Los vecinos de Tabarca rescatan su iglesia del desastre
Un caluroso día del verano de 2011, Ana López Ruso trabajaba tranquilamente en su tienda cuando vio aparecer por la puerta a Tano, el alcalde pedáneo de su pueblo, Tabarca (Alicante): "Ana, apaga la radio y ponte a buscar gente, que a partir de mañana empezamos a arreglar la iglesia", la apremió.
Ani y Tano son dos de los 68 habitantes que tiene censados Tabarca, una minúscula isla frente a la costa de Santa Pola (Alicante) que en verano recibe hasta tres mil turistas diarios por sus playas y sus calderos. La iglesia de San Pedro y San Pablo, del siglo XVIII, llevaba cerrada 13 años, desde que la Consejería de Infraestructuras de Alicante decidió emprender unas obras de restauración con una inversión de 1,2 millones de euros. Es el mismo tiempo que los vecinos de Tabarca llevaban sin iglesia. "Tanto el Consell como el arquitecto a cargo de la obra nos da largas siempre", explica indignada Ani.
La consejería alega que les falta dinero para terminar la obra. Llevan 19 años asegurando que tiene "en supervisión" un proyecto para culminar la restauración de la iglesia, pero también ha reconocido que la licitación de las obras está sujeta al momento en que exista disponibilidad presupuestaria.
Pero esta situación cambió en el verano de 2011 porque los vecinos se hartaron. La idea de Tano, el alcalde, se vio rápidamente secundada, y ese mismo día, unas 20 personas del pueblo, jóvenes y mayores, se pusieron manos a la obra. "Era como en el programa Esta casa es una ruina, todos arremangados retirando escombros, basura y andamios", describe Ani.
PULGAS, GATOS Y PALOMAS
Al entrar, el panorama que encontraron fue desalentador. Las gruesas paredes de roca extraída de la propia Tabarca habían sido cubiertas, inexplicablemente, con yeso, había un enorme agujero en el suelo y todo estaba lleno de pulgas, palomas y gatos. Lo único que se encontraba en buen estado era la techumbre del templo. "Al entrar encontramos con que en la sacristía habían abandonado muchísimas botellas de refrescos, había zapatos y hasta una barbacoa", rememora esta vecina.
Fue una carrera contra reloj, pero cumplieron. Se tapó el agujero del suelo con una enorme alfombra, se cubrieron los ventanales desnudos con tablones de madera y cortinas, y una vez que el templo estuvo todo lo limpio que se pudo dejar, trasladaron las figuras de los santos, almacenadas en la Cofradía de Pescadores 13 años atrás.
DE LA RUINA, A ALOJAR BODAS
La iglesia se mantiene limpia porque Ani y otra vecina van cada fin de semana a limpiar antes de la misa del domingo, que es cuando el cura va a la isla, pero son conscientes de que, pese a su esfuerzo, no pueden hacer nada sin dinero. "Necesitaríamos unos 120.000 euros para arreglar las paredes, los altares, las ventanas y poner puertas en la sacristía y en el campanario", explica Ani.
Ahora, el templo luce de otra manera, y tanto es así que hasta se han celebrado tres comuniones, dos bodas, y misa cada domingo. Queda mucho por hacer, y apenas hay recursos porque los vecinos solamente cuentan con su voluntad y con lo que los turistas que visitan Tabarca quieren donar. "Hemos puesto huchas en las tiendas del pueblo y otros han pasado el verano vendiendo llaveros y pulseras, pero la cosa está mal, el año pasado recaudamos unos mil y pico euros". Con ese dinero, pagaron cortinas, mantelería y unas sillas para el altar.