Apunte para Trump: en Afganistán, la diplomacia es la solución
La inversión económica —y no las fuerzas militares— ayudará a luchar contra el exceso de violencia y corrupción.
KABUL (Afganistán) - La estrategia del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, incluye algunas ideas atrevidas que podrían ser de ayuda, pero se equivoca en lo más importante. Cuando Trump decía: "No vamos a volver a intentar unificar la nación... vamos a matar a los terroristas", lo hacía por satisfacer a una ciudadanía estadounidense cansada de esta guerra interminable. Pero lo que más necesita Afganistán es precisamente ayuda con la unificación de la nación.
En primer lugar, estos son los aspectos positivos de la nueva estrategia: por fin un presidente estadounidense advierte a Pakistán de que no va a ser posible que sus cuerpos de seguridad respalden a elementos radicales ni que se siga luchando contra el terrorismo con miles de millones de dólares de los contribuyentes estadounidenses. Además, Trump ha dejado muy claro al Gobierno afgano que la era del cheque en blanco ha llegado a su fin. Es mucho el dinero que iba destinado a ayudar a los ciudadanos de Afganistán y que ha acabado en cuentas bancarias en el extranjero de altos cargos corruptos del país o de contratistas extranjeros sin escrúpulos.
Pero aquí es donde Trump pierde la razón: al igual que los presidentes que le preceden, ha optado por darle una solución militar a un problema socioeconómico. Como Afganistán está a un paso de convertirse en un Estado fallido, los miembros de sus desencantadas generaciones jóvenes serán un blanco fácil para los talibanes y otros insurgentes.
El plan de Trump se basa en que un equipo militar determine si una rápida retirada de las tropas supondría un derrumbe total del sistema relativamente democrático de Afganistán. El país se convertiría en el caldo de cultivo ideal para el terrorismo internacional.
Pero ni toda la artillería ni todas las muertes del mundo pueden convertir mágicamente a Afganistán en una nación próspera, sin problemas socioeconómicos ni esclerosis política. Aumentar el número de armas y de víctimas mortales solo servirá para prolongar esta pesadilla.
Trump evita la idea de unificar la nación, pero merece la pena pensar en lo que podría pasar si se invirtieran 5000 millones de dólares al año en construir carreteras, hospitales e infraestructuras en vez de en soldados y armas. Sabemos que Estados Unidos no es el responsable de arreglar los problemas socioeconómicos de Afganistán, pero si la caída de Afganistán en el caos del terrorismo representa una amenaza clara para Estados Unidos, ¿por qué no intentamos tratar el problema de raíz en vez de limitarnos a podar las ramas superficiales?
Tenemos que servirnos de la diplomacia para construir Afganistán desde dentro. La opción militar no solo no funciona, sino que además acentúa el problema. Las armas y los soldados solo les dan a los insurgentes una causa para que los yihadistas luchen contra los "invasores" y argumentos que aporten solidez a sus principios. Aumentar el número de operaciones militares estadounidenses también lleva de forma inevitable a un mayor número de fallecimientos de civiles, cosa que daña la imagen de Estados Unidos.
Una mayor presencia de tropas estadounidenses aumenta la tensión en los países vecinos y puede incitar a los adversarios de Estados Unidos a ayudar a los insurgentes. También puede intensificar la rivalidad entre Pakistán y la India, y provocar que Pakistán utilice a los talibanes como representantes para contrarrestar la influencia india en Afganistán.
La unificación de la nación y la diplomacia podrían funcionar porque, a pesar de los 16 años de violencia y obstáculos que llevan, muchos afganos siguen considerando a Estados Unidos un aliado y un país amigo, y no como a un invasor, como les pasó con la Unión Soviética durante la ocupación en la década de los ochenta.
La generación de afganos que vivía su adolescencia cuando Estados Unidos liberó a Afganistán del yugo de los talibanes ahora ronda la veintena y la treintena. Ha probado la libertad de expresión y el derecho a reunirse pacíficamente. Las mujeres forman parte del consejo de ministros y del parlamento afganos. Y nada de eso habría sido posible con los talibanes. Los valores estadounidenses han echado raíces y crecido en Afganistán, y esa es la razón por la que no vemos manifestaciones masivas en las calles contra Estados Unidos o contra el Gobierno afgano. Las nuevas generaciones están contentos de que no haya vuelta atrás y quieren conservar todo lo que han conseguido. Estos logros son consecuencia de las relaciones diplomáticas estadounidenses.
No hay ninguna relación entre el número de soldados de la OTAN y el nivel de paz en las zonas rurales. En lugares como Helmand, donde se concentran las fuerzas de la OTAN, los niveles de violencia son mucho más elevados que en las áreas en las que no hay soldados extranjeros. ¿Por qué? Porque en las zonas en las que no hay tropas, los lugareños se toman la justicia por su mano y se defienden de los talibanes a su manera.
Según los medios afganos, en el distrito Mirzaka de la provincia de Paktia, los líderes tribales y la población de mayor edad imponen multas monetarias considerables a aquellos que apoyen o den refugio a los insurgentes. E incluso a algunos de los que violan este decreto se les castiga quemando sus casas.
Así que, señor Trump, los hechos demuestran que ha llegado el momento de cambiar las soluciones militares por la diplomacia. Y, efectivamente, desde el punto de vista político, no será muy fácil de vender en Estados Unidos. ¿Por qué iban a querer los contribuyentes estadounidenses apoyar la creación de empleo en Afganistán si a su Gobierno le está costando hacer lo mismo en casa?
Pero si lo conciben como un simple cambio de destino del dinero que ya se está gastando, les parecerá más lógico. Los estadounidenses hicieron lo mismo después de la Segunda Guerra Mundial, apostaron por la unificación de la nación en Japón y en Alemania, algo que dio lugar a generaciones de paz hasta el día de hoy.
Los afganos tienen que aceptar que a quien algo quiere, algo le cuesta. Si no consiguen ejercer su responsabilidad para luchar contra la corrupción y restablecer la transparencia, toda la buena voluntad y el dinero que Estados Unidos puede ofrecer no servirán para nada. Los afganos deberían prepararse para afrontar más sacrificios y para apretarse el cinturón para dejar que los estadounidenses los ayuden.
El lanzamiento de la Madre de todas las bombas puede traducirse en la muerte de más insurgentes, pero no servirá para enfrentarse a la causa del problema.