Jens Weidmann, jefe del Bundesbank, el hombre que dice "no" a toda Europa
Es el picapica de la eurozona. Oculto tras su aspecto de discreto banquero, Jens Weidmann, de 44 años, dirige con puño de hierro el prestigioso Bundesbank (el banco central alemán) e influye en la política monetaria de la Unión desde mayo de 2011. A su lado, Angela Merkel es casi un corderito.
Es el gobernador del “Buba” (Bundesbank) más joven de todos los tiempos y el más presente en los medios de comunicación, lo cual choca con la tradición de un cargo que, hasta ahora, había consagrado a hombres en la sombra. Durante la semana anterior a la cumbre de Jackson Hole, la gran cita mundial de los banqueros centrales que comenzó el viernes 31 de agosto, Jens Weidmann trabajó sin cesar en el desarrollo de un plan bien pensado. Entrevista río en Der Spiegel, el semanario alemán de referencia, varias intervenciones en Bild, el diario de más tirada del país... Y, para terminar, una amenaza de dimisión, también en Bild, por su oposición al programa de compra de deuda pública del Banco Central Europeo (BCE).
No es extraño que su temperamento ardiente desconcierte en el discreto entorno de los banqueros, más acostumbrados a negociar entre bambalinas. El presidente del BCE, Mario Draghi, mantiene un conflicto abierto con el alemán, que pertenece también al consejo de la institución europea. Pero el italiano parece haber cedido terreno ante los medios desplegados en los últimos días. Mario Draghi ha anulado su visita a Jackson Hole con el argumento de que tiene “una agenda de trabajo muy cargada”, y ha dejado que Jens Weidmann represente a la eurozona en esta gran cita.
Los mercados aguardan la reunión organizada en Wyoming con gran interés, puesto que los inversores esperan medidas consecuentes del banco central estadounidense (la Reserva Federal) para relanzar el crecimiento en su país y del BCE para calmar la crisis en la eurozona. Jens Weidmann, por tanto, dispone de la ocasión soñada para brillar junto a Ben Bernanke, el responsable de la Fed.
Antiguo consejero especial de Angela Merkel, Jens Weidmann se ajusta al mismo molde que sus predecesores en el Bundesbank. Más “halcón” —partidario de la ortodoxia monetaria— que “paloma” —defensor de una política monetaria voluntarista, que tenga en cuenta el estímulo del crecimiento—, estudió con Axel Weber, antiguo presidente del “Buba”, que fue profesor suyo de economía en la Universidad de Bonn.
Después de haber vivido como estudiante en Aix-en-Provence y París, este nativo de Solingen, un pequeño pueblo próximo a Düsseldorf (en la parte occidental de Alemania), parecía predestinado a su cargo actual. Su tesis de fin de carrera versó sobre la gestión de la política monetaria en el marco de la moneda única europea y después se dedicó a los temas de finanzas internacionales, sin perder jamás de vista su leitmotiv fundamental: ortodoxia y estabilidad monetaria.
El Bild le presenta como la última “defensa delante del contribuyente alemán”, y sus tesis encuentran eco en una población cada vez más euroescéptica (el 51% de los alemanes desean que Berlín salga de la unión monetaria). Está omnipresente en los medios de comunicación, es capaz de seducir a todos los entornos socio-profesionales, y el diario de más tirada del país titulaba en su portada “Este hombre va a salvar nuestro euro”. Jens Weidmann es, mucho más que Angela Merkel, el principal crítico del programa de compra de obligaciones del BCE. Para él, dicho programa es como una “droga” que podría dejar a los Estados “enganchados”, prevenía en Der Spiegel el pasado 27 de agosto.
NADIE LE REPLICA
Contra los eurobonos, contra toda ayuda suplementaria a Grecia, contra la impresión de billetes... Es el hombre que dice “no” a toda Europa sin que nadie le replique. En primavera denunció tanto el programa económico de François Hollande, que estigmatizaba la renegociación del Tratado europeo, como la revisión del estatuto del BCE, que considera “peligrosa”.
Si “Herr Doktor Weidmann”, como le llaman en Alemania, es tan ardiente defensor de la ortodoxia presupuestaria, es sobre todo por el trauma de la hiperinflación de los años veinte. La que constituyó la rampa de lanzamiento del nazismo. Según Jens Weidmann, nada justifica que haya que poner en marcha la máquina de imprimir dinero... para gran perjuicio de Atenas, Madrid y Roma.
Es decir, una persona de la que se sospechaba que iba a ser poco independiente respecto a Angela Merkel ha impuesto sus criterios en menos de dos años. Hasta el punto de provocar la ira de la canciller. Aunque Angela Merkel, en público, asegura que apoya a Weidmann y que “como responsable del Bundesbank, tiene toda la influencia posible en el BCE”, Der Spiegel afirma que, entre bastidores, la situación es otra muy distinta. En privado, por lo visto, la canciller Merkel siente escasas simpatías por la intransigencia de su antiguo asesor. “Al parecer, Merkel considera que Weidmann y su equipo deberían dejar de armar tanto lío”, se puede leer también en el semanario alemán.
Esa intransigencia consigue exasperar a Mario Draghi, que preconiza medidas excepcionales contra la crisis, tal como él mismo recordaba hace unos días en el semanario alemán Die Zeit. Unas declaraciones poco habituales en el presidente del BCE, que prefiere normalmente expresarse de manera más acorde a su condición de banquero, y que constituyen “tal vez una señal para dejar claro al Bundesbank que el presidente es él y es él quien decide en últiama instancia”, explica Marie Diron, economista de la consultora Ernst & Young.
Porque, más allá de un debate sobre las medidas para encauzar la crisis de la deuda, se está cristalizando una batalla por la sucesión de Mario Draghi al frente del BCE. ¿Será Jens Weidmann el candidato? El banquero no dice ni una palabra, pero sabe a la perfección que la presidencia de la institución tendría que haber ido a parar a un alemán cuando terminó el mandato de Jean-Claude Trichet. En cualquier caso, desde la planta 12 del Bundesbank en Frankfurt, tiene una vista excepcional sobre las obras del futuro edificio del BCE, cuya construcción debe acabarse en 2012...
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia