Marcha negra: Los mineros superan el desgaste con la aclamación de Alcobendas
Un sol de justicia castiga la Plaza Mayor de Alcobendas a falta de 20 minutos para las dos del mediodía. Junto a un pequeño equipo de audio montado para la ocasión, unas cuantas banderas sindicales revolotean lánguidamente al viento. La plaza parece muerta.
El ruido de petardos y la presencia de diversos efectivos policiales anuncian la inminente llegada de la marcha aragonesa, que ha recorrido ya más de 400 kilómetros a pie durante 18 jornadas, desde su salida el 22 de junio de Andorra (Teruel).
El grupo, formado por mineros de todas las edades ataviados con chalecos reflectantes y cascos, se aproxima. Automáticamente, los vecinos abandonan las escasas sombras que concede la arquitectura de la plaza y salen al centro de esta. En un momento ya hay más de 50 personas aplaudiendo y apoyando a la marcha, que se emociona al ver como día tras día les respalda la gente allá por donde pasa.
“Esto es lo mejor que tenemos, el apoyo de la gente”, comenta Antonio García, trabajador de la Mina Sierra de Arcos, en Ariño (Teruel).
Algunos mineros, emocionados, arrancan a llorar mientras se funden en abrazos entre ellos. “Ha sido duro, muy muy duro ”, comenta García, “más allá de las ampollas en los pies, dejar a la familia atrás”. Antonio tiene mujer y dos hijos, de 10 y 14 años, a los que ha dejado en casa “para luchar y conseguir darles de comer”.
APOYO CIUDADANO, ESCEPTICISMO MINERO
Caminando hacia el Pabellón de los Sueños de Alcobendas, emplazamiento que el Ayuntamiento ha cedido para que duerman hoy los mineros, resulta difícil cruzarse con algún vecino o conductor que no aplauda o pite la bocina al paso de la columna minera. “Ojalá todo el País hiciese lo mismo que vosotros” les alienta una señora mayor a su paso, “ ¡ya me gustaría ver entonces lo que pasaría!” dice.
“La gente nos apoya porqué somos los únicos que le ponemos huevos”, señala Salomón, minero que roza la treintena. “Se sienten identificados con nuestra lucha por mucho que no sepan ni lo que es una mina”.
Incluso hay gente como Virginia, una chica de unos 20 años que ayer se unió a la marcha en Alcalá y los acompañará hasta Madrid. “Mucha gente se nos une y hace unas cuantas etapas con nosotros”, explica Salomón.
Algunos mineros consultados no esconden, sin embargo, su escepticismo acerca del efecto que pueda tener la marcha negra. “Hay poca esperanza, pero es que no tenemos nada que perder”, se lamenta García, “Sin inversiones esa zona se abandonará y morirá, lo que queremos ahora es llegar a Madrid y continuar haciéndonos notar”.
Los miembros de la marcha también reconocen la exigencia que suponen más de 40 días de huelga ininterrumpida, sobre todo el hecho de estar tantas jornadas sin percibir ningún sueldo. “Hay compañeros que han dejado a criaturas de meses en casa, que prácticamente ya se están quedando sin ahorros y no podrán aguantar mucho más esta situación”, explica Salomón.
PROTESTA PACÍFICA
Considerando la virulencia de las protestas registradas en las comarcas mineras, resulta inevitable temer que la llegada de los mineros a la capital irá acompañada de graves disturbios.
Todos los mineros consultados, no obstante, lo niegan. “Una cosa son las cuencas mineras y la otra Madrid, aquí venimos a protestar pacíficamente” comenta Juan, quien no quiere decir su apellido ya que asegura estar buscado por diversos altercados en las Cuencas. Víctor Fernández, de FITAG UGT, lo matiza: “Que no nos provoquen, nosotros no vamos a provocar a nadie”.
LLEGADA INMINENTE
Los mineros descansarán hoy en Alcobendas y mañana por la mañana empezarán la última etapa del recorrido, que los llevará hasta la capital. La llamada marcha aragonesa se encontrará mañana con la marcha norte, proveniente de Asturias y Castilla y León.
Ambas columnas se unirán y realizarán una marcha nocturna por Madrid el martes, mientras que el miércoles hay una manifestación convocada a las 11 de la mañana entre Plaza de Colón y el Ministerio de Industria.