha política organizada, nada similar a Hungría o Grecia. Pero cuando les tocas la Historia, surge una ultraderecha clarísima”.
UNA CUESTIÓN DE BANDERAS
Rafael Hernando sí estuvo atinado en recalcar que ni la bandera franquista ni la republicana son constitucionales. Efectivamente, no lo son. Pero incluso en esa cuestión hay espacio para introducir matices. Como recuerda Viñas, esgrimir la disputa sobre los símbolos de uno u otro lado es “una distracción o un intento de despiste” que no contribuye a entender mejor la realidad de la época: “La tricolor no es una bandera anticonstitucional, sino aconstitucional, porque por ejemplo forma parte de los símbolos de IU, que es un partido constitucional. No es la bandera oficial de España, por supuesto. Ahora bien, la bandera con el águila sí es la bandera de un régimen criptofascista”.
No lo ve de la misma forma García de Cortazar, quien intenta encontrar un justo medio. Sin negar la existencia de las fotografías de jóvenes conservadores con la bandera franquista, sí crítica que muchos medios de comunicación no duden ni un segundo en criticarlas mientras que eluden hacer lo propio “con banderas que representan la lucha de clases, como la hoz y el martillo. De eso también habría que acordarse también”.
“¡Allá cada uno con la bandera que le hace daño!”, prosigue García de Cortazar, para quien lo realmente preocupante no es el símbolo, sino “lo que puede haber detrás en uno y en otro lado”.
Eso es, efectivamente, lo preocupante.