Planificar el sexo con mi marido nos ha cambiado la vida
"El sexo no es simplemente una ventaja más de tener pareja: es uno de los pegamentos de la relación".
Escrito por Kristen Manieri
Tras el primer año, le pasó algo curioso a mi relación con el hombre con el que me casé y tuve dos hijas, con el que sigo viviendo: dejé de tener ganas de practicar sexo. Claro, si surgía la ocasión, lo hacíamos, pero ese instinto carnal simplemente... se esfumó.
Los científicos e investigadores lo pueden achacar fácilmente a un conjunto de cambios psicológicos que se producen cuando estrechamos vínculos: el cuerpo deja de necesitar ese cóctel de sustancias químicas para atraer y sentirnos atraídos por nuestras parejas. El cerebro empieza a buscar estabilidad y continuidad una vez que las endorfinas del principio de la relación desaparecen.
Todo eso es una faceta normal y natural de toda relación, aunque ser consciente de ello no hace que deje de ser una lástima.
Súmale unas cuantas niñas a la ecuación, después el cansancio, diversos problemas con la imagen personal y otros cambios neuronales poco orientados a pasar un rato picante y comprenderás que cualquier persona puede convertirse en un fiasco sexual.
En mi caso, el sexo desapareció por completo de mi radar neurológico. Seis años y dos hijas después, no solo había dejado de pensar en darme un revolcón, sino que hasta dejé de aprovechar cuando surgía la ocasión. Lo que quería era dormir más, tener tiempo para mí misma, una hora para no hacer nada en casa, tomarme un mimosa con mis amigas, la ocasión de terminar la novela que tenía empezada, una sesión de pedicura, ir de compras sin mis hijas y un hueco en mi agenda para ver una maratón de The Good Wife. Ese listado, además de otras cien cosas que no he mencionado, tenía prioridad sobre el sexo.
Pero lamentaba esa pérdida de diversión, echaba de menos esa faceta sencilla y caliente de la relación, y yo quería tener un matrimonio feliz. Me preocupaba que, si dejábamos de lado la parte más íntima de la relación, quizás desaparecería para siempre si alguna vez decidíamos retomarla.
Siendo yo una persona a la que le produce un enorme placer la organización y la eficacia, (de hecho, uno de mis libros favoritos es Organízate con eficacia, de David Allen), no fue ninguna sorpresa cuando, al dar con la idea de planificar el sexo, adopté el hábito al instante y marcamos en nuestra agenda dos noches a las que llamamos "momentos sexis".
Pero ¿hay algún motivo por el que haya que planificar el sexo? Yo le veo una ventaja: Al saber cuándo voy a practicar sexo, puedo prepararme física y mentalmente.
Al principio fue duro (pero no al estilo de 50 sombras de Grey). Habíamos olvidado esta faceta de nuestra vida y ya no teníamos ese cóctel químico que nos ayudaba a ponernos a tono. De forma imprevista, tardamos un tiempo en reaprenderlo todo, a excitarnos el uno al otro y a volcarnos emocionalmente en esta nueva rutina... pero la mantuvimos y ya llevamos cuatro años así.
Durante este tiempo hemos aprendido que, aunque el sexo planificado no tiene nada de espontáneo (en serio, no hay espacio para la espontaneidad cuando tienes que criar a dos niñas), le podemos añadir un sentido de novedad incorporando nuevas posiciones o algo de lenguaje picante.
Así, podía prepararme físicamente (depilarme, preparar la lencería), preparar el ambiente con velas, música y aromaterapia. Vale que no es tan pasional como antes, pero sigue siendo sexo. ¿Y quién se opondría a practicar sexo dos veces por semana? Mi marido Marc no, desde luego.
Cuatro años más tarde, nuestra rutina sexual sigue en pie, pese a interrupciones ocasionales por vacaciones, visitas a familiares, la regla, la gripe, viajes de trabajo y demás obstáculos.
Pero la cabra tira al monte. A veces demasiado.
Si le veo alguna pega al sexo planificado es que, cuando surge la ocasión de practicar sexo espontáneo (algo que Marc detecta tan claramente como un halcón a un ratón), me cuesta lanzarme. Me gusta demasiado la agenda que hemos diseñado y me gustaría ser más flexible cuando surge una ocasión de improviso o cuando hay alguna modificación en la rutina.
El sexo, según he descubierto, no es simplemente una ventaja más de tener pareja: es uno de los pegamentos de la relación. El amor, la sinceridad, la colaboración, la unidad, la vulnerabilidad y la comunicación son algunas de las virtudes de un buen matrimonio, pero sin sexo, parece más bien una amistad.
Sí, me casé con mi mejor amigo hace 13 años, pero también con mi amor, y quiero mantener este aspecto de nuestra vida hasta el final de nuestros días.
Kristen Manieri es la fundadora y editora de Date Night Guide, un sitio web dedicado a ayudar a que las parejas mantengan y potencien la diversión y su compenetración en la relación. Es una escritora prolífica con más de 100 publicaciones en revistas nacionales e internacionales. Vive en Orlando (Estados Unidos) con su marido Marc y sus dos hijas.
Este artículo fue publicado originalmente en YourTango, apareció posteriormente en el 'HuffPost' Estados Unidos y ha sido traducido y adaptado del inglés por Daniel Templeman Sauco.