16 de marzo de 2013: Diez años de la 'foto de las Azores', símbolo del comienzo de la guerra de Irak
En la foto, sonrientes, aparecen el por entonces primer ministro británico, Tony Blair; el presidente de Estados Unidos, George Bush, y el español, José María Aznar. Era el 16 de marzo de 2003 y aquella imagen, la llamada foto de las Azores, dio la vuelta al mundo. Hoy, justo diez años después, sigue siendo recordada por muchos como "la imagen de la vergüenza", que se convirtió en un símbolo del comienzo de la guerra de Irak y de la participación de España en el conflicto.
A pesar de lo criticado de la imagen, Aznar ha asegurado en varias ocasiones que aquel "fue el momento histórico más importante que ha tenido España en 200 años". Una opinión que no compartió el presidente fundador del Partido Popular, el fallecido Manuel Fraga, quien aseguró que "la foto de las Azores posiblemente no fue un acierto". Poco le importaron esas palabras a Aznar, que en alguna ocasión, tras dejar la presidencia del Gobierno en 2004, llegó a decir: "España estuvo en las Azores porque no pudo participar en el desembarco de Normandía, que es donde debería haber estado".
Aquella famosa foto se realizó en la base aérea luso-estadounidense de Lajes, en la isla de Terceira del archipiélago portugués de las Azores y también estuvo presente José Manuel Durao Barroso, que en aquel momento era el primer ministro portugués y hoy es presidente de la Comisión Europea, que actuó de anfitrión. Allí, todos los presentres sellaron un ultimátum al entonces presidente iraquí, Sadam Husein.
El mensaje era claro: o se desarmaba o una coalición de países intervendría en Irak. La respuesta, cantada, llegó cuatro días después con la puesta en marcha de la operación Libertad iraquí y con el desacuerdo de socios atlánticos tan notables como Francia y de buena parte de la sociedad española, que salió a las calles en multitudinarias manifestaciones bajo el lema 'No a la guerra'. Las encuestas que publicaron entonces los periódicos mostraban que un 90% de los ciudadanos rechazaban una intervención militar.
"Pueden estar seguros de que el régimen iraquí tiene armas de destrucción masiva", aseguró Aznar entonces. Cuatro años después, él mismo reconoció que estaba equivocado: "No había armas. Ahora yo también lo sé. Tengo el problema de no haber sido tan listo de saberlo antes".
Pero en aquel momento, Irak estaba en el punto de mira de Bush desde los atentados del 11-S, cuando incluyó a este país, junto a Irán y Corea del Norte, en el que denominó "eje del mal". Poco después de la invasión, el régimen iraquí cayó y Hussein pasó unos meses en paradero desconocido hasta que fue detenido en diciembre y, tres años después, fue ejecutado en la horca.
UN ACTIVO AZNAR
Los preparativos de la cumbre de las Azores fueron intensos, y Aznar estuvo muy activo desde el primer momento, convencido, como repitió una y otra vez, de que el dictador iraquí poseía armas de destrucción masiva y había que actuar enérgicamente.
El primer presidente de Gobierno del PP en la historia de la democracia consideraba que la intervención estaba respaldada por las resoluciones que había dictado la ONU y quiso que España estuviera en el primer plano de esa actuación para que, tal y como había resaltado en varias ocasiones durante su mandato, el país saliera del "rincón de la historia".
"España, en esta ocasión, estuvo donde tenía que estar y con los que tenía que estar", escribió años después en uno de sus libros el expresidente, quien en aquella cumbre sí parecía tener bien claro al lado de quién tenía que aparecer en la foto.
Le delató el movimiento que recogieron las cámaras en el momento en el que los protagonistas de la cita posaban sonrientes para los informadores gráficos, ya que hizo un rápido quiebro para cambiar del lugar y situarse justo a la izquierda de Bush. Era el sitio preeminente que creía que merecía España.
ESPAÑA, EN PRIMERA LÍNEA
Aquella reunión supuso efectivamente que España se situara en la primera plana de la política internacional, para unos como símbolo de su fortaleza, y para otros como imagen de un erróneo seguidismo de la política de Estados Unidos.
Los puntos de vista distantes surgieron incluso en el seno del Gobierno, con un vicepresidente como Rodrigo Rato mostrando a Aznar su criterio contrario al envío de tropas y cerrando quizás así sus posibilidades de haber sido su sucesor.
Más tarde llegaron los atentados del 11M, la victoria socialista en las elecciones de tres días después, la retirada de las tropas de Irak ordenada por José Luis Rodríguez Zapatero cuando sólo llevaba unas horas de presidente del Gobierno, el reconocimiento por parte de Aznar de que en Irak no había armas de destrucción masiva...
Diez años después, ninguno de los tres protagonistas conserva su puesto, pero en todo momento han mantenido que su decisión fue la correcta. A pesar de que Irak está lejos de la estabilidad anhelada y sufre la lacra terrorista, Blair ponía voz hace pocas semanas al sentimiento del trío de las Azores: todo sería peor con Sadam.
Pero todo ello ha tenido un precio: En Irak han muerto 4.446 soldados estadounidenses, 179 británicos y 139 de otras nacionalidades. No se conoce la cifra exacta de fallecidos iraquíes, pero la agencia de noticias Associated Press estimó en 2009 un mínimo 110.600 muertos. Un equipo de investigadores de la Universidad Johns Hopkins, en un estudio publicado en la revista médica The Lancet, elevó esa cifra en 2006 a 600.000.