Barcelona - Real Madrid: El Madrid pasa a la final de la Copa del Rey tras un gran partido (1-3)
No se imaginó el Madrid que terminaría el partido relajado. Nunca pensaría el Barça que pediría la hora para olvidar la derrota. No sospechó el aficionado que nada de esto iba a pasar. Pero pasó.
El fútbol volvió a sorprender en el Camp Nou. No porque el Madrid se impusiera al Barcelona, sino por cómo lo hizo. Sobrio, sólido y resolutivo. Enfrente, un Barcelona que sólo oía el eco de las palabras de su entrenador, Jordi Roura, que trató de caldear la previa poniendo el foco en el árbitro.
Los jugadores culés entraron al campo protestando cada acción y les salió rana. Pese a un buen comienzo, la defensa del Madrid apenas se agrietaba. Conscientes de qué iba a ir la película, los jugadores madridistas se limitaron a esperar los espacios a la espalda del Barcelona.
En una de esas, Ronaldo enganchó el balón, encaró a Piqué y le engañó. El defensa se tiró demasiado pronto y enganchó la pierna del portugués. Penalti y amarilla. Cristiano no perdonó y el Madrid logró muy pronto su objetivo: marcar antes que su rival.
Tocaba remar a contracorriente. El Barcelona estaba fuera de la final y necesitaba marcar dos goles para alcanzarla. La falta de acierto en Milán, donde no dispararon ni una sola vez entre los tres palos, se asomaba como un fantasma sobre el Camp Nou.
Los jugadores del Barça no dieron con la tecla. Messi aparecía a cuentagotas, Xavi no ordenaba el juego y el único que lo intentaba era Iniesta, sólo en el ataque. El descanso llegó con el 0-1 y el Madrid muy tranquilo.
La segunda mitad dejó la misma versión de ambos conjuntos. Los de Mourinho no se descosieron nunca, pese a que los culés apretaron al inicio. Varias ocasiones barcelonistas chocaron siempre con el muro blanco. El Madrid era un frontón y el Barcelona, un pelotari que se iba agotando con los minutos.
Un despeje de la defensa fue a parar a los pies de Di María. El argentino, titular por delante de Kaká, recorrió todo el campo blaugrana acompañado de Puyol, se frenó en seco, amagó con disparar y volvió a arrancar. Puyol cayó al suelo. Di María disparó a portería y se topó con las manos de Pinto, que no atrapó el esférico. Y ahí estaba Ronaldo, que controló, dejó botar la pelota y la metió en la portería.
El Barcelona necesitaba dos goles y la hazaña era casi impensable. Mucho más cuando Varane repitió actuación tras un gran partido en la zaga. Un saque de esquina de Ozïl encontró la testa del joven francés, que puso el balón en la red. Tres goles y tranquilidad para lo que quedaba.
Un cuarto de hora que dio para que ambos entrenadores terminaran de hacer sus cambios y para que Jordi Alba marcara el gol de la honra. Algo impensable cuando Undiano Mallenco, ese enemigo que confundió el entrenador del Barcelona, dio comienzo al encuentro.