Un cortacésped, una bombona, ladrillos y otros objetos olvidados en Barajas (FOTOS)
Una bombona de butano, un vestido de novia, una caña de pescar, varios ladrillos, una cortadora de césped y un equipo portátil de oxígeno. Estos objetos nada tienen en común salvo una cosa: todos ellos se extraviaron en el aeropuerto de Barajas durante el año 2012 y acabaron en las dos oficinas de objetos perdidos, situadas en las terminales 1 y 4.
Esos bienes son algunos de los más llamativos que terminaron en esas dependencias, que el año pasado recogieron cerca de 39.000 pertenencias, de las que 6.000 fueron devueltas a sus dueños.
“Yo he visto pasar por aquí un nivel de obra, dentaduras postizas, audífonos, unas espadas preciosas… bastantes cosas fuera de lo común”, explica Jessica tras el mostrador de objetos perdidos de la T4, un nombre que en la T1 cambia a “objetos encontrados”. Mientras habla, el sonido del teléfono le interrumpe cada poco: “El teléfono aquí está todo el día escuchándose. Cuelgas y ya está sonando de nuevo. Recibimos más llamadas para ver si tenemos algún objeto que visitas de pasajeros. Vienen unas 50 o 60 personas al día”.
Indica que la gran mayoría de los objetos se extravían en los controles de seguridad previos a embarcar, donde los pasajeros deben desprenderse de los dispositivos móviles, las llaves y quitarse los cinturones, precisamente las pertenencias que más abundan en la oficina. De hecho, la empresa encargada de los controles de seguridad hace tres entregas al día de objetos perdidos a la oficina.
UNA EXPLICACIÓN PARA CADA PÉRDIDA
Eso explica la pérdida de la mayor parte de las pertenencias, pero ¿cómo puede alguien perder unos ladrillos o unas espadas en un aeropuerto? “Aquí llegan muchos objetos perdidos, pero algunos de ellos son abandonados. Es, seguro, el caso de los ladrillos. Los que aparecieron eran los clásicos ladrillos españoles, que se llevan al extranjero como muestra, para exportarlos. Pero con eso no se puede pasar el control de acceso. Por eso, la gente los abandona antes de embarcar”, explica José Manuel Martín-Corral, portavoz de Aena.
También tiene explicación para el extravío de las espadas: “Se compran como suvenir, como recuerdo, y luego lo quieren meter como equipaje de mano y está prohibido. Si viajan con líneas de bajo coste, les sale más barato dejar las espadas en el aeropuerto que facturarlas.” Más complicado es imaginar quién pretende viajar con una bombona de butano o quién se olvida un traje de novia que, por cierto, nadie reclamó nunca.
EL ALMACÉN, UNA PEQUEÑA SALA CON ESTANTERÍAS Y CAJAS
Los objetos extraviados únicamente permanecen en la oficina del aeropuerto entre una semana y diez días. Después, se envían al almacén de objetos perdidos del Ayuntamiento de Madrid. “Jurídicamente, por decirlo de algún modo, no tendríamos por qué tener una oficina de objetos perdidos en el aeropuerto. Es algo que ofrecemos para no obligar a un pasajero, sobre todo si ha estado en Barajas para hacer una escala, a irse hasta el centro de Madrid”, señala Martín-Corral. Las pertenencias olvidadas en los aviones son competencia de cada aerolínea. Iberia, por ejemplo, subastará el próximo 20 de junio miles de objetos que se han extraviado en sus aeronaves.
Por eso, el almacén de objetos perdidos de la T4 poco tiene que ver con la gigantesca nave del Ayuntamiento de Madrid. Es una pequeña sala rodeada de estanterías que llegan hasta el techo. En cajas de cartón se almacenan los objetos pequeños, cada uno en una bolsa de plástico con un número de referencia y la fecha en que fue entregado. Todas las gafas, móviles, joyas, bufandas, cinturones y carteras se guardan así. La ropa, muy abundante, permanece doblada en las estanterías. También hay muchas mochilas, bolsos, bolsas y algún que otro libro de autores como Marc Levy o Ken Follet.
En una caja fuerte se guardan los objetos de más valor. Allí se ven muchos ordenadores portátiles, tabletas, libros electrónicos y dinero, sobre todo dólares y euros. Al margen, dos carritos de bebé y un paragüero donde esperan decenas de bastones.
¿DE QUIÉN ES QUÉ?
Para saber de quién es cada cosa, las encargadas de objetos perdidos tienen sus trucos. “Si alguien viene reclamando algo, le preguntamos lo característico. Por ejemplo, de un reloj, la marca, de qué color es, si tiene la correa de cuero, metálica o de plástico…”, señala Jessica. Otros objetos no son tan fáciles de identificar, dado que en la oficina se puede recibir el mismo modelo de ordenador o de teléfono móvil “unas dos o tres veces al día”.
Por eso, buscan el número de serie de los ordenadores, que pedirán a quién lo reclame. “Además, los apagamos y encendemos para ver si tiene nombre de usuario o contraseña”, indica Jessica. Algo similar pasa con los móviles: los apagan y quitan la batería. Luego, quien los reclama tiene que encenderlo delante de las trabajadoras y conseguir poner correctamente el PIN.
Solo hay dos cosas que no se guardan en objetos perdidos: documentación, que va a la comisaría, y alimentos perecederos, que se guardan poco tiempo. Janet, otra de las trabajadoras de la oficina de la T4, muestra un ejemplo que tiene a mano: una pequeña caja que les llegó hace dos días y que contiene una manzana, todavía en buen estado, y bocadillos envueltos en papel de aluminio. “Esto ya se va a estropear y va a oler mal”, señala mientras el teléfono vuelve a sonar. El proceso vuelve a empezar.