Más Unión, mejor Europa
"El proyecto europeo es la visión más completa y compleja de un círculo virtuoso formado por la paz y la democracia, el crecimiento y el empleo, la cohesión y la igualdad de oportunidades"
La ciudadanía española de hoy es producto de los valores europeos, de un proyecto que ha promovido -como ningún otro antes- la igualdad de oportunidades, la libertad, la paz y el desarrollo en nuestra historia.
Y a pesar de que se dice que la Unión Europea se va construyendo tras golpes de fracasos, no podemos olvidarnos de que sigue siendo un proyecto de éxito, asentado en un ideal o, si lo prefieren, una convicción: que sólo con sistemas democráticos plenos seríamos capaces de impulsar el crecimiento económico y los empleos; que únicamente a través de sistemas sociales justos podríamos garantizar una redistribución justa de la riqueza que provocara, con ello, la consolidación social de las democracias.
Por ello, el proyecto europeo es la visión más completa y compleja de un círculo virtuoso formado por la paz y la democracia, el crecimiento y el empleo, la cohesión y la igualdad de oportunidades. Todos estos elementos se necesitan el uno al otro de tal manera que, cuando uno se resiente fuertemente, el proyecto en su conjunto también lo hace.
Y por eso, para evitar una nueva encrucijada del proyecto europeo -como la que vivimos en la policrisis iniciada con la crisis financiera y de la deuda- esta vez amenazada por un auge de la renacionalización y los populismos dentro de las fronteras comunitarias y por la guerra más allá de las mismas, es necesario alimentar, con más empeño que nunca, un proyecto europeo fuerte, ambicioso, social y sostenible que multiplique las perspectivas de un futuro mejor entre la ciudadanía que forma parte de ella.
Decía Helmut Schmidt que "la Unión Europea es fruto más del pragmatismo que del idealismo", pero también es verdad que la inmensa mayoría de la ciudadanía europea nos sentimos como tal, europeos, no tanto porque compartamos la practicidad de tener una moneda en común, sino porque compartimos algo mucho más profundo: una forma de entender la economía, el modelo social, las relaciones laborales y nuestras obligaciones internacionales.
Por eso, cuando la Unión Europea fue invadida por las divisiones entre el norte y el sur o los hombres de negro, el sentimiento de pertenencia comunitaria se desplomó en el conjunto de esta. En contrapartida, cuando la UE dio una respuesta unitaria, social y de protección frente a la COVID-19 o a la guerra desatada por Putin en Ucrania, el sentimiento de pertenencia, la propia necesidad de Europa como Unión política, se multiplicó.
Pero las políticas que surgen de las Instituciones comunitarias, las que protegen y unen o las que recortan y dividen, no son decisiones aleatorias, sino que dependen de las mayorías que surgen de unas elecciones -convocadas el 9 de junio- con las que casi 500 millones de personas podemos definir si avanzamos o retrocedemos en el ideal europeo, precisamente cuando la envergadura de los desafíos y de las amenazas que nos acechan hacen que este proyecto sea más necesario que nunca.
La vuelta a una Europa que no sea más que una suma de naciones -como pronostican algunos movimientos extremistas-, no sólo sería nuestro mayor error histórico, sino que supondría el mayor enemigo de una economía social y sostenible capaz de mantener los niveles de dignidad que, a través del estado de bienestar, sólo con una Europa fuerte, unida, y cohesionada somos capaces de garantizar.
Pero, para ello, la Unión Europea tiene que estar liderada por proyectos políticos que impulsen con ambición, decisión y ansias de progreso un nuevo programa de cambio y reformas centradas en la lucha por la igualdad, la creación de nuevos empleos dignos, la mitigación de los efectos del cambio climático, y la seguridad global como única garantía de una paz duradera que garantice estabilidad y desarrollo.
Ambición y ansias de progreso porque, si el euroescepticismo es hoy el mayor enemigo del crecimiento económico, el conformismo y el status quo, son los mayores aliados de los euroescépticos.
Así, si logramos que las próximas elecciones europeas alumbren una mayoría progresista que pueda liderar las instituciones comunitarias, la apuesta decidida por una mayor Unión y una mejor Unión estaría garantizada.
Necesitamos más Unión social, que multiplique los esfuerzos por la cohesión social y territorial, con nuevas directivas para homologar derechos laborales y salarios dignos, para institucionalizar el derecho a la formación de las personas trabajadoras, o que impulse la mutualización de los seguros de desempleo cuya eficacia ya vimos, como germen, durante la pandemia.
Necesitamos más Unión verde, para redoblar los esfuerzos de una transición de la economía, dialogada y consensuada con todos los sectores, con ayudas para que sea justa, pero capaz de combatir rápidamente los estragos del cambio climático.
Necesitamos más Unión en la Igualdad, para que los avances conseguidos en esta legislatura (como con la Directiva de igualdad retributiva, la Directiva europea de lucha contra la violencia contra las mujeres, o la Directiva sobre el equilibrio de género en los consejos de administración) no sean flor de un día, sino el inicio de un camino que deseamos recorrer rápido, con medidas como, por ejemplo, la introducción del derecho al aborto en la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, o una directiva contra todo tipo de discriminación para las personas LGTBI, así como un avance legislativo en materia de derechos para las personas con discapacidad.
Necesitamos más Unión por la vivienda asequible, para que los fondos europeos puedan financiar el acceso a una vivienda digna a las familias o a los jóvenes que hoy se sienten limitados por los altos precios del mercado.
Y necesitamos más Unión por la paz. Y eso sólo se consigue desde aquellos proyectos políticos que crean en Europa, que crean en sus valores y que no deseen destruirlos, como caballos de Troya, desde dentro. Porque, sin ninguna duda, hoy, la mayor de las garantías de poder seguir viviendo en un continente en paz que pueda seguir luchando por un mundo sin guerras injustas y crueles, es la Unión Europea.
Más Unión en una mejor Europa sólo es posible con una Europa más progresista. Del 9 de mayo, día de Europa, al 9 de junio, día de las elecciones europeas, podemos hacerlo posible.
Sergio Gutiérrez Prieto
Portavoz Comisión Mixta UE
Grupo Parlamentario Socialista