Las olas de calor serán cada vez más intensas y frecuentes
En los próximos 40 años, las olas de calor serán mas frecuentes, su intensidad aumentará y afectarán a mayores extensiones de la superficie terrestre. Aunque las zonas más castigadas volverán a ser las tropicales, Europa, y en especial la cuenca mediterránea, no escaparán a este efecto colateral del cambio climático. Lo peor es que ya no se puede hacer nada por evitarlo.
Hasta los años 50, las olas de calor apenas se daban. “Pero ahora, debido al calentamiento global, afectan al 5% de la superficie terrestre”, dice el climatólogo del alemán Potsdam Institute for Climate Impact Research, Dim Coumou. Usando los más avanzados modelos climáticos del proyecto CMIP5, este científico y su colega Alexander Robinson, de la española Universidad Complutense, han proyectado la ocurrencia de olas de calor para lo que queda de siglo. Y las previsiones no son buenas.
La frecuencia y alcance de las olas de calor no dejarán de subir. En 2020, la superficie afectada por fenómenos de categoría 3-sigma se doblará, cuadruplicándose en 2040. También aparecerán eventos 5-sigma, inexistentes hasta ahora. La ola de calor que vivió Europa en 2003, por ejemplo, fue un evento 3-sigma. Se alcanzaron temperaturas record en varios países, llegando a cotas no registradas desde hacía siglos. Algunas estimaciones cifran las muertes de aquel verano en 70.000 personas.
“La desviación típica cubre la variabilidad natural habitual de un año a otro. 3-sigma es, por tanto, una desviación tres veces mayor que la variación normal y rara vez sucede”, explica el climatólogo del Potsdam Institute, Dim Coumou, coautor del trabajo. No se trata de una escala de valores absolutos sino relativos. No es lo mismo sufrir 40º en Córdoba, donde la temperatura media durante los meses de verano es de 28º, que en Moscú, donde es de 23º.
La ciencia considera demostrada la dirección directa entre la elevación de la temperatura media global y las olas de calor. La subida en medio grado en las últimas décadas, que los climatólogos atribuyen al cambio climático, estaría por tanto detrás de aquella ola que sufrió Europa, pero también la que vivió Grecia en 2007, la australiana de 2009 que incendió medio continente, la rusa del año siguiente, que elevó las temperaturas hasta los 44º o la sufrida por Estados Unidos en 2012, donde murieron decenas de personas.
El problema es que ya no se puede hacer nada por evitarlo. Según el estudio, publicado en la revista científica Environmental Research Letters, la frecuencia e intensidad de las olas de calor crecerán independientemente del nivel de emisiones de gases de efecto invernadero, en especial CO2, hasta 2040. Sólo a partir de aquí, los científicos observan que una reducción drástica de las emisiones (escenario más optimista) podría no ya revertir el proceso pero sí evitar que se intensifique.
“A corto plazo, estas temperaturas extremas se elevarán y en varias regiones del mundo tendrán que adaptarse”, explica Coumou. En concreto y como ocurre con otros fenómenos adversos generados por el cambio climático, como la sequía, las zonas más castigadas por las olas de calor serán las tropicales, en particular América del sur y el África occidental. “Pero si reducimos las emisiones de forma significativa, evitaremos nuevos incrementos más allá de 2040”, añade el climatólogo.
Pero eso es en el escenario más optimista de los dibujados por el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC). Pero en el más pesimista, donde las emisiones no se reducen, la extensión de las zonas que sufrirán tanto eventos 3-sigma como 5-sigma crecerá a un ritmo anual del 1% de la superficie terrestre. Para 2100, las olas de calor de ese nivel 3, llegarán al 85% del planeta y las 5-sigma al 60%. En este último caso, en algunas regiones tropicales habrá desaparecido el invierno, cálido, pero invierno al fin y al cabo.
Fuera de los trópicos, muchas zonas del planeta vivirán periódicas olas de calor 3-sigma y las 5-sigma serán comunes. Entre esas zonas aparecen, Oriente Medio, las zonas centrales de Asia y Estados Unidos, Europa Occidental y, como no, el Mediterráneo, la región más afectada de las del hemisferio norte.