'Abenomics': La apuesta de Japón por el crecimiento que podría funcionar en la eurozona
En enero, Japón perdió la paciencia y decidió acabar con dos décadas de hastío económico. El Gobierno puso en marcha un programa de estímulo económico para inyectar hasta 10,3 millones de yenes en la economía, unos 78.000 millones de euros. El aumento del gasto público de hasta un 2% iba acompañada de un nuevo objetivo de inflación de un 2% para un Banco de Japón acostumbrado a la delfación. El yen, decía el Gobierno, tenía que bajar para favorecer las exportaciones. ¿El objetivo? Poner en marcha la máquina, de una vez por todas, y cambiar el estado de ánimo de las empresas y consumidores japoneses para que reactivar la economía y crear, a corto plazo, unos 600.000 puestos de trabajo.
Medio año después, las medidas del primer ministro, Shinzo Abe, están produciendo resultados. El Gobierno mejoró este lunes en seis décimas su estimación crecimiento correspondiente a los tres primeros meses del año, que se sitúa en el 4,1% interanual, mientras que en términos trimestrales el crecimiento registrado fue del 1%. La principal responsable fue el consumo de los hogares, que subió más de lo previsto. Este lunes también se conoció que la confianza de los consumidores subió en mayo a 46 puntos desde los 44,5 del mes anterior, lo que representa la mejor lectura del indicador desde mayo de 2007.
Abenomics, como se le conoce al conjunto de medidas, está de moda. Para muestra la portada que el semanario The Economist le dedicó en un número del mes de mayo (a la derecha). Es la envidia de los que en Europa quieren un giro de la política económica que apueste por el crecimiento. A la receta de Japón le ha salido un insólito defensor, el Fondo Monetario Internacional. Su directora gerente, Christine Lagarde, asegura estar preocupada por la "debilidad económica", la "incertidumbre sobre la zona euro y la evolución de las instituciones europeas", que "están frenando el impulso" eonómico. Su número dos, David Lipton, asegura por su parte que "el ambicioso" plan de Abe ha tenido un "arranque prometedor" y contribuye al "empuje" de una economía largamente estancada.
El último en felicitar a Japón por su cambio de rumbo fue el príncipe Felipe de Borbón, anfitrión del príncipe heredero Naruhito en su visita a Madrid. Según Felipe de Borbón, las "perspectivas de la economía japonesa tras las recientes medidas de estímulo adoptadas por sus autoridades" son "prometedoras". "Es, sin duda, una excelente noticia para la reactivación del crecimiento económico mundial que una potencia como Japón afiance su recuperación en este terreno", aclaró este martes.
HOLLANDE LO HARÍA SI PUDIESE
¿Para cuándo en la eurozona? Si por François Hollande fuese, de inmediato. "Tenemos situaciones diferentes, Francia está en la eurozona y trabaja junto a sus socios. Japón tiene un derecho soberano para decidir sobre sus posiciones fiscales", recordó el lunes en Tokio, sugiriendo veladamente que son otros socios, con Alemania a la cabeza, los que se oponen. "La prioridad que se le da al crecimiento y la lucha contra la deflación junto con el énfasis en la competitividad de las empresas son buenas noticias para Europa, porque en Europa también tenemos que dar prioridad al crecimiento", señaló.
"Japón y la eurozona tienen mucho en común. Se trata de países maduros, muy industrializados, con gran riqueza pero poco crecimiento", según Matthew Lynn, analista de Market Watch. "Cuanto más de cerca se analiza, más aparentes son las similitudes. Ambas tienen poblaciones que están envejeciendo y tendrán que lidiar con el declive demográfico. Las dos tienen muchas compañías asentadas con marcas poderosas, pero no suficientes negocios nuevos", destaca. Por ese motivo, según Lynn es necesario que la eurozona sea "valiente", meta en cintura al Banco Central Europeo, devalúe el euro y dé comienzo a una política más expansiva sin descuidar la inflación.
Según Tim Duy, economista de la Universidad de Oregón y analista de movimientos monetarios, las decisiones de Japón no deben ser imitiadas sino que serán las desencadenantes de otras similares en Europa. "Una política orientada con éxito a la demanda interna tendrá efectos secundarios en Europa, que tendrá que relajar [la austeridad], y un buen cachete en los pantalones de Europa es exactamente lo que necesitamos en este momento", según él.