Lo que el rey no mencionó en su discurso de Navidad
El discurso de Navidad de 2012 del rey consta de poco más de mil palabras. En sus líneas se tocan asuntos que entran dentro de lo previsible: la crisis económica y la situación política, todo ello adornado con un fondo de optimismo que, en muchas ocasiones, hace bueno el ‘Yes we can' que popularizó Obama en su primera campaña electoral.
Pero hay ausencias, ‘olvidos’ que no pasan desapercibidos.
El discurso del rey elude, por ejemplo, la varias crisis que ha sufrido la monarquía este 2012, que podría calificarse —evocando la definición que hizo la reina de Inglaterra Isabel II en 1992- de 'annus horribilis'.
No ha sido, definitivamente, el mejor año para la Casa Real. No puede serlo cuando la palabra que mejor define a la institución es 'tropiezos'. En sus diferentes acepciones.
Porque 2012 ha tenido mucho de año especial para la monarquía. Único. Ha sido el primero en el que el rey ha tenido que pedir públicamente perdón (“Lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a ocurrir”) tras ser ingresado para ser operado de una fractura de cadera después de una jornada de caza de elefantes en Botsuana.
No fue solo que el rey practicara la caza, sino sobre todo el hecho de que todos los medios españoles, y casi todos los del mundo, publicasen una imagen del monarca, satisfecho, después de haber abatido a un elefante. La conjunción de la fotografía, del hecho en sí y de la existencia de las redes sociales —que contribuyeron de forma clave a denunciar lo sucedido— contribuyeron a que el rey tuviera que reconocer púbicamente, por primera vez en su vida, que todo había sido un error que no volvería a producirse.
La ONG en defensa de la naturaleza WWF España despojó al rey de la presidencia de honor después de la cacería y la polémica generada. Un golpe inédito en la figura del rey.
La caza provocó más disgustos en la Casa Real durante 2012. El 9 de abril el nieto de los reyes, Felipe Froilán, hijo de la infanta Elena y Jaime de Marichalar, se disparó “de forma accidental” en el pie, por lo que tuvo que ser ingresado en el hospital. No fue una mera anécdota, ya que la edad para utilizar armas en España es de 14 años —de forma restringida y tras superar dos pruebas—. Frolián tenía 13 años.
URDANGARIN: CASO ABIERTO
Y hay más problemas. Mucho más serios. Porque este 2012 el caso Urdangarin —que sí mereció una velada crítica en el discurso del año pasado— ha ido generando información que acorrala, aún más, al yerno del rey. La fiscalía pide 8 millones de euros de responsabilidad civil al duque de Palma y a su socio en el Instituto Nóos, Diego Torres. Urdangarin tuvo que declarar el pasado febrero como imputado por fraude. Fue el primer miembro de la Familia Real en hacerlo.
La relación con Urdangarin ha sido fría, distante. Sólo un gesto puso un poco de calor a tanta gelidez cuando la infanta y su marido acudieron a visitar al rey, el pasado noviembre, al hospital. La Casa Real enmarcó la visita en “el ámbito estrictamente personal”.
Sólo este año el rey ha pasado por el quirófano dos veces, seis veces en los últimos dos años y medio, la mayoría de carácter traumatológico, derivadas de accidentes o problemas relacionados con el desgaste óseo. Este año se ha caído en varias ocasiones y sus movimientos son cada vez más torpes. Las redes sociales se hicieron eco de los tropiezos, pero a su estilo:
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Problemas, problemas y más problemas. No es de extrañar que, entre tantas adversidades, el rey pierda la paciencia. Como el día en el que dio un manotazo a su chófer por no aparcar el vehículo en el punto exacto donde quería el monarca.
El respeto absoluto del que ha gozado el rey durante estos años parece haberse quebrado. Ahora se puede opinar libremente sobre su figura sin temor a las críticas. Hasta modistos como Karl Lagerfeld no se cortaron a la hora de sentencias de este tipo: “Me encanta Letizia, pero a quien adoro es a la Reina Sofía. Letizia es muy guapa, fantástica, enérgica y encantadora. Pero la Reina es la persona más educada de la Tierra, y no se merece el tipo de tonterías que ha cometido el rey”.
Ese sentimiento se ha trasladado a la ciudadanía. Lo que antes eran aplausos cerrados ahora son —eso sí, en contadas ocasiones—, sonoros abucheos. Uno de esos episodios lo sufrieron Felipe de Borbón y Letizia Ortiz, junto a la Reina, a su llegada al teatro Campoamor de Oviedo para presidir la entrega de los Premios Príncipes de Asturias.
Ni explícita ni implícitamente. En el discurso del rey hoy no ha habido hueco para, por ejemplo, 'colar' que entre las dificultades que atraviesa España no ha sido ajena la Casa Real.