Premio Nobel de la Paz 2012: La UE reconoce que la crisis amenaza con enterrar los logros de 60 años
La simple idea es aterradora. En palabras de Herman van Rompuy, "inconcebible", pero no "imposible". ¿Puede la crisis económica acabar con el período de paz más prolongado en siglos? Sólo se puede extraer una conclusión de los dos discursos escuchados en la mañana de este lunes en Noruega. Sí.
Van Rompuy, el presidente del Consejo, y José Manuel Durao Barroso, el presidente de la Comisión, se dividieron milimétricamente tiempo y aplausos en Oslo al recoger el premio Nobel de la paz. Subieron al estrado con Martin Schulz y hablaron ante una veintena de jefes de Gobierno, entre ellos Mariano Rajoy. En la sala se encontraba hasta Ramón Luis Valcárcel, presidente de Murcia que asistía en calidad de presidente del Comité de las Regiones, un organismo de carácter consultivo.
Valga el compendio de líderes y la falta de una sola voz (más patente que nunca por el bajo perfil de la política exterior común), para mostrar gráficamente el momento actual de la Unión Europea. Una UE en peligro, según Van Rompuy:
Las muestras de incredulidad y protesta que siguieron a la concesión del Nobel de la Paz se hicieron patentes también en Oslo. Allí, en la víspera de la entrega del galardón, se concentraron miles de personas, activistas pro derechos humanos y de partidos de izquierda para protestar contra lo que consideran el desperdicio de un premio tradicionalmente prestigioso. Todo ello mientras los líderes comunitarios afilaban sus discursos y saboreaban un momento inevitablemente agridulce.
La tarea de la UE, un proyecto de indudable éxito pese a la adversidad actual, consiste precisamente en asegurar que los que piensan en ella como un cuento de hadas sigan creyendo en él, según el presidente del Consejo:
Aunque velado, el mensaje era claro. La violencia verbal, los prejuicios, el moderno dominio de unos países sobre otros a través de la economía global se han impuesto en la mesa de negociación europea. Los países del sur como vagos y los del norte como virtuosos, los del euro como responsables y los de fuera de la unión económica como desentendidos de una responsabilidad histórica, los países del este como pedigüeños de fondos estructurales y de cohesión, los miembros más viejos hastiados por la solidaridad con los más desfavorecidos. Todas esas imágenes constituyen el día a día de una UE donde afloran de nuevo los partidos extremistas que se creían episodios del pasado. Y, lo que es peor, esas actitudes en partidos de vocación mayoritaria y que gobiernan.
Tanto Barroso como Van Rompuy se esforzaron en destacar la historia de los últimos 60 años frente a los riesgos actuales. "A día de hoy, uno de los símbolos más visibles de nuestra unidad está en las manos de todos. Es el euro, la moneda de la UE", enfatizó Barroso. Pero no sólo. Las cenizas de las que resurgió Europa tras la II Guerra Mundial conforman en la actualidad la región del mundo más avanzada, según él:
Es tiempo, para Van Rompuy, de recuperar ese espíritu que ha dado resultados. Y para ello, el presidente del Consejo parafraseó al "Yes we can" que llevó a Barack Obama a la presidencia de EEUU en 2008.
Puede que todo esté en peligro, según se esforzó en transmitir Van Rompuy en su discurso, pero la que calificó como "arma secreta" de la UE sigue siendo útil:
Para terminar, Van Rompuy optó por el patriotismo. "Confío en que asumirán esa responsabilidad con orgullo y que serán capaces de decir, como hoy nosotros: «Ich bin ein Europäer.» «Je suis fier d’être européen.» Estoy orgulloso de ser europeo".