Otra mujer más
Son las 7:30 am. Abro un ojo y estiro mi brazo buscando la hora en mi móvil pero en lugar de número aparecen interminables palabras que leo de forma desordenada. "Presidente del Parlament... Situación complicada en El Real Madrid... Otra mujer asesinada... La gala final de OT". Hundo el teléfono bajo la almohada y me arrastro hacia la cocina para preparar café. Con algo más de consciencia doy un repaso a las redes. "Los jefes de la Gürtel... Facebook cambia su algoritmo... Otra mujer asesinada... Novedades en Fitur". El croissant se me atraganta. Titulares. El cadáver de una mujer. Otra mujer muere. Hallan el cuerpo de otra mujer. Otra. Otra. Otra más.
Pareciera que le hemos cogido gusto a contabilizar mujeres asesinadas. Es normal contar los años que pasan, las hojas que caen, los hijos que uno tiene, incluso contar ovejas. Pero matar mujeres no es ningún record. No debería serlo. Sin embargo, cada navidad, cada diciembre (los meses también se cuentan) hacemos un cómputo general de las mujeres muertas y lo anunciamos con cifras, hacemos estadísticas y diseñamos comparativas... Es difícil empatizar con un gráfico de barras. Luego ponemos los contadores a cero, como si las víctimas no contaran y volvemos a llevar las cuentas.
A veces pienso ¿y si fuera yo esa "otra" mujer? ¿Y si fuésemos nosotras las que acabáramos siendo ese número en el titular? Podríamos serlo. De hecho, alguna de las que hoy estamos leyendo (o escribiendo) este texto, según esas mismas estadísticas, lo seremos. Pasaremos a la posteridad entre conversaciones y sorbos de café. Ellas eran otras más. Ni siquiera eran personas. Nadie hablará de nuestro trabajo, ni de nuestra personalidad. El mundo no se enterará de si compusimos una canción de amor, cuidamos a una madre enferma o ganamos una maratón. Seremos sólo un número en la lista de muertes oficial, nada más. En ocasiones ni tan siquiera somos números, sino "otra". Como la querida, la clandestina, la que se oculta, la no oficial, la de la vergüenza. Otra porque es igual que la anterior. No un ser único e irrepetible sino una más, del montón. La que no es especial ni diferente. La que no destaca. La que hace bulto. O a la que no merece la pena prestarle atención.
Es paradójico que a medida que aumentan las cifras, esas mismas cifras indican lo poco que contamos. Cada dígito que sube está midiendo nuestro fracaso. El de todas las personas. Pero sobre todo de las que no hacen nada. Las que ríen los chistes porque "no pasa nada". Las que compran cuerpos de mujeres porque "no pasa nada". Las que utilizan sus cuerpos desnudos para ganar audiencia porque "no pasa nada". Las que cantan canciones machistas porque "no pasa nada". Las que no se fijan en las políticas de igualdad de los partidos porque "no pasa nada". Las que tienen poder para legislar y no lo hacen porque "no pasa nada". Las que nos llaman amargadas, puritanas o malfolladas porque total, "no pasa nada".
Una sociedad que cuenta mujeres muertas es una sociedad enferma. Si yo fuera periodista me temblarían las manos cada vez que tuviera que escribir estas palabras "otra mujer asesinada". Si dirigiera este país se me caería la cara de vergüenza. Si se quedan más tranquilos transformándonos en números háganlo. Los números siguen subiendo y los gráficos aumentando, seguimos contando mujeres, pero la triste realidad es que las mujeres no contamos.