Lo de Alpedrete
El alcalde, un tal Juan Rodríguez, se resistió en primera instancia pero poco después cedía y atribuía el “malentendido” a un error de todos los demás.
Dos semanas ha tardado la cúpula del Partido Popular en desautorizar al alcalde de Alpedrete, del PP, en su decisión de retirar del callejero las placas de dos ilustres antiguos residentes de la localidad, Francisco Rabal y su esposa, Asunción Balaguer, actores de genio que mantuvieron la llama del progresismo en plena dictadura, lucieron con orgullo su militancia política de izquierdas y fueron cabeza de una saga de actores que todavía luce bajo la sombra magistral de aquellos personajes.
Aquel cambio súbito, que no se debatió con anterioridad, levantó un gran revuelo y, según los medios, suscitó “indignación” por parte de familia, vecinos y personalidades del mundo de la cultura y el arte. Ciertamente, hubo manifestaciones de residentes y visitantes para protestar contra el desmán, que ofendía la memoria de ilustres personajes muy queridos por la opinión pública y que fueron ejemplo de lealtad a unas ideas de libertad y filantropía.
Finalmente, la presidenta madrileña dio el aldabonazo, publicó un tuit condenando la mudanza, y ya otros miembros dela cúpula popular, como Borja Sémper, se sintieron autorizados para seguir la estela. El alcalde, un tal Juan Rodríguez, se resistió en primera instancia pero poco después cedía y atribuía el “malentendido” a un error de todos los demás, que no habían entendido sus magníficas intenciones que pretendían ensalzar y no humillar a sus antagonistas intelectuales. Lo de siempre.
Como ha quedado dicho, los medios afirman que la protesta contra el desmán partió de la propia ciudadanía, pero tal afirmación, o no responde a la verdad o encierra un absurdo. Porque en Alpedrete, 8.000 de cuyos electores fueron a las urnas, ganó el PP, con el 37,5% de los votos y 7 escaños, seguido de Vox, con el 14,6% y 3 escaños, por una agrupación local (14,3%), el PSOE (10,5%), Más Madrid (9,7%), Podemos (9,7%) y Ciudadanos (1,9%). En consecuencia, el consistorio, formado por 17 concejales, está siendo regido por una coalición PP-VOX, que ostenta 10 de las 17 concejalías. Ambas formaciones conservadores obtuvieron el 52,1% de los votos. No había duda,
Pues bien: si los ciudadanos votaron como votaron, dando entrada a un partido como VOX en el gobierno de la institución municipal, no pueden ahora sorprenderse de que sus representantes hayan actuado en consecuencia. Para un partido ultra heredero de la sustancia franquista debe resultar insoportable el homenaje a dos insignes comunistas, con una gran presencia en el mundo intelectual que combatió la dictadura. Tampoco el PP madrileño, con Ayuso a la cabeza, podía esperar otra cosa (la propia presidenta de la Comunidad sufrió a Vox en la legislatura anterior y tuvo que resistir las presiones de las hordas de Abascal).
En Alpedrete se ha corregido, felizmente, el insulto que se había lanzado contra dos miembros preclaros de la cultura, pero nadie puede esperar grandes progresos en el terreno de las libertades, de la tolerancia, del respeto. Antes o después, los concejales de Vox presionarán para tomar medidas contra los inmigrantes, adoptar decisiones que relativicen la violencia de género, criminalizar a los miembros del colectivo LGTBI+, etc… Después de todo, Vox no ha ocultado sus preferencias, toleradas por el PP y respaldadas expresamente por quienes han votado a la extrema derecha.
Impulsar, en fin, un gobierno de coalición entre la derecha democrática y la derecha autoritaria, algo que en Francia o Alemania sería inconcebible, no es inocuo. La extrema derecha, que bebe en las fuentes malsanas del autoritarismo que provocó la Segunda Guerra Mundial, lleva implícito el odio al diferente y al discrepante, por lo que lo sucedido en Alpedrete no es una rareza que hubiera podido evitarse.
Si los alpedreteños realmente piensan que Paco Rabal y Asunción Balaguer merecen la admiración, el respeto y el homenaje de unas vidas de trabajo, magisterio, ejemplaridad y arte consumado, lo que han de hacer no es rescatarlos de las garras de los ultras sino votar a gobiernos tolerantes y plenamente democráticos. Y el PP debería aprovechar la ocasión para constatar una vez más los riesgos que comporta pactar con el diablo.