Universitarios que han cursado la beca Erasmus: "Te abre las puertas de Europa"
Hace ahora justo un año, Iván Escalante disfrutaba de sus primeros días como Erasmus en Berlín, donde completó sus estudios de ingeniera industrial. Por entonces, las becas habían cumplido 24 años y eran consideradas como un pilar fundamental de la aceptación popular de la Unión Europea. Doce meses después, la situación de Iván y de las propias becas es bien distinta: él ha vuelto a la casa de sus padres en Valladolid y se dedica a buscar trabajo sin suerte, mientras que las becas pueden estar llegando a su final después de que esta semana la Comisión Europea reconociera que la partida dedicada a ellas se arriesga a una "suspensión de pagos" provocada por la excesiva austeridad de los presupuestos europeos.
Iván, de 26 años, no tiene dudas de lo que se puede perder sin las becas: "Adquirir dominio de otros idiomas, aprender a convivir en una cultura que no es la tuya, a desenvolverse en un entorno internacional... la posibilidad para las empresas de encontrar gente cualificada para trabajar globalmente y, sobre todo, un paso atrás en la construcción europea, de darse cuenta de que no somos tan diferentes y que para bien o para mal estamos juntos en el mismo barco".
Es raro que un universitario hable mal de estas becas. Las palabras más utilizadas para definir el año son "inolvidable, "experiencias nuevas", "cambio de vida", "el mejor año que recuerdo". "Si no la hubiese hecho mi vida no sería igual", apunta Iván.
Diego Villacorta es uno de los que asegura que no olvidará el curso 2010-11, cuando se fue a Turín (Italia) a seguir sus estudios de Periodismo: "Recuerdo principalmente las amistades que he forjado allí, la independencia que he adquirido después de estar toda la vida viviendo con mis padres y todo lo que eso conlleva. Hacer las compras, pagar las facturas e incluso hacer números porque mis padres me ponían desde España una cantidad limitada para gastarme al mes".
VIVIR SOLOS
"He aprendido a valorar que cada uno puede ponerse el límite que quiera. Yo no tenía ni idea de italiano, llegué a Turín sin ningún conocimiento del idioma al margen de un par de series que me vi una semana antes. Y la primera semana no se la recomiendo ni a mi peor enemigo, porque nosotros no tuvimos ninguna facilidad ni por parte de la universidad de acogida ni de la que nos envió. Nos tocó empezar de cero a buscar casa, alojamiento y hacer todos los papeleos como el Códice Fiscal, porque en Italia a las personas que se quedan en el país más de tres meses deben hacer ese trámite y, si no, corren el riesgo de ser expulsados", explica Diego.
Es, precisamente, las enseñanzas sobre la vida lo que más valoran los Erasmus. Esther Martín también se benefició de la beca para estudiar en Katowice (Polonia) y de su experiencia destaca el haber aprendido a defenderse por sí sola: "Al principio la comunicación era difícil, pero poco a poco fui aprendiendo a desenvolverme por mí misma, algo que creo que es fundamental para cualquier persona. Está claro que no es una independencia absoluta. El dinero proviene de una beca y no tienes que trabajar para ganarlo, pero sí que aprendes a ver con otros ojos el mundo, a relacionarte con personas de otros países".
MALA FAMA
A pesar de todo, las becas Erasmus -conocidas como "Orgasmus"- no gozan de buena fama para muchas personas. Un comentario publicado por el lector de El Huffington Post Juan 658 recientemente resume esa postura: "Cada uno que se financie sus fiestas. Con la que está cayendo creo que se deberían haber quitado mucho antes. Todos sabemos los Erasmus a lo que van. Resumen: A no pegar ni chapa, aprobar dos cursos de golpe porque básicamente te regalan los aprobados y pegarse más fiestas que Paquirrín".
Los propios universitarios reconocen que durante el año de beca hay mucha fiesta, pero subrayan que no todo se resume en eso: "No nos vamos a engañar, está claro que en el Erasmus la fiesta se multiplica por diez y sales durante toda la semana. Tienes más tiempo libre y, además, sabes que tienes diez meses para vivir la experiencia y quieres hacer muchas cosas en muy poco tiempo, por lo que todo es más intenso. Pero no siempre es así, yo conozco a mucha gente que tuvo que trabajar muy duro para sacarse ese año. Depende del país y la universidad", explica Esther.
"Hay casos de todo tipo. Yo pasé durante todo el curso ocho horas diarias en el laboratorio, aprendí italiano y tuve que estudiar bastante para algunos exámenes. Pero siendo sincera, sí, en el Erasmus también hay mucha fiesta. ¿Por qué no?", indica Cristina Eiroa, que estudió química en Palermo. En la misma línea se expresa Diego: "Obviamente se sale de fiesta y el año es más sabático que otra cosa, no voy a mentir. Yo no puedo decir que me haya esforzado mucho para sacar con nota las asignaturas. Pero me consta que muchos amigos míos en otras universidades han tenido las cosas mucho más difíciles o incluso han vuelto con suspensos este año".
AYUDAS
Todos ellos aseguran que sin las becas no podrían haber estudiado un año en el extranjero, dado que muchos tuvieron que sacrificarse para poder ir -la cuantía de las becas varían, por lo general, entre los 400 y los 900 euros al mes-. "Necesité mucha ayuda de mis padres, ya que el grueso de la beca se nos dio al finalizar el curso", indica Alba Sánchez, que también fue a Palermo para estudiar sociología. "Sin la gran ayuda de mis padres no habría podido tener esta experiencia", reconoce Cristina. "Empecé a ahorrar de lo que tenía en la cuenta y a gastar menos a la hora de salir y mis padres lo mismo. Eso se lo agradeceré siempre", añade Diego.
PÉRDIDA
Por eso, los universitarios advierten de que, sin las becas, Europa y también España -que es el principal beneficiario del programa- darían un gran paso hacia atrás. "Sin duda alguna, la beca crea un sentimiento de hermandad entre los europeos. A partir del Erasmus he vivido en otras zonas de Europa (Escocia, Holanda) y a día de hoy ya me siento completamente europea. E, igual que yo, otros cientos de personas que me he encontrado por el camino estos últimos años. El Erasmus te abre las puertas de Europa", explica Cristina. "Se crean vínculos muy fuertes de amistad y confraternidad, tanto entre los propios Erasmus como con la gente del país de acogida. En definitiva, todos estamos ilusionados y nos queremos ayudar", indica David Paz, que cursó un Erasmus hace seis años.
Iván añade que la beca ayuda a abrir la mente más allá de España. "Te hace estar más abierto a otras culturas, a otros modos de vivir y hacer las cosas que no son ni mejores ni peores. Aprendes a convivir con otras culturas, cosa que en un mundo tan globalizado como éste y en un país en el que pensamos mucho en los Hunos y los Hotros [en referencia a la cita de Unamuno] en el que abundan los nacionalismos, regionalismos de txapela, barretina o boina hasta las orejas es importante conocer gente de otras culturas para ver que es más lo que nos une que lo que nos separa".